Javier Gomá: “La época moderna es mucho mejor para la auténtica experiencia religiosa que las anteriores”

Filósofo, publica el libro Razón: portería

Javier Gomá, filósofo y escritor

LUIS RIVAS | Los conceptos son los adjetivos del filósofo. Decía Josep Pla que fumaba para hallar entre el humo sus preciados epítetos, precisos y afilados, humeantes, circundantes todos de ese corpus suyo de sensatez mediterránea. Javier Gomá Lanzón (Bilbao, 1965), doctor en Filosofía y licenciado en Clásicas y Derecho, no fuma; persigue los conceptos con un ritual de cruce de piernas que blinda su corporeidad y lo eleva a un estado cerebral. Las manos ocupadas en un girar compulsivo de la alianza, la espalda abandonada al sofá y la vista al cielo, apoyado siempre en ese bastón, tan Pla, del sentido común, atisbando la categoría de las revelaciones.

Sin ánimo de convertir, por exceso, un halago en una ironía, diremos que es nuestro Ortega, uno de los 50 intelectuales más influyentes del mundo iberoamericano de hoy, según Foreign Policy. Ahora presenta Razón: portería (Galaxia Gutenberg).

PREGUNTA.- En ‘Razón: portería’ incide en el género del microensayo de filosofía mundana. Sus colegas de mayor gravedad le mirarán por encima del hombro…

RESPUESTA.- En su día escribí cuatro libros bastante gordos; serios, trabajados, rigurosos y expuestos a la crítica, donde descargué lo grave y sistemático. En Imitación y experiencia, Aquiles en el gineceo y Ejemplaridad pública trabajé sobre la experiencia; y en Necesario, pero imposible, sobre la esperanza. Solo después me he podido dedicar a lo más lúdico y sentimental, a divulgar en forma de filosofía mundana, que, por otra parte, es la de Bergson. La teoría intelectual pendiente es pensar la realidad y ofrecer categorías a los ciudadanos que iluminen sus experiencias, den atractivo a sus vidas y permitan la convivencia. La filosofía no es algo que se pueda crear en los departamentos de las universidades.

P.- Y, para colmo, parece usted un optimista…

R.- Si definimos como optimista a aquel que hace un pronóstico de futuro y muestra un voluntarismo, yo no me considero tal. Simplemente, trato de hacer un análisis a lo largo de la Historia del progreso que ha tenido la civilización occidental. He razonado que esta no solo es la época de mayor prosperidad material para el hombre medio, sino también la de mayor dignidad moral. Ahora bien, ningún progreso es una conquista segura; todo es reversible. Pero, en cuanto al presente, conviene preguntarse: ¿qué época elegirías tú para ser pobre, discapacitado, viejo, para oponerte al poder, estar enfermo o preso? ¿Qué otra época elegirías? Muchas veces uno piensa que parte de los lamentos que se escuchan son propios de una sociedad opulenta, casi de niños mimados. Vivimos en una especie de infantilismo en el que suele desplazarse la responsabilidad hacia los demás. La libertad está bien entendida, pero no está bien refinada ni suficientemente educada.

Mantener vivas las fuentes del entusiasmo

P.- ¿Es usted un iluso?

R.- España es el único país del mundo en el cual, a quien tiene ilusión, le llaman iluso. Hay un componente sancionador en eso y yo me niego a participar de ello. Parece que hoy en día hay que renunciar al ideal, y una sociedad sin ideales es una sociedad resignada, no ya condenada a no progresar, sino a regresar. Por eso he incidido tanto en la importancia de mantener vivas las fuentes del entusiasmo. A todas horas se nos dice que el ideal es imposible, una utopía, que los grandes relatos no se cumplen, que las condiciones no se dan… y es cierto, pero, con todo, es preciso aspirar al ideal de nuestra época y no solo atreverse a pensarlo; también a sentirlo. El ideal preexiste, está en vigor desde que el hombre es hombre.

P.- Como el sentido religioso.

R.- Karl Barth distinguió entre el Dios de la religión y el Dios de la fe. El primero hace referencia a los modos en que el hombre se representa a Dios y el segundo es el Dios de la fe tal como se revela. La religión ha sido un instrumento de cohesión social importantísimo a lo largo de los milenios y la sociedad contemporánea ha hecho el experimento de buscar una sociedad cohesionada sin religión. Pero eso no solamente no impide el Dios de la fe, sino que lo alimenta. En la medida en que ya no asociamos la religión con aquellas instituciones que buscan obediencia, la secularización es una buena noticia para la fe. Así lo veo, y por eso estoy tan cercano a lo que podríamos llamar una teología de la secularización. Yo no tengo ninguna nostalgia de una sociedad que necesitaba el amparo de la religión como legitimación del monopolio de la violencia. Para mí, la época moderna es mucho mejor para la auténtica experiencia religiosa que las anteriores.

Entrevista con Javier Gomá [íntegra solo suscriptores]

En el nº 2.887 de Vida Nueva

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