Cristianos obreros, esperanza contra la precariedad

En el 50º aniversario de Guillermo Rovirosa, su testimonio invita a revitalizar esta pastoral

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JOSÉ LUIS PALACIOS | El malestar laboral se ha instalado en la sociedad española. Seis millones de personas buscan una ocupación remunerada y no la encuentran. Dos millones de hogares tienen a todos sus miembros sin poder llevar un salario a casa. Más de la mitad de los jóvenes suspiran por un empleo que no consiguen. El trabajo digno escasea, aquí y en todo el mundo. La Iglesia clama por la centralidad del trabajo humano y su rica enseñanza social insiste una y otra vez en la primacía del trabajo sobre el capital.

El mundo obrero, que tan bien conoció Guillermo Rovirosa, promotor de la Hermandad Obrera de Acción Católica (HOAC) de cuya muerte se cumplen ahora 50 años (27 de febrero), ya no es lo que era, desde luego. Sin embargo, la degradación y escasez del trabajo se encuentran en la raíz de parte del gran malestar social en que vivimos instalados después de estos largos años de crisis.

Hay unas palabras de Rovirosa con las que, utilizando el lenguaje de su época, denunciaba la indiferencia ante los problemas sociales: “No importa el desorden de unos pocos nadando en la mayor opulencia y de otros innumerables padeciendo hambre crónica. No importa todo este desorden, con tal de que la tranquilidad, confundida con el orden, siga reinando”.

La clase obrera de hoy no muestra la identidad unitaria que en épocas pasadas se atribuía a la población trabajadora, y apenas se distingue del resto de la sociedad, inmersa en el individualismo feroz y el consumismo desenfrenado. Incluso así, de vez en cuando, se oyen en las calles gritos que, no exentos de cierta nostalgia y mucho voluntarismo, recuperan frases como “¡viva la lucha de clase obrera!”.

La exclamación se oyó con fuerza durante los altercados ocurridos en el ahora famoso barrio de Gamonal, en Burgos, debido al rechazo vecinal de una gran parte de sus habitantes al plan municipal de levantar un bulevar en su calle principal.

Lo pudo escuchar con nitidez Mariano López, que vive a poca distancia de donde comenzaron los disturbios. Es el actual delegado diocesano de Pastoral Obrera y pertenece a la comunidad parroquial de Nuestra Señora de Fátima.

La dura realidad ha conseguido aumentar la sensibilidad social de muchos fieles más rápidamente que la continua labor que desde hace años viene desarrollando. Aunque no participó directamente en la rebelión vecinal, la comunidad de fieles llegó a emitir un comunicado sobre lo ocurrido. En las homilías, como no puede ser menos, se habla de trabajo, de justicia social, de solidaridad, de comprometerse a construir una verdadera familia humana en la que nadie se quede relegado.

López, miembro de la HOAC, empeñado en transmitir a los sencillos las luminosas aportaciones del magisterio social de la Iglesia, admite que “todavía la gente se queda asombrada al conocer muchas de las cosas contenidas en la Doctrina Social de la Iglesia”.

La importancia de la Pastoral Obrera

Desde 1994, año en que se puso en marcha, la Pastoral Obrera lleva dos décadas ejerciendo esa denuncia profética y defendiendo la esperanza.

Aunque “tal vez no todo lo que quisiéramos los que estamos más metidos en estos asuntos”, pero “la Iglesia en España ha crecido en su preocupación por estas realidades”, admite el obispo de Ciudad Real y responsable de esta área, Antonio Algora, en declaraciones a Vida Nueva. En su opinión, “sin la Pastoral Obrera, nuestra Iglesia sería diferente”.

Esa es, a su entender, la aspiración de la Pastoral Obrera y de los movimientos apostólicos obreros (HOAC, JOC, Hermandades del Trabajo…) y la de muchos agentes de pastoral en parroquias y barrios obreros: “Que toda la comunidad conozca lo que pasa en el mundo del trabajo y se ofrezca a todos esa experiencia”.

“Hoy hace falta levantar a la persona, cambiar las estructuras también –añade la presidenta de las Hermandades del Trabajo, Marisa Sanjuán–, pero, sobre todo, conseguir que recupere la esperanza, ayudarle a desarrollarse plenamente, sabiendo que las condiciones de trabajo cada vez lo ponen más difícil y que, cuando falta el trabajo, todo se desestructura”.

Cristianos obreros, esperanza contra la precariedad [íntegro solo suscriptores]

En el nº 2.884 de Vida Nueva.

 

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