Nuestro amigo Francisco

papa Francisco con el rabino argentino Abraham Skorka

papa Francisco muy sonriente saluda a los fieles

Nuestro amigo Francisco [extracto]

MARCELO ANDROETTO (BUENOS AIRES) | Un cura villero, Pepe di Paola, y un rabino, Abraham Skorka, grandes amigos en Buenos Aires del cardenal Jorge Mario Bergoglio, le han visitado en el Vaticano, ahora ya como Francisco, el sucesor de Pedro. Su responsabilidad ha cambiado, pero, como reconocen a Vida Nueva, la confianza permanece inalterable.

En tiempos de Facebook y Twitter, el deseo del cantante Roberto Carlos de tener un millón de amigos parece tornarse realidad. Pero quienes saben de la amistad, reconocen que se trata solo de una ilusión: amigos de los buenos hay pocos. Y, para conservarlos, hace falta tiempo, dedicación y gestos. El papa Francisco lo tiene claro y lo practica. Por ello no pierde oportunidad de avivar el fuego de la amistad con aquellos que se quedaron en Buenos Aires, pero siguen en su corazón.

El rabino Abraham Skorka y el cura villero Pepe di Paola son dos amigos “de fierro” de Jorge Mario Bergoglio, quien recientemente los recibió, en ocasiones distintas, en el Vaticano.

papa Francisco con el rabino argentino Abraham Skorka

Reencuentro de dos viejos amigos

En el caso de Skorka, a finales de septiembre pasado fue invitado por la Cominidad de Sant’Egidio a un congreso de diálogo interreligioso. Las festividades religiosas judías y los horarios de vuelo lo pusieron ante la disyuntiva de cuándo viajar y dónde alojarse en Roma. Fue entonces cuando su amigo Francisco le ofreció quedarse en la Casa Santa Marta, donde reside.

El hecho de que un rabino se alojara durante una semana dentro de los límites de la Ciudad del Vaticano fue calificado de “histórico” por la prensa internacional. Y así, el director del Seminario Rabínico, Marshall T. Meyer, tuvo la oportunidad de desayunar, almorzar y cenar con el Papa en el comedor de la residencia.

“Por supuesto que acepté su invitación. Y apenas nos encontramos, nos dimos un largo abrazo”, le cuenta Skorka a Vida Nueva. “Además, un día me recibió en su despacho. Había libros y papeles por todos lados y él me dijo: ‘Perdóneme el desorden’ –ya que no nos tuteamos, pese a la confianza que nos tenemos–, a lo que respondí: ‘Al contrario, no sabe lo bien que me siento acá, está igual que mi escritorio’”.

La paz en el planeta, el diálogo interreligioso y el papel de las religiones en un mundo cambiante y conflictivo fueron algunos de los temas que Bergoglio y Skorka abordaron durante una entrevista de más de una hora.

Un mes antes, el P. Pepe había pasado dos horas reunido con el exarzobispo de Buenos Aires en el mismo despacho. El cura también hizo las maletas con rumbo al Viejo Mundo con motivo de una invitación: el movimiento Comunión y Liberación le pidió que disertara en un congreso en Rímini acerca de las “periferias existenciales” a las que Francisco hace referencia como lugares de destino de una Iglesia que abandona el encierro de sacristía.

El hecho de que un rabino se alojara durante una semana
dentro de los límites de la Ciudad del Vaticano
fue calificado de “histórico” por la prensa internacional.
“Por supuesto que acepté su invitación. Y apenas nos encontramos,
nos dimos un largo abrazo”, cuenta el rabino Skorka.

“Le escribí a Jorge contándole que pasaría una semana en Italia y en seguida me respondió: ‘Te espero’. Ese día me levanté y pensé: ‘Parece una fantasía; en pocas horas más voy a estar tomando mate con el Papa en su despacho’. No lo podía creer”.

“Tengo tiempo para vos”

Una mañana de sábado, Pepe di Paola se presentó en Santa Marta con la tradicional infusión y unos bizcochitos de grasa, que fueron devorados por el Papa. “Se comió más de la mitad del paquete”, se ríe el sacerdote recordándolo. “En un momento miré el reloj y le dije: ‘Jefe, ¿no tiene gente que atender? Mire que yo me puedo retirar –agregó Di Paola–. Y él me respondió: ‘No te preocupes, tengo tiempo para vos’. Y así pasamos dos horas hablando de la vida, de lo que estábamos viviendo cada uno en su lugar”.

La amistad de Francisco con el cura villero Di Paola y con el rabino Skorka se fraguó en múltiples contactos y, sobre todo, en el trabajo común en Buenos Aires. Desde fines de la década del 90, Bergoglio fue el alma máter de la actividad desarrollada por Di Paola en la Villa 21-24 de Barracas.

Hacia allí se dirigía el entonces vicario general del arzobispado para administrar los sacramentos y acompañar la misión de los curas que habían elegido vivir dentro de la villa y hacer presente a la Iglesia en el día a día con sus habitantes. “Jorge siempre estuvo muy vinculado a la villa”, resalta el P. Pepe. “Tanto, que el día que fue elegido papa, la gente de allí salió a festejar como si Argentina hubiera ganado un Mundial”.

papa Francisco con el cura villero Pepe di Paola

Con el padre Pepe y la camiseta del equipo Huracán

En Santa Marta, el encuentro fue más bien “una charla de café igual a la que podríamos haber tenido en cualquier bar de Buenos Aires, una charla entre amigos, no hablamos de ningún proyecto en particular”, señala el sacerdote porteño, quien desde marzo pasado trabaja en la Villa La Cárcova de la localidad bonaerense de José León Suárez (ver cuadro de apoyo más abajo).

En el caso de Skorka –quien, junto al entonces cardenal Bergoglio, grabó en Buenos Aires una serie de programas televisivos titulada Biblia, diálogo viviente–, en cambio, los contactos que mantuvo con el Papa durante su estancia en Roma estuvieron marcados por un sueño compartido, que con el tiempo se transformó en proyecto: “Queremos ir juntos a Israel en peregrinación. Nuestra idea es hacerlo en marzo de 2014, aunque como él también es jefe de Estado, la fecha está supeditada a cuestiones diplomáticas. Queremos que nuestra amistad y nuestro diálogo sean una señal de que es posible buscar la senda de paz entre distintas religiones, y que el viaje signifique un nuevo paso de acercamiento de Roma a Jerusalén”.

El responsable de la comunidad rabínica Benei Tikva de Buenos Aires argumenta: “Por ese motivo es que en nuestras charlas abordamos dos niveles: la elaboración de cosas conjuntas con el amigo, y que eso tenga también una proyección hacia el afuera”.

Fútbol y bromas

Sentado a la mesa, a la derecha de Bergoglio, rodeado de secretarios y otros invitados, Skorka también habló con su viejo amigo de otros temas, incluido, por supuesto, el omnipresente fútbol. “Como él es del San Lorenzo y yo del River, apareció la cuestión de que los habíamos eliminado de la Copa Sudamericana; alguna broma hubo al respecto”, apunta el rabino.

El deporte por excelencia de los argentinos también estuvo presente en la visita del P. Pepe, quien “provocó” al Papa regalándole una camiseta del club de sus amores, Huracán, clásico rival de barrio del San Lorenzo. Francisco posó ante la cámara de fotos sosteniendo la divisa blanca con vivos rojos. “Yo le dije que no es muy cómodo, sino más bien raro, para un hincha del Huracán católico, ver flamear en la Plaza de San Pedro las banderas del ‘Cuervo’” [apelativo con el que se conoce a los seguidores de ese club de fútbol], reconoce Di Paola. En la ocasión, además, le entregó a Francisco una placa que los directivos de Huracán grabaron en su honor.

“Jorge siempre estuvo muy vinculado a la villa.
Tanto, que el día que fue elegido papa,
la gente de allí salió a festejar como si Argentina hubiera ganado un Mundial”,
resalta el P. Pepe di Paola.

Pepe di Paola no viajó a Italia solo: fue acompañado de tres amigos, incluido un joven de la villa de José León Suárez, que invirtió el dinero de una indemnización para cumplir su sueño de saludar al Papa en persona. “Yo le pregunté si estaba seguro de querer gastar todo ese dinero en una sola semana en Europa y él me dijo que, con tal de ver a Francisco, no le importaba otra cosa”.

Para fortuna de él y otros compañeros de viaje –un arquitecto y un joven de 21 años recuperado de su adicción al paco [pasta base de cocaína]–, todos pudieron estrecharle la mano al Vicario de Cristo después de la misa que el Papa concelebró con Di Paola y otros sacerdotes en la capilla de la Casa Santa Marta.

El cura Pepe, emblema del movimiento de los curas villeros en Argentina, llevó a Roma numerosas cartas para Bergoglio, quien a su vez retribuyó el cariño de la gente con rosarios, estampas y fotos destinados a los habitantes de las villas.

El rabino Skorka también hizo un lugar en su equipaje para un regalo fuera de lo común: “Yo le decía antes de viajar a mi esposa: ‘¿Qué hago? ¿Le llevo alfajores?’. Esta vez decidí regalarle algo distinto, un individual [mantel] hermosísimo hecho por la mujer que cuida a mi madre. Al Papa le gustó mucho y me dijo: ‘Estas paraguayas saben hacer cosas lindas de verdad’. Además, le llevé tres cartas: de la chica que nos ayuda en casa y de dos señoras más, gente muy humilde. Y Francisco les envió en respuesta unas fotos y unas palabras, y les pidió: ‘Recen por mí’”.

El rabino cuenta una anécdota de su visita: mientras el Papa le buscaba algún dato en su despacho, se puso a hojear un libro de Hans Küng y se emocionó con la dedicatoria del teólogo alemán. “Más allá de sus desavenencias con Roma, nadie puede negar la estatura intelectual de Hans Küng, que le puso al Papa algo así: ‘Para usted, que está haciendo tantos cambios y espero que pueda hacer muchos más’. Que le haya escrito de esta forma, semejante cosa, me hizo sentir muy orgulloso de mi amigo”, confiesa Skorka.

Entregado a su labor

La emoción, por supuesto, estuvo presente en ambos encuentros. Di Paola reconoce que más de una vez se vio embargado por ese sentimiento. Y cuando llegó el momento de la despedida, se estrechó con Francisco en un fuerte abrazo. “Ojalá volvamos a vernos pronto”, le dijo el Papa antes de retirarse a trabajar. Skorka rememora que el abrazo de despedida fue tan especial que “aquellos que acompañaban a Francisco creo que entendieron por qué me pidió que me sentara a su mesa todos esos días”.

El rabino admite que extraña a su amigo. “En Buenos Aires, dos o tres veces a la semana nos encontrábamos grabando el programa, y siempre aprovechábamos para hacer un análisis sociopolítico, local o mundial; claro que se extraña eso. Cuando le escribo un correo electrónico, siempre pienso que tengo que ser muy sintético, directo; últimamente, a veces me doy cuenta de que sus respuestas son escuetas. Es lógico, está con trabajo hasta el techo…”.

Los dos amigos coinciden en la sorpresa
del antes y el después de Jorge Mario Bergoglio:
“Sin duda tiene más energía y más alegría
que en su último tiempo en Buenos Aires.
Él reconoce la fuerza especial que le da el Espíritu Santo
para cumplir con una misión muy importante”.

Precisamente, los dos amigos de Bergoglio remarcan la capacidad de trabajo del Papa “del fin del mundo”. “Siempre que nos encontramos, estaba atendiendo algunas otras cuestiones –describe Skorka–. Al final del día, a veces lo notaba cansado, molido. Es una vida dura la que él tiene ahí. La verdad sea dicha: trabaja los siete días de la semana, siempre tiene que dar algún mensaje en la misa, encontrarse con gente, resolver problemas; a veces lo vi muy preocupado”.

Por su lado, Di Paola apunta: “A mí me impactó su energía. Pensaba: ‘Con la responsabilidad que tiene este tipo y, sin embargo, la lleva adelante con mucha tranquilidad’”.

Ante la consulta sobre si vieron feliz a su amigo con esa nueva responsabilidad, el rabino contesta: “Yo no sé si está feliz, pero sí que es una persona que está muy compenetrada, muy sumida en una labor de la cual él es consciente de que puede transformar muchas cosas. Él es un punto de inflexión, él quiere una Iglesia distinta y comprometida. Está entregado totalmente a su labor”. Y el sacerdote puntualiza: “Me pareció bien parado ante el desafío de ser papa”.

Tanto el cura como el rabino coinciden en la sorpresa del “antes y después” de Jorge Mario Bergoglio. “En enero de este año grabé un par de programas con él, y lo vi muy cansado, no podía grabar dos programas seguidos. Ese tipo de cansancio ahora no lo tiene; es como si le hubiesen dado una vitamina, muestra un pulso de energía muy grande”, señala Skorka.

Y Di Paola suma su mirada privilegiada de amigo: “Sin duda tiene más energía y más alegría que en su último tiempo en Buenos Aires, antes de ser elegido Papa. Él reconoce la fuerza especial que le da el Espíritu Santo para cumplir con una misión muy importante. La verdad es que lo encontré muy bien, con la energía propia de una persona que está en el lugar en que tenía que estar”.

Jorge Mario Bergoglio arzobispo de Buenos Aires con el rabino Abraham Skorka

Bergoglio otorga el doctorado honoris causa de la UCA a Skorka

 

El sueño de un papa y un rabino en Jerusalén

Pocas cosas unen tanto a los amigos como la experiencia de un viaje compartido. Y eso es, precisamente, lo que proyectan el papa Francisco y el rabino Abraham Skorka. Eso sí, la travesía no quedará en el ámbito privado: se trata de mostrar el pasaporte y embarcarse rumbo a Israel, con todo lo que ello significa en el marco de las relaciones entre el catolicismo y el judaísmo.

Skorka aprovechó su último viaje a Roma para avanzar con su amigo en la iniciativa de una visita conjunta a Israel, en principio, en la próxima primavera de 2014. “La idea es que tengamos nuestros momentos de soledad, que podamos estar junto al Muro de Jerusalén para que cada uno deje su mensaje y rece, ya que es un lugar sagrado en común”.

Pero el rabino quiere ir más lejos: “También lo pienso acompañar a Belén, que para nosotros, los judíos, no es un lugar sagrado. Pero lo quiero hacer como una señal de respeto y de mostrar a los cuatro vientos lo que significa la consideración con respecto a un amigo. Y dejar también un paradigma: el de acompañar al otro en la fe del otro. Judíos y católicos tenemos el mismo compromiso ético y la misma cosmovisión de un Dios creador, de la trascendencia de la vida, de la santidad de la existencia”.

La larga historia de desencuentros entre la Iglesia católica y el judaísmo empezó a discurrir por otros canales a partir de la petición de perdón efectuada por Juan Pablo II por los crímenes cometidos. Y ahora, con Jorge Mario Bergoglio en la cátedra de Pedro, el diálogo interreligioso seguramente adquirirá nuevas profundidades y velocidades.

En eso, la estrecha amistad entre Francisco y Skorka parece tener mucho que ver. “Queremos cambiar la vieja impronta. Nunca más la muerte y el odio entre nuestras religiones. Ese es el mensaje”, argumenta el rabino.

Como arzobispo de Buenos Aires, Bergoglio asistió más de una vez al templo de la comunidad Benei Tikva, donde oficia Skorka. ¿Qué dicen sus miembros del Papa argentino? “Todos le tienen mucho cariño y todos entienden que estamos viviendo un tiempo especial, y esperan que hagamos cosas a nivel del diálogo judeo-católico, que dejemos una marca en la historia, que cambiemos el rumbo. Creo que lo que nos faltaría es tratar de pulir teológicamente qué somos el uno para el otro. Debemos marchar juntos si queremos un mundo mejor”.

Skorka no tiene dudas de que el viaje a Israel se concretará en próximas fechas. “Francisco, lo que dice, lo cumple. Así que vamos a hacerlo”, señaló el rabino, antes de admitir que su última despedida en el Vaticano les costó mucho a ambos. “Por supuesto que él es un hombre muy fuerte, pero las despedidas le cuestan, la ida del amigo… Nosotros compartimos muchas cosas; tal vez lo más preciado: una confianza mutua absoluta”.

Para suerte de uno y otro, Skorka volverá a Roma en enero, invitado por la Universidad Gregoriana. Entonces, el Papa y su amigo rabino escribirán una nueva página de encuentro entre católicos y judíos. Y el viaje a Israel estará más cerca.

Dibujo del P. Pepe y Francisco en Villa La Cárcova en Buenos Aires donde trabaja Pepe di Paola

Dibujo del P. Pepe y Francisco en Villa La Cárcova

 

Una Iglesia pobre y al lado de los pobres

En su modesto despacho de la parroquia Virgen de los Milagros, a apenas unos metros de la Villa La Cárcova, el cura Pepe di Paola convida a unos mates frente a un gran póster del papa Francisco y con una imagen del beato Cura Brochero a su izquierda.

La lámina no es el único recuerdo de su amigo Bergoglio entre esas cuatro paredes. También hay un par de dibujos pegados en la puerta de un armario, realizados por un chico de 11 años, Rodrigo. El hijo de uno de los obreros que trabajan con Di Paola en la construcción de la nueva capilla Virgen de Luján sin duda tiene talento artístico: tanto el dibujo de Francisco como el del propio Pepe, dispuestos uno encima del otro, son fieles retratos de ambos.

Di Paola no descansa. La nueva capilla le va a permitir cumplir con una de las premisas fundamentales del movimiento de los curas villeros: vivir y trabajar dentro de la misma villa, tal como él hizo durante varios años en “la 21”, en Barracas.

“Una Iglesia pobre debe estar al lado de los pobres, con una mirada muy espiritual. Al lado del pueblo, del que también tiene mucho que aprender”, afirma el padre Pepe.

Ahora, apostado en José León Suárez [localidad en la zona norte del Gran Buenos Aires], pretende plasmar el modelo implementado en las villas porteñas, bajo la inspiración de Jorge Bergoglio, también en las del Conurbano bonaerense. En realidad, la localidad del norte del partido de San Martín alberga a tres villas, repartidas a un lado y al otro de las vías del tren: allí residen 30.000 personas.

Tal como sucede en otras villas, el conglomerado sufre el flagelo del narcotráfico y decenas de chicos son reclutados como “soldaditos” desde temprana edad. “Eso es letal, porque es un camino sin retorno. Los niños y jóvenes son los más vulnerables, no tienen de dónde agarrarse para salir de este mundo”, apunta Pepe. Por eso ya está trabajando en replicar en José León Suárez el modelo del Hogar de Cristo, un centro de rehabilitación para adictos al paco que ya está presente en varias villas porteñas.

¿Nunca se desanima ante las batallas perdidas contra las drogas y la violencia? “Aprendí a tener paciencia y a confiar en Dios”, responde.

Hace apenas diez meses que Di Paola desembarcó en su nuevo destino, después de un par de años de trabajo pastoral en el interior de Santiago del Estero. Por eso, mientras se termina la construcción de la capilla, junto a la cual tendrá su casa, el P. Pepe duerme en una casilla de madera y chapa a unos pocos metros de un arroyo que luce repleto de basura.

A tono con la religiosidad popular de los habitantes de la villa –donde viven miles de inmigrantes del norte del país–, el sacerdote construyó una ermita dedicada al Gauchito Gil. Y en el capó de su auto blanco, con varios años de rodaje, lucen las calcomanías de Jesucristo, la Virgen del Valle y el Gauchito Gil.

En el nº 2.874 de Vida Nueva.

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