Centro Hospitalario Monkole: volcados para sanar a su pueblo

Centro Hospitalario Monkole en República Democrática del Congo

El hospital atiende a 100.000 congoleños sin recursos

Centro Hospitalario Monkole en República Democrática del Congo

Centro Hospitalario Monkole: volcados para sanar a su pueblo [extracto]

MIGUEL ÁNGEL MALAVIA. Fotos: HARAMBEE ESPAÑA | La esperanza para un pueblo sufriente nace en muchas ocasiones de la decisión audaz de un grupo de personas por unir su esfuerzo y responder conjuntamente a las lacras que lo destruyen. En este sentido, por desgracia, suele ser habitual que esta acción se haga sin el apoyo e incluso al margen de la administración pública, teórica garante del impulso de servicios esenciales para su sociedad, como pueda ser la atención sanitaria.

Precisamente, esto es lo que ocurre en la República Democrática del Congo, el segundo en la triste lista de los países más pobres del mundo. En Kinshasa, su capital, funciona el Centro Hospitalario Monkole, donde sus 40 profesionales atienden al año a unos 100.000 ciudadanos, en un 80%, personas sin recursos.

Pese a esta ingente acción, el Estado congoleño no contribuye en nada al sostenimiento de un centro cuya supervivencia, en gran parte, se consigue gracias al apoyo del Opus Dei, pero también por la recepción de fondos de otras instituciones y países, siendo España el más volcado. Centro Hospitalario Monkole en República Democrática del Congo

Aun así, pese a la nula implicación de las autoridades nacionales, sus logros son espectaculares, contando además el hospital con una escuela de enfermeras (donde ya han podido otorgar una beca para su formación a más de 500 chicas) y un departamento para la lucha contra el sida en el que han atendido a 5.000 mujeres y con el que han conseguido bajar en más de un 25% los casos de contagio en el municipio de Kindele, un barrio de la capital.

Aunque su joya de la corona es el departamento de maternidad infantil. Así, si en el propio hospital han conseguido unos increíbles índices de efectividad (la mortalidad infantil ha descendido del 50% al 22% y los casos de mujeres muertas en el parto han pasado del 50% al 18%), no menos notorio es lo que han logrado con el programa Maternidad sin riesgos, con el que coordinan un equipo médico que acude directamente a las alejadas zonas rurales y de selva, de difícil acceso y siempre olvidadas por el aparato estatal.

Gracias a esta acción de seguimiento ambulante, ya han logrado atender a cerca de 30.000 mujeres embarazadas, ayudando a muchas de ellas incluso a dar a luz.

Impulsados por el Opus Dei

Desde 2008, dirige este programa la ginecóloga Celine Tendobi, a sus 42 años, una de las principales referentes del Monkole. Recientemente en España, donde vino para recoger el Premio a la Promoción e Igualdad de la Mujer Africana, concedido por la fundación Harambee España (centrada en la promoción de iniciativas solidarias de educación y sanidad en África), explicó cómo fue el germen de una acción que ha beneficiado a tantísimas personas:

“En 1989 vino a visitarnos el entonces prelado del Opus Dei, Álvaro del Portillo. Ante el mal estado de la educación y la sanidad en el país, y al ver que encima ambas no son públicas ni gratuitas, nos animó a quienes pudiésemos comprometernos a que hiciéramos todo lo posible por ayudar a los más pobres. A los dos años, en 1991, se puso en pie el Monkole. Hoy es un hospital con 150 camas, pero entonces solo tenía tres…”.

Pese a los esfuerzos de sus profesionales, la escasez de recursos marca su acción diaria, que podría ser aún más eficaz de contar con más apoyos. Por ejemplo, explica Celine, para el programa Maternidad sin riesgos solo cuentan con tres dispensarios, pero repartidos estratégicamente en distintas zonas rurales, en Eliba (desde 1996), Kimbondo (desde 1997) y Moluka (desde 2003).

Junto a un equipo móvil (incluido un gran aparato para hacer ecografías), con otros cuatro compañeros, acuden un día de la semana, respectivamente, a cada uno de los tres lugares, desplazando ellos mismos el pesado material que necesitan para la atención a las embarazadas, pues los coches no pueden llegar hasta las casas. Algo necesario, pues se han dado casos de tener que atender partos coincidiendo con las visitas. “Alguna vez, hasta gemelos”, se sonríe. Centro Hospitalario Monkole en República Democrática del Congo

Pese a todo, admite la ginecóloga, “nadie duda que somos el hospital de referencia y cubrimos un espacio muy necesario, pues el Estado no invierte nada en sanidad ni educación y la gran mayoría de la gente no puede acceder a estos servicios básicos. En Kinshasa hay otros hospitales, pero todos son privados y muy caros”.

El suyo no tiene ánimo de lucro. Y es que tienen claro que su misión va mucho más allá de un simple negocio: “Queremos ayudar a que la familia siga siendo la gran riqueza de África. Aquí lo normal son familias numerosas, con 10 u 11 hijos, pese a la pobreza. Igualmente, en cada casa, los ancianos son los más considerados. No podemos permitir que algo así esté en peligro”.

En el caso concreto de su país, Celine acepta que hayan de luchar ante la adversidad, aunque no logra entender cómo han llegado a esto: “Somos un país rico, con una ingente cantidad de oro, cobre o coltán. Geográficamente, nuestro territorio es como cinco veces España y somos unos 78 millones de habitantes. Pero las guerras han provocado que estemos en la más absoluta pobreza. Solo entre 1994 y 2008 hemos padecido tres cruentas contiendas civiles, en las que se han registrado cuatro millones de muertos… Y aún sufrimos los ataques de los guerrilleros”.

De ahí que reivindique la concienciación ciudadana, para que cada vez sean más los que, pese a las dificultades, decidan dar un paso al frente y, cada uno desde su capacidad, se comprometa a sacar el país adelante. En este sentido, la médica valora enormemente la acción de los misioneros: “Ellos hacen mucho en todo el territorio, fundamentalmente en sanidad y educación, que son nuestras necesidades más básicas y el motor de todo cambio. Están los jesuitas y muchas otras comunidades religiosas. Su labor es indispensable, pero necesitamos más apoyos”.

De hecho, aprovechando la concesión del premio, Harambee España impulsó una gira de Celine por varias ciudades para recaudar fondos. Especialmente de los ciudadanos, pues, desde que estalló la crisis, el apoyo de las administraciones a la cooperación al desarrollo se ha visto ahogado.

Allí donde han escuchado su historia, todos han podido comprobar de dónde surgió en ella el deseo de ayudar a los demás: “De niña, apenas conocía nada, pero veía el dolor que me rodeaba. Así, entendí que muchos niños a los que conocía enfermaban porque no había higiene y apenas acceso al agua. Entonces decidí que quería estudiar Medicina. Luego supe que sería ginecóloga cuando vi cómo muchas mujeres, a mi alrededor, morían al tener que dar a luz en casa en muy malas condiciones. Tuve la suerte de poder venir a España a formarme. Incluso llegué a conseguir un muy buen trabajo en un hospital de Barcelona. Pero sabía que tenía que volver a casa, a mi país, donde tanto se necesita el compromiso de quienes sí podemos hacer algo por cambiar las cosas. Pueden ayudarnos desde fuera, pero hemos de ser nosotros mismos los que construyamos la sociedad”. Centro Hospitalario Monkole en República Democrática del Congo

Volvemos al principio. La esperanza para un pueblo sufriente empieza y pasa por que los hijos con más posibilidades quieran permanecer en casa y tirar del resto de sus hermanos.

Maestras de la vida

Pese a la alta consideración de Celine Tendobi por su trabajo como ginecóloga, su compromiso con la comunidad siempre ha ido más allá de lo médico.

Así, ya en su época de estudiante universitaria, conscientes de que las necesidades en educación también afectan a la mayor parte de sus conciudadanos, ella y otras compañeras dedicaban su tiempo libre a la alfabetización de muchas mujeres en Kindele.

Hoy lo recuerda con gran cariño: “Es una zona muy pobre, donde las mujeres no saben nada y así no pueden prosperar. Por eso, también les enseñábamos primeros auxilios, a detectar enfermedades infantiles, a coser, a cocinar y, sobre todo, a cuidar la higiene de la casa y con los niños”.

En 1993, con solo 22 años, Celine fue nombrada responsable de la educación sanitaria y medioambiental del municipio. Hoy, dos décadas después, además de en el Centro Hospitalario Monkole, trabaja en el Departamento de Ginecología de la Clínica Universitaria de Kinshasa.

Para ella, toda acción es poca en un país en el que la esperanza de vida es de 48 años y en donde el 54% de la población tiene menos de 15 años.

En el nº 2.878 de Vida Nueva

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