Carismas de la vejez

JUAN RUBIO, director de Vida Nueva | Cinco son los carismas propios de la vejez: la gratuidad, la memoria, la experiencia, la interdependencia y una visión completa de la vida.

El anciano vive el tiempo como gratuidad, ayudando a esta sociedad demasiado ocupada. A la vez, le aporta la memoria. Para que no se corra el riesgo de repetir los errores de ese pasado. Con su experiencia, ayuda a la sociedad a no solo tener en cuenta las respuestas de la ciencia y de la técnica, que reemplazan la utilidad de la experiencia vital.

Igualmente, ayuda a vivir la interdependencia, pues nadie puede vivir solo. Los ancianos, en su búsqueda de compañía, protestan contra una sociedad en la que los más débiles se dejan con frecuencia abandonados a sí mismos. Por último, nos ofrecen una visión más completa de la vida.

Nuestra vida, dominada por los afanes, la agitación y las neurosis, olvida los interrogantes fundamentales sobre la vocación, la dignidad y el destino del hombre. La vejez es la edad de la sencillez y de la contemplación. Las sociedades humanas serán mejores si saben aprovechar los carismas de la vejez y hacer que nos ayuden a entender la vida desde otra prespectiva más humana, más cristiana.

director.vidanueva@ppc-editorial.com

En el nº 2.877 de Vida Nueva

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