Yo quiero un Mandela

Fernando Sebastián, arzobispo eméritoFERNANDO SEBASTIÁN | Arzobispo emérito

“Necesitamos líderes que nos ayuden a vivir la solidaridad de todos a favor de todos…”.

No es broma. Los españoles necesitamos un líder honesto y valiente que nos saque de la sinrazón del cainismo y nos haga entrar definitivamente en el camino de la mutua aceptación, del consenso y de la colaboración.

Ya sé que Mandela también tiene sus sombras, pero es igual. Lo que quiero decir es que nuestros políticos, muy especialmente la oposición, tienen que abandonar esa manera destructiva de hacer política de “todos contra la derecha”, absolutamente ideologizada, y tratar de colaborar positivamente para el bien común.

Para eso tendrán que dejar de una vez esa mentalidad maniquea que identifica izquierda y derecha con el bien y el mal absolutos, para buscar puntos de contacto, consensos realistas y beneficiosos para todos.

Los españoles somos muy diferentes. Nadie puede pretender vivir en un país homogéneo, los de izquierdas sin la derecha, ni los de derechas sin la izquierda. Tenemos que aprender a vivir juntos, aceptándonos mutuamente y tratando de encontrar posiciones racionales de acercamiento y consenso, izquierdas y derechas, laicos y católicos, mesetarios y periféricos.

No nos valen los dirigentes que alimentan las sospechas de unos contra otros. Necesitamos líderes que nos ayuden a vivir la solidaridad de todos a favor de todos, la experiencia gozosa de la colaboración universal, honesta y confiada. Tenemos muchos elementos comunes, ¿por qué nos empeñamos en agrandar las diferencias?

Pido a Dios que salga en España un líder, a ser posible desde la izquierda, que supere la tiranía de las ideologías, que borre las trincheras entre izquierdas y derechas y nos enseñe a buscar racionalmente, en actitud de mutua aceptación y consenso, el bien común, con libertad, con sinceridad y con eficacia.

Y no nos vendría mal un Tutú que, desde la clave religiosa y moral, nos animara en el mismo sentido. Algo parecido al papa Francisco, pero pisando la piel de toro.

En el nº 2.878 de Vida Nueva.

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