San Antonio, un dispensario en el que no piden papeles ni copagos

médico pasa consulta a inmigrante sin tarjeta en el dispensario San Antonio de Madrid

médico pasa consulta a inmigrante sin tarjeta en el dispensario San Antonio de Madrid

JOSÉ LUIS PALACIOS | Una hora antes de que abra el dispensario San Antonio ya hay personas esperando a ser atendidas por este servicio médico gratuito, situado en el madrileño barrio de Cuatro Caminos e impulsado por los franciscanos capuchinos que regentan la parroquia del mismo nombre.

Dos veteranas enfermeras de la Obra Misionera de Jesús y María coordinan a los 25 voluntarios, entre médicos internistas y especialistas de disciplinas como la odontología, la ginecología y la oftalmología, que pasan consulta, sin pedir nada a cambio, a lo largo de los cinco días laborales, en turnos de mañana y tarde. Cerca de 5.000 pacientes pasan cada año por sus dependencias.

Al capuchino Jesús Rodríguez, que está al frente de este servicio, le gusta recordar que esta obra social tiene ya cerca de 50 años. “Nunca ha faltado gente que lo necesite. Antes de que existiera la Seguridad Social, aquellos que no podían pagarse la atención sanitaria; después, personas que por unas razones o por otras no tenían quienes les llevaran a las consultas o no recibían la atención que querían en los centros públicos. Desde hace unos años, sobre todo, vienen personas inmigrantes, la mayoría sudamericanos, pero también del Este de Europa y algún magrebí”, relata a Vida Nueva.

“A veces nos dicen que hacemos el juego a la Administración, pero nosotros no queremos entrar a discutir en esos términos, al menos no mientras haya quien necesite nuestros servicios. A lo mejor hay que hacer una denuncia pública, no lo sé, pero este no es el sitio… Nosotros atendemos a quien nos lo pide, sin pedir papeles, ni cobrar, ni discriminar a nadie por su origen o religión…”, detalla este religioso de 46 años.

Los recortes en Sanidad –sobre todo la retirada de la tarjeta sanitaria a los inmigrantes– se han dejado notar en el dispensario. La pequeña sala de espera se llena todos los días. Antes del establecimiento del copago y la retirada de la tarjeta sanitaria, todos los lunes se distribuían los medicamentes prescritos con receta médica entre quienes no podían pagarlos. Ahora es una tarea diaria que se realiza en cada consulta, siempre bajo supervisión médica. Hasta el SAMUR Social les lleva pacientes que necesitan medicación, “porque saben que de otro modo no la podrían conseguir”, explica Rodríguez.

Sor Olvido lleva 17 años en San Antonio; sor Guadalupe, 25. Ambas tienen la experiencia de desarrollar su vocación sanitaria en países del Sur. “Cuando les cuento a las demás hermanas lo que hacemos aquí, les digo que es como si estuviéramos en África o en América Latina”, declara la hermana Olvido, cercana ya a los 80 años de edad. “Hemos pasado de tener un sistema sanitario que lo cubría todo, fuera importante o no, a quitarle lo que más falta hace a la gente que enferma”, apostilla su compañera.

En el dispensario de San Antonio no hay recortes, al menos, de personal. “Hay lista de espera de voluntarios. Estamos tratando de firmar un acuerdo con el hospital Beata María, de las Hermanas Hospitalarias, para derivar a las personas que necesitan radiografías; tenemos una doctora del hospital Gregorio Marañón que invita a sus residentes a hacer voluntariado aquí, y hasta un reputado oftalmólogo pasa consulta con su equipo”. Lo cual no significa que no haya apuros económicos, más aún cuando la demanda va en aumento.

Eso sí, este capuchino es un gran convencido de la Divina Providencia, después de comprobar que, “cuando hace falta, aparece una persona que provee…”. No obstante, al despedirse el religioso, comenta que les falta un aparato para hacer ecografías. “Cuestan mucho dinero y no nos llega…”, dice.

En el nº 2.875 de Vida Nueva

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