Arena y Esteras

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En 1992 asesinaron a María Elena Moyano. La dirigente había participado durante años en los procesos de organización comunal de Villa El Salvador, una población situada en la periferia de Lima. Su compromiso contribuyó a visibilizar el liderazgo que desempeñaron las mujeres en el surgimiento de un estilo de vida característico del sector.

Una afirmación de la vida

Tablas-de-mujer,-teatro-para-el-empoderamiento-femeninoA inicios de la década de 1970 miles de familias en condición de pobreza comenzaron a asentarse en terrenos desérticos ubicados al sur de la capital peruana. Sobre la arena desnuda construyeron sus casas con esteras. Mientras los hombres viajaban diariamente a Lima para acrecentar el número de obreros, las mujeres se hicieron cargo de la vida del lugar. Tejieron lazos de solidaridad y se ocuparon de cuidar chacras colectivas y animales; alimentaron a sus familias gracias a ollas comunitarias y les dieron a sus hijas e hijos ejemplos imborrables de coraje. “Fueron ellas quienes domesticaron el desierto”, señala la hija de Juana Toguchi.

El modelo de organización social que se desarrolló en Villa llegó a materializar el anhelo común de liberación de los pueblos históricamente excluidos en Perú. A través de asambleas las pobladoras y los pobladores coordinaron sus acciones para dar respuesta a sus necesidades más urgentes: construyeron escuelas y comedores, crearon puestos de salud y fundaron asociaciones a través de las cuales se gestaron liderazgos fundamentales.

Debido a su experiencia como luchadora social, María Elena Moyano fue elegida presidenta de la Federación Popular de Mujeres de Villa El Salvador y teniente alcaldesa del distrito. Cuando en 1990 dejó la presidencia de la FEDEPOMUVES para dar paso a una nueva generación de mujeres dirigentes, se dedicó a hacer frente a un nuevo problema: la convulsión social generada por el conflicto armado. María Elena se opuso a que el trabajo de las bases fuera cooptado por grupos como Sendero Luminoso o el Movimiento Revolucionario Túpac Amaru (MRTA). Éstos irrumpieron violentamente en Villa despertando el miedo y la desconfianza entre los habitantes. El gobierno dio plenas facultades a las fuerzas armadas para que ocuparan el distrito e iniciaran su ofensiva. Pronto, la población se convirtió en víctima del enfrentamiento.

Zoila-Zevallos-cantando-una-canción-tradicional-andinaUn sábado María Elena Moyano fue atacada por parte de un grupo de aniquilamiento de Sendero Luminoso. Días atrás se había pronunciado en respuesta a las amenazas que recaían sobre ella y sobre otras personas: “la revolución es afirmación a la vida, a la dignidad individual y colectiva; es ética nueva. La revolución no es muerte ni imposición ni sometimiento ni fanatismo. La revolución es vida nueva, es convencer y luchar por una sociedad justa, digna, solidaria al lado de las organizaciones creadas por nuestro pueblo, respetando su democracia interna y gestando los nuevos gérmenes de poder del nuevo Perú”. Consciente del peligro, asistió aquel sábado a una actividad para apoyar el trabajo que adelantaba un grupo de mujeres del distrito. El golpe que causó su muerte fue tan fuerte que abrió un vacío terrible en Villa El Salvador.

Por el derecho a sonreir

Ana Sofía Pinedo Toguchi era adolescente cuando María Elena murió. Creció viendo a su madre participar en la construcción del distrito de la mano de la dirigente y de otras personas. Su madre llegó soltera y con seis hijos a Villa; así que tuvo que trabajar mucho para sacarlos adelante. Juana Toguchi se desempeñó como promotora de salud y apoyó a la parroquia en una época en que los movimientos eclesiales abrazaron a los movimientos sociales. Por aquel entonces, no participar era lo extraño: los intereses de cada familia coincidían con los intereses comunales. Según Ana, los niños y niñas “mamaban la organización de la teta”.

Niñas-y-niños-de-Villa-El-Salvador--durante-una-presentación-de-clownAna Sofía comenzó en la parroquia desde muy chica. Fue animadora y catequista, y en el Local Juvenil Óscar Romero, donde también se hacían actividades de danza y de música, tuvo sus primeros talleres de teatro: “Es que no era la parroquia típica que ahora se ve, era toda la corriente de la liberación de Gustavo Gutiérrez. Nosotros hacíamos los campamentos enormes, la misa con guitarra y con fogata y así era la misa: con guitarra y con fogata”. Con el tiempo, la adolescente se unió a otros jóvenes que participaban de actividades culturales en diversos espacios. Fue entonces cuando el vacío se abrió en Villa El Salvador. Ana Sofía y sus amigos tomaron aliento, acompañaron el féretro de María Elena y sintieron la impotencia y el dolor de la gente. “Aquí hay que hacer algo”, dijeron llenándose de valor. “Entonces nos pintamos las caras, nos pusimos nuestras narices rojas, cogimos un tambor, nos subimos en los zancos, hicimos un cartel que decía ‘Por el derecho a la sonrisa’, y salimos a los grupos residenciales; a los mismos grupos que todavía estaban siendo transitados por los militares, a hacer unos festivales pequeños, a jugar con los niños, y a llamarlos, que estaban escondidos en sus casas”. Así nació la Asociación Cultural Arena y Esteras.

Mujeres en escena

María-Elena-Moyano,-líder-popular-asesinada-en-1992“Hay Tucúchay túcuchay”, canta en quechua doña Zoila Zevallos. Su canción forma parte de la última obra de teatro de Arena y Esteras, presentada recientemente en Lima. Se trata de un huayno ampliamente conocido en el departamento de Apurimac: “En mi tierra siempre hay esos animalitos, de noche más, ¿No? Anda, volando, entonces avisa, de día también aparece, dos tres clases voces tiene”. “Tucú, tucú”, canta el pájaro.

Como Zoila, fueron varias las mujeres que participaron del proyecto, una iniciativa de empoderamiento que a través del arte buscó sacar a la luz sus historias. Jóvenes de la Escuela Nacional de Bellas Artes intervinieron sus antiguas tablas de cocina para plasmar sobre ellas aspectos biográficos de cada mujer. Tomate Colectivo elaboró un material audiovisual sobre el proceso artístico que adelantaron las señoras. Ángela Sánchez coordinó los talleres y dirigió la puesta en escena. El resultado fue una bellísima celebración de la dignidad femenina, una afirmación de la vida.

Hace poco más de un año, Gustavo Gutiérrez, autor de la “Teología de la liberación” recibió el premio del Ministerio de Cultura del Perú en la categoría “Trayectoria”. Aquel diciembre, mientras celebraban dos décadas de trabajo, los integrantes de Arena y Esteras fueron homenajeados en la categoría “Buenas prácticas culturales”.

TEXTO: MIGUEL ESTUPIÑÁN. FOTOS: MIGUEL ESTUPIÑÁN, ARENA Y ESTERAS

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