Curas de humildad

Francisco M. Carriscondo, profesor de la Universidad de MálagaFRANCISCO M. CARRISCONDO ESQUIVEL | Profesor de la Universidad de Málaga

“El mismo rubor siento ahora cuando Ana Botella atribuye “el mayor progreso de la humanidad” a la praxis ideológica de su partido…”.

El mismo rubor que sentí cuando Leire Pajín hablaba de una “conjunción planetaria”, al coincidir el Gobierno de Zapatero y el de Obama en sus respectivos países, siento ahora cuando Ana Botella atribuye “el mayor progreso de la humanidad” a la praxis ideológica de su partido.

Ya sabíamos que estos acólitos del poder adolecen de un enorme desconocimiento de la historia (recuérdese aquella política que hablaba de la Inquisición como una institución decimonónica), pero ahora observamos también cómo su ignorancia se ve agravada por una crónica verborrea.

El radio de acción de su colosalismo mediático llega a veces a extremos ridículos sin existir un propósito de la enmienda, a juzgar por que vuelven a tropezar, una y otra vez, en la misma piedra.

Qué poca vigencia tienen hoy en día las conocidas como curas de humildad, remedio, el mejor, para este tipo de patologías. Ni siquiera figura la expresión en nuestros diccionarios, muestra del tiempo en que vivimos.

No es el error en que uno cae, siempre perdonable, dispuestos como estamos a acercar nuestra mano y levantar a quien sufre la caída. Es la actitud de permanecer en un estado continuo de error, por culpa de una arrogancia indolente, que ni siente ni padece.

Pasajes bíblicos hay en abundancia donde se nos conmina a vivir de una manera menos soberbia, pero quisiera recordar en esta ocasión testimonios como el del Poverello: “Yo necesito poco, y ese poco lo necesito muy poco”.

En el nº 2.875 de Vida Nueva.

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