Víctor Soto Rojas

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A los 17 años, el chileno Víctor Soto Rojas debutó como actor de teatro en la obra “Los ángeles ladrones”, de la compañía Ictus. Era el año de 1969. Evocando aquellos días comenta que “en América Latina vivíamos tiempos de reformas, la influencia de la revolución cubana, la teología de la liberación, el movimiento social, político y cultural… y yo me veo involucrado en ese proceso”. En esas circunstancias encaró un dilema existencial: ¿ser un actor convencional, contratado por alguna empresa teatral o ser un actor comprometido con la realidad de la comunidad, a través del teatro popular? Eligió lo segundo… hasta el día de hoy.

Atribuye a su familia su sensibilidad por el teatro y por lo social. De su padre Víctor, un obrero rural-urbano, heredó la laboriosidad, el esfuerzo por sobrevivir. A su madre Hilda le arroga su pasión por lo que hace: “mi madre fue una mujer campesina que no cursó la primaria y vibraba con la poesía y con la música”. Ella lo conectó con el mundo del poeta Ricardo Neftalí Reyes Basoalto, más conocido por el seudónimo de Pablo Neruda, con quien trabajó en la casa de Isla Negra, como empleada doméstica, en la época en que Neruda estaba casado con Delia del Carril. “Mi madre era la persona que le llevaba el desayuno a la cama”, apunta Víctor.

Preso político

1973 representa un momento crucial en sus búsquedas de sentido. “Tuve el trágico privilegio de haber sido uno de los muchos presos políticos que estuvieron detenidos en el Estadio Nacional de Chile durante un mes. Pero ese mes –agrega– representó muchos años de experiencia, cuestionamientos y confrontaciones intelectuales”. Le sobrevino la pregunta: ¿valía la pena lo que estaba haciendo? En ese momento hacía parte de un proyecto cultural para estimular y capacitar a los trabajadores en la toma de decisiones laborales.

El mismo día que recuperó su libertad, decidió traducir su compromiso social con mayor fuerza en las tablas. Su primer compañía, Teatro del Molino, “era un grupo para sobrevivir, un teatro de urgencia. Para ese tiempo la dictadura todavía no había copado todos los espacios y nos quedaba una ventanita que permitió que los actores que habíamos sido desplazados de varias actividades nos encontráramos”. A través de las presentaciones que hacían en colegios y universidades, lograron sobrevivir económicamente durante tres años, sin renunciar a sus principios.

Tal vez la vida de Víctor hubiera sido más fácil si hubiera dado su brazo a torcer, como lo hicieron muchos que ahora son “reconocidas figuras” de la televisión chilena. ¿Qué lo ha sostenido? “Mi identidad social la tengo fuertemente arraigada y no tengo tapujos para decir que pertenezco a una familia de origen pobre, y esa es mi identidad social. En este sentido, como dice Neruda, mi conciencia está tranquila, la que esta intranquila es mi inteligencia”. También está convencido de que el teatro “es un instrumento edu-comunicacional que no pierde su esencia cuando se asocia a la intervención socio-cultural”.

Alguna vez declaró que el teatro era el balón de oxígeno que tenía el mundo social en Chile, el único que le permitía respirar. El Teatro la Carreta y el Encuentro de Teatro Popular Latinoamericano (ENTEPOLA) nacieron con esa finalidad, como propuestas anti-dictatoriales, y han encontrado resonancia a nivel continental.

Actor, gestor y académico

Hoy, a sus 63 años, mantiene el vigor y la pasión de los inicios. “Ello se debe al espíritu que nos regala la actividad cultural”, explica. Procura establecer relaciones humanas críticas y bajo este postulado asume sus roles de actor, gestor y académico. En el campo actoral, “Ausencia Presente” le permitió demostrar, a partir de las vidas de Pablo Neruda, Gabriela Mistral y Federico García Lorca, que, “en tiempos difíciles, otras personas también han tomado resoluciones importantes”. Como gestor, continúa abriendo brechas para que el teatro siga siendo un medio de promoción socio-cultural al alcance de todos. Como académico, es docente universitario y profesor invitado en varias universidades como la Nacional de Colombia.

No acostumbra dar consejos porque no quiere hacerse responsable de los errores de otros. Sin embargo, una de las facetas que más disfruta es la de formador (estuvo en Bogotá, invitado por la Corporación Artística Cultural Mascarada para el proyecto “Formación de Formadores en Arte Dramático”). En su sencillez, parece importarle muy poco el éxito y el prestigio. Lo suyo es puro arte y compromiso social. No en vano hace parte del equipo que está praparando el Festival Internacional de Artes Escénicas, que tendrá lugar en Bogotá en el 2014. ¡La función debe continuar!

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