Evangelii gaudium: carta de navegación

MONSEÑOR FABIÁN MARULANDA, Obispo emérito de Florencia

 

La Exhortación Apostólica Evangelii gaudium tiene el sello y el estilo del papa Francisco: lenguaje sencillo, claro y directo, frases coloquiales, fácil de entender para el hombre de hoy.

En ella el Papa nos entrega una larga y enriquecedora reflexión sobre temas que ayudarán a perfilar un nuevo estilo y una imagen renovada de la Iglesia, siempre y cuando que volvamos al Evangelio y experimentemos la alegría de la evangelización.

Los destinatarios, precisa el Papa, son los cristianos que regularmente frecuentan la comunidad y se reúnen el día del Señor, los bautizados que no viven las exigencias del bautismo y los que no conocen a Cristo o siempre lo han rechazado. El Papa quiere llegar a todos y por eso plantea la exigencia de una salida misionera.

Y para no crear falsas expectativas, habla de los límites de su Exhortación y de los temas que desea tratar.

“No se trata, dice, de tratar aquí múltiples cuestiones que deben ser objeto de estudio y cuidadosa profundización. Tampoco debe esperarse del magisterio Papal una palabra definitiva o completa sobre todas las cuestiones que afectan a la Iglesia y al mundo”. No quiere el Papa Francisco reemplazar a los episcopados locales y percibe la necesidad de avanzar en una saludable descentralización de la Iglesia.

“Es vital que la Iglesia salga a anunciar el Evangelio a todos, en todas partes, sin demora, sin asco, sin miedo; y esto porque los documentos no despiertan hoy el interés de otras épocas; porque no se pueden dejar las cosas como están, porque no sirve una simple administración y porque existe en el mundo un anhelo impaciente y generoso de renovación”.

Renovación de la Iglesia

La renovación de la Iglesia es una idea que atraviesa toda la Exhortación. El Papa afirma que ésta es impostergable en la parroquia y en la Iglesia particular; requiere incluso la conversión del papado, dado que una excesiva centralización complica la vida de la Iglesia y su dinámica misionera. En consecuencia, invita a abandonar el “siempre se ha hecho así” y a optar por una mayor audacia y creatividad.

“En el seno de la Iglesia hay innumerables cuestiones acerca de las cuales se investiga y se reflexiona con amplia libertad. A quienes sueñan con una doctrina monolítica, defendida por todos, sin matices, esto puede parecerles una imperfecta dispersión. Pero la realidad es que esa variedad ayuda a que se manifiesten y desarrollen mejor los diversos aspectos de la inagotable riqueza del Evangelio”.

Santo Tomás de Aquino destacaba que los preceptos dados por Cristo y los apóstoles al pueblo de Dios son poquísimos. De ahí que los preceptos añadidos por la Iglesia deben exigirse con moderación “para no hacer pesada la vida a los fieles” y convertir nuestra religión en una esclavitud.

Es evidente que el Papa quiere y desea la renovación y el cambio de la Iglesia. Espigando en la Exhortación encontramos afirmaciones como estas: “el confesonario no debe ser una sala de torturas sino el lugar de la misericordia”, queremos una Iglesia con las puertas abiertas; “prefiero una Iglesia accidentada, herida y manchada por salir a la calle, antes que una Iglesia enferma por el encierro y la comodidad de aferrarse a sus propias seguridades”.

Además, escribe el Papa: “es necesario que reconozcamos que, si parte de nuestro pueblo bautizado no experimenta su pertenencia a la Iglesia, se debe también a la existencia de unas estructuras y a un clima poco acogedores en algunas de nuestras parroquias y comunidades, o a una actitud burocrática para dar respuesta a los problemas, simples o complejos, de la vida de nuestros pueblos”.

La limitación del espacio para esta nota me impide relievar otras reflexiones del Papa. Me limito a destacar algunas frases que van en la línea de la renovación: No nos dejemos robar la comunidad, ni el Evangelio, ni el ideal del amor fraterno ni la fuerza misionera.

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