Carta abierta a Francesc Torralba

VÍCTOR MANUEL ARBELOA (CREU DE SANT JORDI, PAMPLONA) | Leído y admirado Francesc Torralba: si mi Gobierno navarro o mi Gobierno español hubieran tomado la decisión similar a la del Gobierno catalán, y hubieran hecho las mil y una por separarse e independizarse de Cataluña, y hubiera yo escrito, en esas circunstancias, en alguna revista catalana, creo que habría escrito más o menos lo que escribes en el nº 2.873 de Vida Nueva (solo suscriptores).

No hubiera escrito lo del “encaje en el conjunto de la Península Ibérica”, que me recuerda a los años 70, y por respeto a Portugal. La frase “no se pueden despreciar ni ningunear los sentimientos de un pueblo, tampoco su legítima voluntad de expresarse” la hubiera sustituido por: “No se pueden despreciar ni ningunear las convicciones, las voluntades y los sentimientos de nadie ni se pueden saltar las leyes de todos, y sobre todo no se puede romper, a no ser que haya gravísimos motivos, nuestra convivencia de muchos siglos”.

Lo demás, igual o muy parecido. Ahora bien, si yo escribiera, en ese momento triste, en una revista catalana, seguro de que, después de escribir “como cristiano” –es decir, abstrayéndome de mi ser total–, añadiría algo como colaborador, colega, compañero, amigo de Cataluña, y no me quedaría en eso de “podemos llegar a ser vecinos extranjeros…”.

Diría que conozco y amo Cataluña, me considero, me quiero, y no solo me siento, catalán en Cataluña y fuera de ella, que es también mi patria, y no me contento con que no dejemos de respetarnos como seres humanos ni vivamos resentidos, sino que no quiero que nos dividamos, nos enfrentemos, nos separemos.

Leyendo tu artículo, que parece a primera vista, tan espiritual y modélico, he experimentado la frialdad, la comodidad, la ambigüedad, la distancia del mismo. Me he confirmado en lo que desde hace meses vengo escribiendo, sin querer echar leña al fuego ni querer poner las cosas peor: que si un centenar de catalanes de primera línea, muchos nacidos incluso en la España no catalana, hubieran dicho o escrito, a tiempo, unas pocas palabras de afecto a todos los españoles (es decir, a toda España) y su opción decidida por seguir viviendo juntos, como lo han hecho algunos valientes como Gasol, Iniesta, Caballé, Lara y… pocos más, todo hubiera sido muy distinto.

Pero desde el “grande de España” conde de Godó hasta el arzobispo Pujol, que ha enseñado media vida en la Universidad de Navarra, pasando por intelectuales, profesores, escritores, sindicalistas, artistas, deportistas, políticos –algunos compañeros míos en el Senado y en el Parlamento Europeo–, hasta exministros…, que tanto deben a los españoles (a España), no han abierto la boca, ni tecleado el ordenador, para decir ante la opinión pública lo que algunos de ellos expresan privadamente. ¿Tan malos, o tan indignos, o tan miserables somos?

Muchas cosas me quedan por escribir, leído y admirado Francesc Torralba. Pero, cuando escribo de esta tragedia, las lágrimas no me dejan ver las letras.

En el nº 2.879 de Vida Nueva

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