La Iglesia impulsa el consenso político en Haití

Chiby Langlois, cardenal de Haití y obispo de Les Hayes

El cardenal Langlois media entre los principales partidos para que avancen en el diálogo

Chiby Langlois, cardenal de Haití y obispo de Les Hayes

MIGUEL ÁNGEL MALAVIA | Al hecho de ser el país más pobre de toda América Latina, Haití suma otra condición que siempre oscurece la perspectiva de un futuro desarrollo económico y social: la convulsión política, producto de que todos sus gobiernos acaben recibiendo acusaciones de corrupción, de la debilidad de la gran mayoría de sus instituciones, de la fuerte polarización ideológica que se extiende al conjunto de la sociedad y del hecho de ser un territorio controlado por tropas de la ONU desde mucho antes del terremoto que asoló el país en enero de 2010.

Todo ello produce situaciones como el que, desde hace dos años, se hayan retrasado las elecciones parciales al Senado, sin celebrarse aún. Para frenar este parón institucional, se ha dado el hecho realmente novedoso de que Chiby Langlois, presidente del Episcopado haitiano y obispo de Les Hayes –investido cardenal por Francisco en el consistorio del pasado día 22–, haya liderado un proceso de diálogo entre las principales fuerzas políticas del país.

La mesa redonda, que transcurrió entre el 24 de enero y el 12 de febrero y en la que participaron representantes de hasta 20 partidos, alcanzó un acuerdo de consenso por el que se pretendía aprobar la convocatoria de elecciones al Senado a lo largo del año, una mayor predisposición del Gobierno de Michel Martelly a pactar con el resto de partidos, el impulso de una reforma de la Constitución y la creación de un órgano que garantice el orden electoral.

Ruptura parcial

Sin embargo, el día 15, cuando iba a cerrarse el acuerdo con la firma de todos los participantes, tres partidos se descolgaron del mismo. Un hecho que, a su vez, llevó a que el presidente del Senado, Simon Dieuseul Desras, se negara a ratificarlo. Pese a todo, según Haiti Press Network, está previsto que las conversaciones se retomen en marzo y ya se confirme el acuerdo.

Aunque en los últimos días ha vuelto a surgir una nueva complicación en el de por sí inestable marco político nacional. Y es que Martelly, en el poder desde mayo de 2011, ha anunciado su intención de presentarse a la reelección presidencial, algo prohibido por la Constitución, que sí recoge la posibilidad de repetir en el cargo en legislaturas diferentes, pero no consecutivas. Para ello, al igual que ya han hecho varios mandatarios en distintos países de América Latina en los últimos años, debería de emprender una reforma de la Carta Magna.

Se trata de un proceso que se plantea largo y arduo para el presidente, pues son muchos los sectores populares que le son activamente contrarios. De hecho, en las últimas semanas, y al igual que ya ha ocurrido en numerosas ocasiones en estos años, han tenido lugar numerosas protestas, en la capital, Puerto Príncipe, y en algunas de las principales ciudades, que exigen su dimisión o la puesta en marcha de una política económica más equitativa, así como la expulsión de las tropas internacionales (conocidas como Minustah), a las que acusan de violaciones en campamentos de refugiados y de contagiar enfermedades que, desde los días del terremoto, por falta de higiene, se extendieron por todo el país.

En este sentido, la propia Misión de la ONU en Haití se ha visto obligada a publicar un comunicado en el que lamenta el reciente asesinato de un activista local por los derechos humanos y pide que se investiguen los hechos.

Todo un hito eclesial

Pese al complejo contexto social y político, la Iglesia católica en Haití atraviesa uno de los momentos de mayor prestigio. Así, al hecho de haber sido reconocida como la única institución capaz de garantizar un diálogo inédito entre la gran mayoría de los partidos, se une el que, por primera vez, uno de sus pastores haya sido investido cardenal.

En declaraciones a la agencia Fides, el propio Chiby Langlois, de solo 55 años (fue el purpurado más joven del consistorio), da ante todo “las gracias por poder expresar la voz de la Iglesia en Haití” y, a la vez, hacer que “la de este pequeño país”, pero que cuenta “con una gran fe”, se escuche en todo el mundo. Así, considera que, con su prioridad pastoral por los más pobres, los cristianos de Haití reflejan perfectamente el espíritu de Aparecida, hoy referente para el conjunto de la Iglesia.

En el nº 2.884 de Vida Nueva

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