Un año de paz… excepto para la ONU

Benedicto XVI con su secretario personal, monseñor George Ganswein

En el aniversario del adiós de Ratzinger, rebrota la polémica sobre los abusos

Benedicto XVI con su secretario personal, monseñor George Ganswein

Benedicto XVI con su secretario personal, Gänswein

ANTONIO PELAYO (ROMA) | Eran las 11:41 horas de la mañana del lunes 11 de febrero de 2013. Día festivo en el Vaticano, por celebrarse el aniversario de los Pactos de Letrán. Benedicto XVI había convocado un consistorio ordinario público para la canonización de algunos beatos. La cosa no suscitaba mayor interés entre los periodistas, y a la Sala de Prensa de la Santa Sede, en la Via della Conciliazione, había acudido ese día un reducido puñado de informadores representantes de algunas agencias de noticias.

Cuando, finalizada la ceremonia consistorial, el Papa dice en latín que quiere anunciar a los cardenales una “decisionem magni momenti pro Ecclesiae vita” (“una decisión de gran importancia para la vida de la Iglesia”), nadie se mueve.

Pero, segundos después, cuando Joseph Ratzinger reconoce que, “por la edad avanzada” (“ingravescente aetate”), ya “no tengo fuerzas para ejercer adecuadamente el ministerio petrino”, Giovanna Mirri, veterana redactora de la agencia italiana ANSA, comienza a removerse ante su escribanía y casi se queda de piedra cuando oye decir a Benedicto XVI las siguientes palabras: “Renuncio al ministerio de obispo de Roma, sucesor de san Pedro, que me fue confiado por medio de los cardenales el 19 de abril de 2005”. Segundos después, un flash de la agencia transmitía al mundo entero la dimisión del Papa. Un hecho que no se había producido en la Iglesia desde hacía seis siglos y en circunstancias del todo diferentes.

Los primeros sobresaltados al contrastar entre ellos lo que habían oído fueron los cardenales presentes en la Sala del Consistorio del Palacio Apostólico y que, en su inmensa mayoría, no sabían nada de nada (con la excepción de los rivales Angelo Sodano, decano del Colegio Cardenalicio, y Tarcisio Bertone, secretario de Estado). Al estupor que causó en todo el mundo la noticia, siguió enseguida el reconocimiento de la dimensión histórica de un gesto valiente que, al conmemorar ahora su primer aniversario, es admirado casi unánimemente.

En unas declaraciones al corresponsal Philip Pullella, de la agencia Reuters, uno de los pocos que conocían las intenciones de Ratzinger desde hacía algún tiempo, su secretario particular, Georg Gänswein, describe así el actual estado de ánimo del protagonista del acontecimiento: “El papa Benedicto está en paz consigo mismo y pienso que también lo está con el Señor. Está bien, pero ciertamente tiene sus años. Es un hombre físicamente anciano, pero su espíritu es vivaz y muy claro”.

Interrogado sobre el juicio que dará la historia del pontificado ratzingeriano, Gänswein no tiene dudas al responder: “Estoy seguro, es más, estoy convencido de que la historia dará un juicio diverso del que con frecuencia se leía en los últimos años de su pontificado, porque las fuentes son claras y dan agua clara”.

papa Francisco y papa emérito Benedicto XVI encuentro Vaticano 5 julio 2013

Encuentro el 5 de julio de 2013

La ONU sobre la Santa Sede

Hablando de claridades, no parece ser esta la principal cualidad del Comité de las Naciones Unidas para los Derechos del Niño, con sede en Ginebra. El 5 de febrero, el Comité hizo públicos tres documentos: el primero y más largo (dieciséis páginas) juzga la actitud de la Santa Sede ante los abusos de menores practicados por sectores del clero católico, el segundo lo hace sobre la involucración de niños en conflictos armados y un tercero sobre la venta de menores, la prostitución y la pornografía infantil.

El primero es un ataque en toda regla al Vaticano y a la Iglesia católica en general. El Comité acusa a la Santa Sede de violar la Convención de Derechos del Niño, aprobada por la ONU en 1989. Preguntada sobre si el documento que acababa de hacer público a la prensa podía interpretarse como un acuse de violación, la presidenta del Comité, la jurista noruega Kirsten Sandberg (60 años, profesora de Derecho en la Universidad de Oslo), respondió sin ambages: “La respuesta es sí; hasta ahora han violado la Convención porque no han hecho todo lo que deberían para atajar este problema”.

En el punto 43 de su texto, se recogen algunas de las más duras acusaciones contra la Santa Sede. Dice así: “El Comité toma nota del compromiso expresado por la delegación de la Santa Sede de proteger la dignidad y persona de todos los niños. No obstante lo cual, el Comité expresa su profunda preocupación por los abusos sexuales de menores cometidos por miembros de la Iglesia católica que operan bajo la autoridad de la Santa Sede a través de clérigos que se han visto envueltos en abusos sexuales de decenas de miles de niños en todo el mundo. El Comité está gravemente preocupado por el hecho de que la Santa Sede no haya reconocido la extensión de los crímenes cometidos y no haya tomado las necesarias medidas para castigar los casos de abusos sexuales de menores y proteger a los niños, adoptando, por el contrario, políticas y prácticas que han permitido que continúen los abusos y la impunidad de los que los han perpetrado”.

“Es bien conocido –prosiguen los autores del informe– que los que abusaron sexualmente de los menores han sido trasladados de una parroquia a otra o a otros países en el intento de encubrir dichos crímenes, práctica documentada por numerosas comisiones de investigación. Esta práctica de trasladar a los agentes de estas ofensas, que ha permitido a muchos sacerdotes permanecer en contacto con niños y seguir abusando de ellos, ha puesto a los niños de muchos países ante un alto riesgo de abuso sexual, ya que se ha constatado que docenas de abusadores han seguido en contacto con niños”.

arzobispos Silvano Tomasi y Charles Scicluna delegación vaticana ante el comité sobre la Convención de los Derechos de la Infancia de la ONU 16 enero 2014

Los arzobispos Tomasi (izq.) y Scicluna en la ONU

“A causa del código de silencio impuesto a todos los miembros del clero bajo pena de excomunión –se dice más adelante, en alusión al sacramento de la Confesión–, los casos de abuso sexual de menores han sido muy raramente dados a conocer a las autoridades legalmente encargadas de perseguirlos en los países donde dichos crímenes fueron cometidos. Por el contrario, algunos casos de monjas y sacerdotes forzados al ostracismo, dimitidos o castigados por no haber respetado la obligación del silencio, han sido puestos en conocimiento del Comité, así como casos de sacerdotes que fueron felicitados por su renuncia a denunciar a los abusadores de niños, como lo demuestra la carta dirigida por el cardenal Darío Castrillón al obispo Pierre Pican en el año 2001”.

Así, profundiza el documento: “Informar a las autoridades establecidas por la ley nunca ha sido considerado obligatorio y fue explícitamente rechazado en una carta oficial dirigida a los miembros de la Conferencia Episcopal Irlandesa por el obispo Moreno y el nuncio Storero en 1977. En muchos casos, las autoridades de la Iglesia, incluso a altos niveles de la Santa Sede, han mostrado repugnancia y en muchos casos rechazo a cooperar con las autoridades judiciales y las comisiones nacionales de investigación” .

Después de las acusaciones, se abre el capítulo de las exigencias. Estas son algunas de ellas: “Remover inmediatamente a todos los abusadores de menores conocidos o sospechosos de sus cargos y referir los casos a las autoridades legalmente competentes para que les investiguen y persigan”; “asegurar una transparente comunicación de todos los archivos que puedan ser utilizados para controlar a los abusadores y a todos los que disimularon sus crímenes”; “establecer normas claras, mecanismos y procedimientos para obligar a informar a las autoridades competentes de los casos de abuso sexual y de explotación”; “desarrollar programas y políticas para prevenir tales crímenes y para recuperar e integrar socialmente a los menores víctimas de tales abusos”.

En otros apartados del citado documento, incluso se pide a la Santa Sede que modifique algunos puntos del Código de Derecho Canónico y que revise sus posiciones sobre la homosexualidad, el aborto y la paridad de sexos.

Antes de dar la palabra a la parte “ofendida”, añadamos que el documento en cuestión lleva fecha del 31 de enero de 2014, es decir, 15 días después de que el observador permanente de la Santa Sede ante los organismos de la ONU en Ginebra, Silvano Tomasi, presentase su informe sobre la posición vaticana en defensa de los derechos de los niños.

Reacción del Vaticano

La reacción oficial vaticana no se hizo esperar y, dos horas después de que finalizase la conferencia de prensa en el Palacio Wilson de Ginebra, se hizo público un comunicado en el que se afirma que “la Santa Sede toma nota de las observaciones conclusivas sobre sus informes, que serán sometidas a minuciosos estudios y exámenes”.

En un párrafo posterior, se lamenta: “A la Santa Sede, sin embargo, le duele ver en algunos puntos de las observaciones conclusivas un intento de injerencia en la enseñanza de la Iglesia católica sobre la dignidad de la persona humana y en el ejercicio de la libertad religiosa”.

El portavoz vaticano, Federico Lombardi, que se encontraba ese día en Madrid, aseguró que no podía hablarse de un enfrentamiento entre la Santa Sede y la ONU, pero no dejó de notar que el informe del Comité “va más allá de sus competencias e interfiere en las posiciones doctrinales y morales de la Iglesia católica, dando valoraciones morales sobre la contracepción, el aborto, la educación en las familias y la visión de la sexualidad humana”.

Ya de regreso a Roma, el jesuita aprovechó los micrófonos de Radio Vaticano para hacer algunas “reflexiones y puntualizaciones”. En ellas, después de alabar los esfuerzos de la ONU por defender a la infancia, afirma que las observaciones del Comité “no han tenido en la debida consideración las respuestas, tanto orales como escritas, dadas por los representantes de la Santa Sede. (…) Esto hace pensar que fueron prácticamente escritas o, al menos, netamente preparadas antes de la audición”.

También adelantó la sospecha de que algunas ONG, “prejuicialmente contrarias a la Iglesia católica”, han influido en el tono del informe, de forma que “no se quiere reconocer todo lo que han hecho la Santa Sede y la Iglesia en estos años recientes, reconociendo errores, renovando normas y desarrollando medidas formativas y preventivas. Pocas o ninguna organización o institución han hecho tanto. Pero esto no es lo que se comprende leyendo el documento”.

Por fin, Lombardi lamenta “el tono, el desarrollo y la publicidad” que el Comité ha dado a su informe sobre la Santa Sede, “que son absolutamente anormales en relación con otros estados que se adhieren a la Convención”.

En el nº 2.882 de Vida Nueva

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