Alberto Ares: “El uso de la concertina es una amenaza contra la vida”

Alberto Ares, jesuita, director del centro Pueblos Unidos

Director del centro Pueblos Unidos

Alberto Ares, jesuita, director del centro Pueblos Unidos

FRAN OTERO. Foto: LUIS MEDINA | El jesuita Alberto Ares es, desde el mes de septiembre, el nuevo director de Pueblos Unidos, un centro de ayuda a migrantes dependiente de la jesuita Fundación San Juan del Castillo y situado en el madrileño barrio de Ventilla. Ares recoge el testigo de Daniel Izuzquiza con muchos frentes abiertos en el trabajo con inmigrantes. La crisis económica, la reforma sanitaria, los CIE o la reciente instalación de cuchillas en la valla de Melilla… son algunos de ellos. A pesar de la dificultad, se encuentra esperanzado e ilusionado.

PREGUNTA.- ¿Cómo afronta este encargo?

RESPUESTA.- Con ilusión. El trabajo con migrantes no es nuevo para mí. Aquí, en Pueblos Unidos, me crié y aprendí de la mano del padre Miguel Ángel Sánchez Arjona. Empiezo este trabajo con un reto y una oportunidad. El reto de seguir ofreciendo un servicio con calidez y calidad, y la oportunidad de trabajar y convivir con familias migrantes, que son una gran riqueza.

P.- Son momentos difíciles…

R.- La situación de muchas personas se ha ido precarizando y familias que ya estaban normalizadas han vuelto a ver cómo caía su situación económica y social. En nuestro caso, como en muchos otros, la atención se está multiplicando. Atendemos fundamentalmente en tres áreas de acción: la intervención social, o la asistencia más primaria; el trabajo que se hace en el barrio con niños, jóvenes o algún grupo que lo necesita; y las relaciones con la parroquia, el colegio y las asociaciones del barrio.

P.- Se puede caer en el error de no valorar suficientemente todo lo que han aportado los inmigrantes en estos tiempos de crisis, ¿no?

R.- Los inmigrantes nos han dado muchísimo, han aportado muchísimo a la economía española. La gran explosión económica de nuestro país se la debemos a ellos. Con su trabajo aumentaron las arcas de la Seguridad Social y permitieron que el sistema público de pensiones se tomara un respiro en una sociedad envejecida. Además, no hay que perder de vista a las segundas generaciones y su integración, que va a tener mucho que ver con lo que ocurra con los derechos más básicos, que últimamente se van erosionando. En este sentido, es muy importante el acceso a la educación, porque una sociedad educada va a tener mayor capacidad para salir adelante. Y esto también afecta a las familias inmigrantes.

P.- Se ha referido a derechos erosionados. ¿Cómo viven los inmigrantes que les retiren la asistencia sanitaria por no tener la documentación en regla?

R.- Lo viven como un rechazo de la sociedad y llegan a tener un cierto trauma psicológico. La erosión de los derechos básicos les afecta mucho y condiciona su vida. Por ejemplo, hay personas que no salen de casa por miedo a ser detenidos por la policía y enviados a los Centros de Internamiento para Extranjeros (CIE).

P.- Precisamente, uno de los caballos de batalla de Pueblos Unidos ha sido la regulación de los CIE, que han puesto ante la opinión pública gracias a sus informes…

R.- Los informes se han convertido en referente y han ayudado a poner de manifiesto la necesidad de controlar la inmigración irregular y de crear un reglamento de los CIE. Se trata de promover alternativas a estos centros, donde no se vulneren una serie de derechos básicos. Estar en un CIE puede minar mucho psicológicamente a una persona. Como sociedad democrática, no deberíamos permitir los CIE.

P.- ¿Qué le parece la instalación de cuchillas en la valla de Melilla?

R.- La instalación de la concertina, alambre con cuchillas, es una amenaza contra la vida de las personas y, por lo tanto, me parece inaceptable. Hemos pedido, con otras instituciones que integran el Servicio Jesuita a Migrantes, su retirada. Lo doloroso es que la frontera sur de la Unión Europea está viviendo algo similar. Es difícil entender cómo más de tres millones de sirios están huyendo de la muerte y la guerra y, en algunos países, se les deniega el asilo. Asimismo, estamos creando kilómetros y kilómetros de alambradas en la frontera turca con Grecia y Bulgaria. ¿Qué ocurre también en Italia? ¿Seguimos creyendo que el futuro está en tender puentes o seguir construyendo muros?

P.- ¿Cómo viven los inmigrantes estas decisiones gubernamentales?

R.- Con desazón y dolor. Conozco a personas que han sufrido heridas y cortes al cruzar la alambrada, me enseñan sus heridas con vergüenza y pesar. Cuando escuchas la historia de vida de muchas personas que han dejado su tierra en condiciones que ninguno de nosotros querríamos a veces ni imaginar, después de los miles de kilómetros recorridos por un futuro mejor, es difícil imaginar que solo pensemos en construir muros más altos, sintiéndolos como una amenaza para nuestra sociedad.

En el nº 2.874 de Vida Nueva

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