La pancarta

José Luis Corzo, profesor del Instituto Superior de Pastoral de MadridJOSÉ LUIS CORZO | Profesor del Instituto Superior de Pastoral de Madrid

“De recomendarnos, pasaron a desconfiar y a guardar silencio, a poner trabas a los que venían de las Iglesias pobres a formarse…”.

Las manifestaciones populares –ahora tan de moda en las mareas blancas y verdes de este país o, habituales, en Bilbao y hasta en Burgos– inquietan mucho a las autoridades que, más de una vez, quisieran desviarlas hacia otro lado, si no pueden prohibirlas. El mejor truco sería hacerse con la pancarta inicial, o mejor aún, colar otra entre la gente y tirar con los de atrás por otra calle y con otro eslogan. ¡Menudo chasco!

Ellos querían defender la sanidad pública, pongamos por caso y, cuando se dieran cuenta, jaleaban otra frase para “abaratarla”…, que ya les dirán con qué privados cuesta menos. Todo, menos arremeter con los antidisturbios, que sale caro. En los años 80 algo de esto se hizo en Madrid con la manifestación del “cojo Manteca”, y salió la LOGSE.

En la Iglesia no se ven manifestaciones; se llaman procesiones y siguen a la jerarquía por el paseo central. Los que no van, se llaman disidentes. Pero relevos de pancarta sí que hay. También en los 80-90 vimos cambiar de rumbo a la procesión conciliar y tirar por la calle de en medio. Hoy asistimos al del papa Francisco, un artista en virajes rápidos, como lo fue Juan XXIII.

Pues bien, “el León XIII”, como llamaban al Instituto Superior de Pastoral de la Pontificia salmantina en Madrid, iba con su pancarta por la carrera oficial (entre sus fundadores hay obispos y cardenales), pero se quedó solo. Otros desviaban su procesión de curas, seminaristas y agentes pastorales y, de recomendarnos, pasaron a desconfiar y a guardar silencio, a poner trabas a los que venían de las Iglesias pobres a formarse.

Nos parecía soñar, pero seguimos la Iglesia de los pobres, la lectura creyente de la actualidad, los alejados, la liturgia compartida, la presencia de la mujer en las comunidades, los hermanos separados… No vamos en cabeza, pero el camino es este.

En el nº 2.880 de Vida Nueva.

 

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