La adoración literaria de los Reyes Magos

escritores españoles y latinoamericanos que han tratado el tema de los Reyes Magos

Muchos escritores han abordado el ‘mito’ de los Magos de Oriente a través del cuento, la novela o la crónica

escritores españoles y latinoamericanos que han tratado el tema de los Reyes Magos

La adoración literaria de los Reyes Magos [extracto]

JUAN CARLOS RODRÍGUEZ | Frente a la amplia literatura en torno a los cuentos de Navidad, la relativa a los Reyes Magos tiene una menor presencia, pero significativa. Ahora que unos y otros ya se lanzan a la compra de los regalos, es el turno de repasar novelas, relatos y hasta crónicas periodísticas acerca del “mito” de los Reyes Magos. La literatura española e hispanoamericana proyecta una mirada compleja hacia la Epifanía y el relato del Nuevo Testamento, aunque, más allá del escenario teológico, parte de un discurso desbordado por la ilusión y la esperanza.

Es el caso, por ejemplo, de Ramón María del Valle-Inclán. El autor de Luces de Bohemia publicó en el libro de relatos Jardín Umbrío (1903), un cuento, La Adoración de los Reyes, de reescritura del pasaje evangélico en donde el narrador asume lo que debían de pensar Gaspar, Melchor y Baltasar: “¡Los ojos le verán y todo será purificado en nosotros!”.

Los tres Reyes Magos son pura alegoría. Es una leyenda que se ha ido conformando en la propia historia del cristianismo a partir del Evangelio de san Mateo, pero también recreando con el paso del tiempo, como en La leyenda dorada, los relatos hagiográficos de Santiago de la Vorágine, arzobispo de Génova, en el siglo XIII.

A ese libro acudió Emilia Pardo Bazán, la autora católica que más ha escrito de la Navidad –en 28 de entre los casi 600 relatos que publicó– y de los Reyes Magos, siete cuentos, firmados entre 1895 y 1918. Todos aparecieron originariamente en prensa y están recogidos en sus Obras Completas. Entre ellos, los hay que insisten en la necesidad de reescribir la leyenda; mientras que en otros se adentra más en la fiesta contemporánea de la Epifanía y la tradición de los regalos: “Felices ellos si pudiesen seguir siempre consagrando el pensamiento a la muñeca y al bebé. Vendrán la esposa, los hijos, la vida de carne y hueso, con mayor conciencia de sí propia…, y el hombre hecho se acordará con nostalgia de cuando le traían los Santos Reyes unas glorias y unas penas de cinc y de cartón” (1901). En los últimos publicados, El error de los Magos (1917) y El triunfo de Baltasar (1918), inserta a los Reyes en la realidad trágica de la Gran Guerra.

La adoración de los Reyes Magos, pintura de Van der Weyden

‘La adoración de los Reyes Magos’, de Van der Weyden

De la magia al periodismo

Posterior es La adoración de los Reyes Magos, de Manuel Mújica Laínez, el gran narrador argentino, quien se adentró en lo sobrenatural religioso en ese relato, incluido en su obra Misteriosa Buenos Aires (1951). Un niño sordomudo ve cómo cobran vida los personajes de un tapiz expuesto en el altar de la iglesia del convento de Santa Clara, en Buenos Aires, y que reproduce la famosa iconografía de Rubens sobre la adoración de los Reyes Magos. Era el modo de Mújica Laínez de expresar el misterio, lo no dicho, la invisibilidad de los Reyes en la noche del 5 de enero.

Nada que ver con la narración, escrita a modo de crónica periodística a mediados de los años 60, que Camilo José Cela tituló Los zapatos de la Noche de Reyes, y que publicó en el libro Las compañías convenientes y otros fingimientos y cegueras (1981). Cela narra el desasosiego del niño que fue ante la revelación de que los Reyes Magos no existen: “Como alguien nos dijo –hace muchos años ya– que era un tanto dudosa la existencia de los Reyes Magos cabalgando sus caballos alados y velocísimos con un completo bazar a cuestas, por todos los caminos el mundo, nosotros miramos, pasado el primer momento de estupor, para nuestros zapatos, para nuestros traidores zapatos que, estando en el secreto, tan callado se lo tenían”.

Otro Nobel de Literatura, Gabriel García Márquez, escribió en 1980 un artículo muy citado con el título de Estas navidades siniestras, en el que lamenta que “ya nadie se acuerda de Dios en Navidad” y donde se explica, rememorando su infancia colombiana: “La mistificación empezó con la costumbre de que los juguetes no los trajeran los Reyes Magos –como sucede en España con toda razón–, sino el Niño Dios. Los niños nos acostábamos más temprano para que los regalos llegaran pronto, y éramos felices oyendo las mentiras poéticas de los adultos. Sin embargo, yo no tenía más de cinco años cuando alguien en mi casa decidió que ya era tiempo de revelarme la verdad. Fue una desilusión no solo porque yo creía de veras que era el Niño Dios quien traía los juguetes, sino también porque hubiera querido seguir creyéndolo”.

Esta confesión de García Márquez enlaza con un ensayo referencial, publicado en 2002 por el catedrático de la Universidad Complutense Jesús González Requena, Los tres Reyes Magos: La eficacia simbólica (Akal). “El rito sobrevive, aunque el mito que lo funda –la historia de los Reyes Magos– es vivido como anacrónico y, en esa misma medida, insostenible. El caso es que los que participan en el rito, si bien afirman no creer ya en los Reyes Magos, no quieren, a pesar de todo, al menos por lo que se refiere a sus propios hijos, prescindir de él”.

Si lo miramos en un espejo literario, este sería una de las novelas de José Jiménez Lozano, El libro de los visitantes (Ediciones Encuentro), publicada en 2007. El premio Cervantes se permite un “capricho navideño” en el que incluye, frente a discursos negacionistas, el anacronismo de incluir a algunos de sus pensadores predilectos –Pascal, Descartes y Spinoza– entre los filósofos y geómetras, reyes y sabios que visitaron a Jesús.

Más allá de la literatura en español, este tour de force de Jiménez Lozano da pie a dos referencias necesarias. La primera, la novela del francés Michel Tournier, Gaspar, Melchor y Baltasar (Edhasa), escrita en 1980, en la que da rienda suelta a la imaginación revisionista para erigir una obra fantástica, extraordinaria, libre y caprichosa sobre la identidad de los Magos de Oriente.

En el postscriptum final, aclara: “Los pasajes del Evangelio según san Mateo constituyen la única mención que los textos sagrados hacen de los Reyes Magos. Los Evangelios según Marcos, Lucas y Juan no hablan de ellos. Mateo no dice cuántos eran. La cifra tres suele deducirse de los tres regalos que se mencionan: el oro, el incienso y la mirra. Todo lo demás sale de los textos apócrifos y de la leyenda, incluyendo los nombres. El autor tenía, pues, plena libertad para inventar, recurriendo al fondo de su educación cristiana y a la magnífica iconografía inspirada por la adoración de los Magos”.

Es lo que hizo Umberto Eco en Baudolino (Debolsillo), aunque solo dedica unas pocas páginas a enumerar algunas de las leyendas que persiguen a Gaspar, Melchor y Baltasar guiados por la estrella de Oriente: “Los Magos, ¡ah! –decía–. La tradición los menciona continuamente, y muchos padres nos han hablado de ellos, pero los Evangelios callan, y las citas de Isaías y de otros profetas dicen y no dicen”.

Quizás lo único que importa es lo que escribe José Antonio Pagola en su Relato desconcertante: “A este Dios, escondido en la fragilidad humana, no lo encuentran los que viven instalados en el poder –los Herodes de turno– o encerrados en la seguridad religiosa. Se les revela a quienes, guiados por pequeñas luces, buscan incansablemente una esperanza para el ser humano en la ternura y la pobreza de la vida”.

jcrodriguez@vidanueva.es

En el nº 2.875 de Vida Nueva

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