El hospital del arte

El Instituto de Patrimonio Cultural de España restaura al año se 300 obras, la mitad de arte sacro

restauración de un Cristo en el Instituto de Patrimonio Cultural de España

Texto y fotos: JUAN CARLOS RODRÍGUEZ | “Prácticamente la mitad de las obras que restauramos son de origen religioso o vinculadas a la Iglesia”. La frase es de Alfonso Muñoz Cosme, director del Instituto de Patrimonio Cultural de España (IPCE), el gran corazón del arte español, que da vida a 300 obras de arte al año, con un presupuesto anual de 20 millones. “Es lógico –añade–, porque la Iglesia es depositaria de muchísimo patrimonio“.

“Aquí vienen piezas procedentes de distintas iglesias y catedrales, pero también me refiero a otras que están en museos estatales y son de origen religioso –continúa el director–. Además, intervenimos en el Plan Nacional de Catedrales y en el Plan de Abadías, Monasterios y Conventos, que son parte fundamental de la colaboración con la Iglesia”.

No son solo palabras; basta subir las escaleras de “La corona de espinas”, el edificio que los arquitectos Fernando Higueras y Antonio Miró inauguraron en 1985 en la Ciudad Universitaria de Madrid –y en el que trabajan 150 personas–, para encontrarse con una magnífica obra de Zacarías González Velázquez de la serie sobre la vida de san Francisco, lista para ser enviada a la iglesia de San Francisco el Grande, en el Madrid de los Austrias, recién rehabilitada.

El IPCE es el organismo del Ministerio de Cultura dedicado a la conservación, restauración, investigación, documentación y difusión del patrimonio cultural, tanto mueble, inmueble e inmaterial. Un gran “taller” de quince mil metros cuadrados. “En general, las actuaciones que hacemos son innovadoras, es decir, que plantean retos de investigación –dice Alfonso Muñoz–. Intentamos que sean obras muy valiosas y que presenten una problemática muy compleja o difícil”.

restauración de un cuadro de Murillo en el Instituto de Patrimonio Cultural de España

En el Departamento de Pintura de Caballete trabajan en dos de las obras que Bartolomé Esteban Murillo hizo para el Claustro Chico del convento de San Francisco de Sevilla: San Francisco confortado por un ángel y San Diego de Alcalá dando de comer a los pobres. Ambas están fechadas entre 1645 y 1646 y se exhiben en el Museo de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando (Madrid).

María Dolores Fúster es la encargada de su restauración. Ella resume, como punto de partida, lo que marca el protocolo de restauración: “Primero hay que eliminar todo lo que se ha añadido en las restauraciones anteriores. Es, quizás, lo más difícil. Después, asentar toda la pintura original una vez descubierta para que se pueda conservar lo mejor posible para el futuro. Y, ahora, la última fase, que es de reintegración cromática”.

Antes, sin embargo, es el turno de la ciencia: “Tenemos una serie de ayudas científicas que nos sirven, primero, para saber ante qué materiales estamos y a qué estado de conservación nos enfrentamos. Cuando vamos a quitar los repintes ya sabemos, gracias a una radiografía, qué es exactamente original y los agujeros o lagunas que tiene”.

Hoy, las restauraciones priman dos conceptos básicos: actuar con la menor intervención posible y que los trabajos aplicados sean fácilmente reversibles. Ocurre en pintura, y también en las tallas de madera o de piedra.

Lo podemos comprobar en el Departamento de Escultura Policromada, donde los protagonistas de la restauración son, en este momento, exclusivamente obras de arte sacro procedentes del Museo Diocesano de Córdoba (…)

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En el nº 2.879 de Vida Nueva.

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