‘Nebraska’: de viaje por la memoria

Nebraska, película

Nebraska, película

J. L. CELADA | Aproximarse al universo creativo de Alexander Payne implica dejarse contagiar por ese espíritu nómada que recorre todas y cada de una de sus producciones, hasta empatizar con unos personajes que se debaten entre sus crisis y los ataques de nostalgia. Generalmente, con un protagonismo destacado para los asuntos de familia y el recurso a los viajes como metáfora de sus vidas y catalizador de la narración.

Pudimos comprobarlo ya en A propósito de Schmidt (2002), Entre copas (2004) o Los descendientes (2011), y tenemos ocasión de volver a disfrutarlo ahora en Nebraska, título de su último trabajo y destino final del periplo que emprenden un padre y un hijo por la América profunda con el propósito de cobrar un millonario –e imaginario– premio.

Que cumplan o no su objetivo, a la postre, resulta casi anecdótico, porque lo que de verdad importa es la relación que se establece entre ambos y, sobre todo, la vuelta (de tuerca) a los orígenes familiares que propicia su pequeña locura camino de Lincoln, la capital del estado.

Apenas cuatro pinceladas le bastan al director para presentarnos a un anciano matrimonio entre católica y luterano y a sus dos herederos. Un puñado de planos y unos pocos diálogos pronto nos revelan que el marido muestra síntomas evidentes de demencia y desorientación, circunstancia que ha colmado la paciencia de su sarcástica esposa. Únicamente el benjamín parece dispuesto a atender las demandas de su progenitor (espléndido Bruce Dern), un alcohólico veterano de la Guerra de Corea, hombre de pocas palabras y buen corazón. Aunque esto último todavía no lo hayan descubierto sus más allegados.Nebraska, película

Será el viaje, recurrente escenario de los exorcismos sentimentales acometidos por Payne, la gran oportunidad para conocer quién es y quién fue este individuo de aspecto desaliñado y mirada ausente. Su pérdida de memoria –o su incómoda lucidez– no solo delata su desconcierto actual, sino que, a su paso por la localidad donde décadas atrás formó un hogar, despierta el egoísmo de una exótica fauna de parientes, buitres y cotillas. Momento en el que esta galería de frikis nos regala situaciones que derrochan por igual ironía y patetismo.

Con ellos recorreremos Montana, Wyoming, Dakota del Sur y Nebraska, patria chica del director y meta de esta road movie en cuatro etapas, pero también el punto de partida de un regreso que provoca una ternura contagiosa en cada parada, en cada gesto. La misma que siente el propio Payne por los tipos que habitan esta historia de recuerdos y olvidos (¡qué mejor color que un luminoso blanco y negro para retratar la inseparable pareja de contrarios que acompaña a toda aventura humana!), de luces y sombras…, cuya desolada estampa se torna tan conmovedora, que el espectador difícilmente puede sustraerse a sus encantos, que son muchos. Por más que la realidad se empeñe en desfigurarlos o el cine al uso siga ignorándolos, películas así nos reconcilian con lo más genuino de este arte.

FICHA TÉCNICA

TÍTULO ORIGINAL: Nebraska.

DIRECCIÓN: Alexander Payne.

GUIÓN: Bob Nelson.

FOTOGRAFÍA: Phedon Papamichael.

MÚSICA: Mark Orton.

PRODUCCIÓN: Albert Berger, Ron Yerxa.

INTÉRPRETES: Bruce Dern, Will Forte, June Squibb, Bob Odenkirk, Stacy Keach, Mary Louise Wilson, Rance Howard, Angela McEwan.

En el nº 2.882 de Vida Nueva

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