Institutos seculares: un modo alternativo de vivir y de actuar

institutos seculares. Foto: CEDIS

La novedad y fecundidad de un carisma que supera el dualismo Iglesia-mundo

institutos seculares. Foto: CEDIS

MANUEL SÁNCHEZ MONGE y MARÍA JOSÉ CASTEJÓN | A finales del curso pasado, se inauguraba en la Facultad de Teología de la Universidad Pontificia de Salamanca la cátedra ‘Iglesia, secularidad, consagración’. Confiada a la dirección académica de la facultad salmantina, la cátedra es promovida y financiada por la Conferencia Española de Institutos Seculares (CEDIS) y tiene por objetivo principal el estudio del carisma de la secularidad consagrada.

Dentro de la labor emprendida por este nuevo órgano académico de reflexión y divulgación sobre la vocación específica de la secularidad consagrada, ofrecemos aquí dos contribuciones que muestran la novedad y fecundidad apostólica de este carisma, bien característico del cristianismo contemporáneo, acogido en la Iglesia como último vástago de la milenaria tradición de la Vida Consagrada.

 

Reconocimiento eclesial de los Institutos seculares

MANUEL SÁNCHEZ MONGE, obispo de Mondoñedo-Ferrol y Comisión Episcopal de Vida Consagrada | Los Institutos seculares representan una novedad en la historia de la Iglesia. Es verdad que ha habido expresiones y formas de consagración secular en todos los tiempos. Pero la carta de naturaleza teológica y canónica de las Institutos seculares tiene una fecha: 2 de febrero de 1947. Ese día, el papa Pío XII promulgó la constitución apostólica Provida Mater Ecclesia, por la que se reconocían y aprobaban las sociedades laicales o clericales, cuyos miembros viven en el mundo y profesan los consejos evangélicos para vivir la perfección cristiana y ejercer plenamente el apostolado.

Esta constitución apostólica fue muy innovadora, pero no era sino el punto de partida de un camino nuevo: “Ese acto jurídico –explicó el papa Benedicto XVI cuando se cumplían 60 años de tal acontecimiento– no representó el punto de llegada, sino más bien el punto de partida de un camino nuevo, de una nueva forma de consagración: la de laicos y presbíteros llamados a vivir con radicalismo evangélico precisamente inmersos en la realidad secular”.

(…)

La presencia en el Código de la legislación sobre los Institutos seculares es uno de los acontecimientos más importantes y significativos del nuevo texto legal, pues, como hizo notar Pablo VI, se da una profunda y providencial coincidencia entre el carisma de los Institutos seculares y una de las realidades más importantes y claras del Concilio: la presencia de la Iglesia en el mundo. La vida consagrada secular es, precisamente, la consagración de la secularidad, la unión indisoluble y esencial entre la vida secular y la vida consagrada por la profesión de los consejos evangélicos, con la audaz misión de superar el dualismo Iglesia-Mundo, y de ser el “arquetipo de la presencia del Evangelio y de la Iglesia en el siglo”.

La entrada de los Institutos seculares en el cuerpo del Código fue un motivo de alegría para todos. Para los propios Institutos seculares, porque de esta manera se favorece el conocimiento de esta forma de vida consagrada como una realidad teológica, canónica y existencial, con la consiguiente promoción de vocaciones para un estilo de vida difícil, pero bello y apasionante, que constituye una de las grandes esperanzas de nuestro tiempo.

Para los religiosos, porque puede ser un elemento de excepcional importancia para superar las crisis de identidad tan frecuentes en los últimos años, producidas por haber asumido rasgos de la vida consagrada secular, con el deseo de una mayor encarnación en el mundo, que ha llevado más allá de lo que permite la auténtica y fiel consagración religiosa.

También para los laicos, porque pueden percibir mejor el testimonio y el estímulo de unos cristianos que viven el Evangelio radicalmente, en unas circunstancias y situaciones muy semejantes a las suyas.

Labor pastoral  y asistencial en Ruanda, institutos seculares. Foto: CEDIS

En el mundo con entrañas de misericordia

MARÍA JOSÉ CASTEJÓN, CEDIS, Sierva Seglar de Jesucristo Sacerdote | Los interrogantes que provoca la secularidad consagrada en la comunidad creyente me han animado a reflexionar, estudiar y –¡cómo no!– a orar. A veces me han movido, incluso, a increpar al propio Dios para que me explicara el porqué de esta vocación, que a algunos les deja tan perplejos; una vocación para muchos totalmente desconocida y para otros, por qué no decirlo, algo descafeinada: carente de verdadera secularidad, y carente de verdadera consagración.

En estos últimos años, hemos tenido que recorrer un largo camino en el que muchas veces hemos experimentado la distancia entre las ricas afirmaciones sobre los Institutos seculares hechas por el Magisterio, el desconocimiento de los mismos de forma local y las luces y sombras de sus realizaciones.

Una firme convicción se ha fraguado dentro de mí: la secularidad consagrada no es invención nuestra. Ha sido el Espíritu Santo quien la ha suscitado en un momento histórico y en la vida de la Iglesia; un momento en el que se descubría más claramente que todos somos Pueblo de Dios, la importancia de la vocación laical, la llamada a la santidad que no es privativa de nadie; un momento en que la Iglesia se hace más consciente de que no existe para sí misma, sino para los demás, y busca caminos de diálogo con la cultura, con la política, la economía, las ciencias, las realidades sociales, las distintas confesiones religiosas, etc.

Secularidad y Consagración son dos elementos que confluyen y, al unirse, producen algo nuevo. Un “para qué” histórico diferente, que nos invita a ir a las fuentes cristianas y a entrar en diálogo con toda la realidad actual para manifestar y desvelar al mundo la plenitud y belleza de la salvación universal realizada en Jesucristo desde el amor del Padre y la fuerza del Espíritu Santo.

En este camino hacia las fuentes de la vida cristiana, el seglar consagrado se encuentra con el misterio de la Encarnación y el misterio de la Pascua de Jesús, que le sitúan en una dinámica de vida teologal y, desde ella, le plantean nuevos retos e interrogantes.

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En el nº 2.869 de Vida Nueva. Del 2 al 8 de noviembre de 2013

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