Obituario: José Delicado Baeza, pastor amable y sencillo

José Delicado Baeza, arzobispo emérito de Valladolid, fallecido en marzo de 2014

Fallece a los 87 años el arzobispo emérito de Valladolid

José Delicado Baeza, arzobispo emérito de Valladolid, fallecido en marzo de 2014

ANTONIO PELAYO | Muy pocas veces un apellido definía mejor a la persona que lo llevaba como en el caso de José Delicado. El ahora fallecido arzobispo emérito de Valladolid era persona de una extraordinaria delicadeza; su comportamiento, su trato, sus modales ponían en evidencia un alma delicada, incapaz de tratar a nadie sin respeto o de no tomar en consideración a la persona que tenía delante, aunque defendiese ideas o posturas diferentes de las suyas.

Conocí a monseñor Delicado cuando era obispo de Tui-Vigo, allá por los años finales de la década de los 60, cuando yo trabajaba en el Ya; mis colegas me tomaban el pelo porque aseguraban que yo privilegiaba las pastorales de dos obispos: Delicado Baeza e Infantes Florido. Era y no era verdad; lo cierto es que dábamos espacio a lo que escribía porque sabía hacerlo; abordaba problemas de actualidad y lo hacía con un estilo accesible a todos.

Luego fue mi arzobispo durante los largos años de su pontificado vallisoletano. Un pastor que ha dejado huella. De él quisiera resaltar dos cualidades que siempre me llamaron la atención. Don José estaba al tanto de todo, leía mucho –libros, periódicos, revistas especializadas– y asimilaba muy bien sus lecturas, como se traslucía después en sus escritos. Le interesaban muchos temas, y no pertenecía a ese grupo de lectores que solo lee para alardear y para entrar a saco en las páginas leídas.

Un segundo aspecto más profundo era su sencillez de vida. Apenas llegado a Valladolid, rehizo el palacio episcopal, cediendo espacios reservados hasta entonces al arzobispo, y él se refugió en un apartamento sencillo. Recuerdo de algunas de mis visitas a su casa encontrármele vestido con sotanas o ropas repasadas, zurcidas. Cuando ejercía como prelado, sus vestimentas eran más cuidadas.

Cuando se jubiló no tuvo dudas: se quedó a vivir en Valladolid con las Hermanitas de los Pobres, compartiendo su vida con los ancianos, sin pretender privilegio alguno. Seguía leyendo y escribiendo.

Este pastor ejemplar tuvo su cruz con el desgraciado asunto de Gescartera, en el que se vio envuelto sin que nunca pudiera probarse nada en su contra, puesto que él de los dineros nunca se ocupó y, mucho menos, se preocupó. Lo llevó con delicada resignación, dejando que la Justicia clarificara la responsabilidad de cada uno, pero sufrió ante los frívolos ataques que se lanzaron contra él.

Ha muerto en la paz de Dios, tal como había vivido; durante sus 87 años de vida, don José tuvo tiempo suficiente para gustar y ver “cuán suave es el Señor” y predicarlo con su delicado ejemplo.

En el nº 2.887 de Vida Nueva

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