La alegría de ser obreros en la Casa del Señor

Una parroquia de Huelva construye un nuevo templo contratando a desempleados

obreros construyen nueva iglesia parroquial en La Antilla, Huelva, contratados por la Iglesia local

MIGUEL ÁNGEL MALAVIA. Fotos: MANUEL GARCÍA | A veces, cuando en la Iglesia se reflexiona sobre la búsqueda de propuestas creativas con las que calmar la sed del espíritu y el hambre del estómago del hombre de hoy, surgen iniciativas que acaban siendo revolucionarias en sus contextos particulares. Es lo que ha ocurrido en La Antilla, un enclave turístico situado entre las localidades onubenses de Lepe e Isla Cristina.

Allí, desde hacía más de una década, se venía insistiendo en la necesidad de construir un nuevo templo parroquial que pudiera atender pastoralmente a las miles de personas que acuden a su costa durante todo el curso. Hasta que el año pasado, cuando ya el proyecto obtuvo la luz verde, se disparó la imaginación y se apostó por que este hogar de Dios naciera como fruto del trabajo de los propios hijos de Huelva. En otras palabras, la parroquia se constituyó en empresa constructora y encargó la labor a decenas de desempleados de la región.

El gran artífice del proyecto es José Ramón Verea, sacerdote en la vecina parroquia de Nuestra Señora del Carmen, en Lepe, que es la que se encargará de los trabajos para levantar este conjunto parroquial en La Antilla. “Todo es fruto de muchos esfuerzos compartidos”, insiste él.

“Parecía lógico encargárselo a una empresa, y las ofertas eran muchas. Pero lo cierto es que, mirando todo lo que está ocurriendo con la crisis y la especulación, y conscientes del amplio paro que hay en la zona, en la parroquia nos decidimos y nos constituimos como una constructora con el único fin de hacer nosotros mismos la obra, contratando para ello con la gente de nuestros pueblos que lo estuviera pasando peor”.

Andrés López fue el primer contratado para la obra: “Aparte de poder trabajar, lo mejor es el ambiente que hay entre nosotros cada día. Reina una verdadera armonía, una ilusión diferente… Jamás había visto algo así en ninguna otra obra”.

A su juicio, eso se da por las charlas con José Ramón –“nos hace ver que somos personas y no números, nos aconseja y nos anima; antes venía él a preguntarnos qué tal estábamos, pero ahora somos más bien nosotros los que le buscamos a él para hablar”– y por el hecho de saber que lo que construyen será un lugar sagrado: “Como parroquiano, me gusta formar parte de una obra en la que pienso que Dios es el obrero principal y nos ofrece su ayuda a través del Espíritu Santo”.

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En el nº 2.875 de Vida Nueva

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