Editorial

Cuaresma de misericordia, abrazo y despojo

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mujer joven recibe la ceniza el Miércoles de Ceniza inicio de la Cuaresma

EDITORIAL VIDA NUEVA | Una nueva Cuaresma se abre en la Iglesia, un camino a la Pascua. Son cuarenta días, superados por los cincuenta de la Pascua, porque no hay tiempo cuaresmal sin la luz pascual, y vivir la Cuaresma con mayor intensidad que la Pascua es un peligro a evitar en la pastoral.

Este año, el papa Francisco ha subrayado la misericordia como la principal de las características que deben adornar el tiempo cuaresmal. En su mensaje para la Cuaresma de este 2014, el Papa lo ha dejado claro: “Que este tiempo de Cuaresma encuentre a toda la Iglesia dispuesta y solícita a la hora de testimoniar a cuantos viven en la miseria material, moral y espiritual el mensaje evangélico, que se resume en el anuncio del amor del Padre misericordioso, listo para abrazar en Cristo a cada persona. (…) La Cuaresma es un tiempo adecuado para despojarse; y nos hará bien preguntarnos de qué podemos privarnos a fin de ayudar y enriquecer a otros con nuestra pobreza”.

Hay tres palabras claves que nos pueden ayudar a vivir este tiempo, siguiendo las orientaciones del Papa: misericordia, abrazo y despojo. Son tres claves que miran de dentro hacia fuera y evitan un espiritualismo individual y poco fraterno.

La misericordia que nace de las entrañas, la misma del Dios que nos entrega a su Hijo, mueve al cristiano a ir más allá del amor puramente intelectual, meramente afectivo o filantrópico, para ahondar en la que sale de las entrañas mismas, como la que nace de una madre. Es más existencial y permanece aún más. El mundo necesita de esa misericordia, que es un amor lleno de sentido y que, en la Cuaresma, el cristiano puede experimentar en la contemplación orante de la Escritura, que no es otra cosa que una historia de amor misericordioso.

Cuaresma también es abrazo, extensión
y símbolo de esa misericordia.
No es un tiempo para el interior recogimiento solamente,
que nos aísla para purificarnos,
sino el abrazo extendido a los otros,
al enemigo, al que no es de los nuestros.

También Cuaresma es abrazo, extensión y símbolo de esa misericordia. No es un tiempo para el interior recogimiento solamente, que nos aísla para purificarnos, sino el abrazo extendido a los otros, al enemigo, al enfrentado, al que no es de los nuestros. El abrazo entraña y es capaz de devolver la dignidad y sacar de la pobreza y miseria a nuestros hermanos necesitados. De ahí el sentido de la limosna cuaresmal. No se trata de dar de lo que sobra, sino de dar incluso de aquello que nos falta. Se trata de “darse” más que de “dar”.

Y también el Papa habla de despojo. Solo en el despojo que se pone de manifiesto en el Dios de la Historia, que se despoja de su misma vida para dar vida, de su condición para devolver dignidad, podremos entender nuestros despojos, más esenciales que altruistas. El despojo es un cambio de mentalidad porque va más allá del despojo material.

Y no solo el cristiano a nivel personal entra en el desierto cuaresmal, como tampoco los israelitas se adentraron individualmente en el desierto. Es la Iglesia entera, sus comunidades, instituciones y grupos, la que peregrina como pueblo en camino, en conversión, abierto a la misericordia, al abrazo y al despojo.

Para la Iglesia, que en estos momentos vive un tiempo de “renovación”, estas tres claves pueden iluminar un tiempo rico, con una gran tradición y con abundantes frutos de conversión en la vida de la Iglesia y de los cristianos.

En el nº 2.884 de Vida Nueva. Del 1 al 7 de marzo de 2014.

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