La crisis sigue con el “descarte”

protesta en la calle contra los recortes en derechos sociales derivados de la crisis económica

En 2013, en España ha aumentado la fractura social, mientras entidades de Iglesia se vuelcan con los afectados

protesta en la calle de cristianos contra los recortes en derechos sociales derivados de la crisis económica

Sacerdotes, religiosos y laicos de Cartagena se manifestan contra los recortes

FRAN OTERO | Sin olvidar que son muchos los pueblos que viven en permanente crisis, una de las cuestiones más importantes que han afectado a Europa y, en concreto, a España, tiene que ver con la crisis económica. Si bien es cierto, como se encargan de repetirnos desde el poder político, que hemos mejorado algunas cifras macroeconómicas, también lo es que esta mejora todavía no se ha reflejado en la mayor parte de la población, sobre todo, en la que menos tiene.

Y es que durante el año 2013 han aumentado la pobreza, la desigualdad, la fractura social y ha empezado a producirse un desbordamiento de la familia, el principal sostén de muchas personas. Si las cifras son ya de por sí alarmantes e impactantes, más aún lo son las experiencias y sufrimientos de tantas personas que han perdido su casa, les han echado del trabajo, les han retirado la tarjeta sanitaria por no tener papeles o tienen que acudir a un comedor benéfico para poder alimentar a sus hijos. Una crisis que no es sino reflejo de lo que el papa Francisco ha llamado “la cultura del descarte”.

Son dramas que la Iglesia, a través de sus miembros e instituciones, ha intentado aliviar o, al menos, acompañar. Es lo que ha hecho Cáritas en dos dimensiones: la ayuda directa y primaria o la denuncia profética de un sistema que margina a los más débiles. Ahí están su Memoria, el Informe Foessa o el Informe del Observatorio de la Realidad Social, tras el que se esconden familias, personas con nombres y apellidos, niños, inmigrantes, mujeres… historias que serían imposibles de abarcar en estas páginas.

De hecho, el último informe de Cáritas era escalofriante, pues mostraba que el número de personas que viven en pobreza severa –con menos de 307 euros al mes– ya alcanzaba los tres millones, el doble que antes de la crisis, y que la desigualdad se había incrementado, siendo su valor el más alto de Europa.

Junto a esa realidad que muestra Cáritas, nos encontramos con la esperanza de la solidaridad, de la preocupación y el interés por el prójimo… La buena noticia es que, en mayor o menor medida, la sociedad española está respondiendo al reto de la pobreza de tantos intentando ser creativos y buscando soluciones a corto o largo plazo. Crecen las aportaciones privadas frente al recorte de subvenciones públicas, así como el dinero invertido y los voluntarios. De no ser así, las consecuencias de esta situación social serían peores.

Mirada de futuro

Y mientras se trabaja en paliar las necesidades de tantos ciudadanos, no se deja de mirar al futuro, a largo plazo, en busca de cambios profundos. La solución –son muchos los que ya están de acuerdo– pasa por la construcción de un modelo más humano donde prime la persona por encima de los beneficios, un modelo que implica a toda la población y que nos interpela en nuestros hábitos de consumo y forma de vida. Lo ha repetido Cáritas pero también congregaciones religiosas, ONGs de la Iglesia, movimientos…

Una de estas propuestas, por poner un ejemplo, es la Economía de Comunión, que promueve el Movimiento de los Focolares, y que está empeñada en transmitir a los jóvenes que “el capitalismo no es obligatorio”, que hay otras formas de emprender y de entender las relaciones económicas.grupo de personas se manifiestan en la calle mientras un hombre busca en un contenedor

Otra iniciativa, promovida desde las universidades jesuitas, tiene que ver con la regeneración de la vida pública, tan denostada por la corrupción. Una propuesta que vuelve a vincular la política con la promoción de la justicia y el desarrollo integral del ser humano. En definitiva, en una declaración, conocida por UNIJES, se pide que la política recupere el espacio que le ha usurpado la economía, de modo que promueva el bien común y los intereses generales de la sociedad.

Más recortes

Y es que desde los gobiernos –central, autonómicos y mucipales–, se han ido tomando decisiones a lo largo del año que han tenido consecuencias negativas en la población en materias tan importantes como la sanidad, la educación y los servicios sociales. Tanto es así que Cáritas ha denunciado que las modificaciones legislativas promovidas por el Gobierno han provocado el abandono de tratamientos médicos, un acceso restringido a becas, la falta de atención a necesidades educativas especiales o el endurecimiento de las condiciones para el acceso a servicios y prestaciones sociales.

“No queremos resignarnos a un modelo de vida caracterizado por la precariedad y un retroceso en el reconocimiento y disfrute de los derechos humanos. Tampoco aceptamos un proceso de fractura social legitimado por una desigualdad creciente”, señaló en una declaración tras su Asamblea General de este año.

Pero no solo se han atendido en la Iglesia las necesidades más básicas, que tienen que ver con la comida o la vivienda, sino también aquellas, fundamentales, que tienen que ver con la salud psicológica, afectada, por ejemplo, por el paro de larga duración. También ahí ha estado la Iglesia, a través de parroquias y congregaciones religiosas, acompañando y formando grupos de apoyo.

En definitiva, la Iglesia, junto con otras muchas instituciones sociales, está jugando un papel importante a la hora de aliviar las consecuencias que la situación económica de nuestro país está teniendo sobre muchas familias, un trabajo que continuará el año que viene con ánimos renovados y que implica un compromiso personal.

Así, al menos, lo entienden las entidades cristianas que en este 2013 que acaba se han movilizado por los más desfavorecidos, entre ellas, unas 30 organizaciones que firmaron recientemente estas palabras: “Impulsados por el ejemplo que Jesús nos propone en la parábola del Buen Samaritano de no mirar hacia otro lado ante el dolor que nos rodea, nos animamos a gritar, ante el silencio escandaloso de los que tienen más voz y son más escuchados, que esta situación de recorte y pérdida de derechos sociales no puede continuar, porque es contraria a los deseos de Dios de garantizar la dignidad de la persona humana”.

En el nº 2.876 de Vida Nueva. Sumario del número especial

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