La corrupción interpela a todos en África

mujer africana recoge medicinas

Los obispos del Sur del continente denuncian que la mitad de la población paga sobornos

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MIGUEL ÁNGEL MALAVIA | “La corrupción es un robo a los pobres. El dinero desviado a los bolsillos de los corruptos se podría haber dedicado a la vivienda para las personas sin hogar, a la medicina para los enfermos o a otras necesidades. La ayuda debe llegar a aquellos a los que se destina”. Así de categóricos se muestran los prelados de Sudáfrica, Swazilandia y Botswana, integrantes de la Conferencia de Obispos Católicos del Sur de África, y que, tras celebrar su última asamblea el pasado agosto en Mariannhill (Sudáfrica), acaban de publicar una carta pastoral para denunciar las causas y consecuencias de este fenómeno en el continente.

Con este fin, ofrecen estadísticas tan demoledoras como esta: “Casi la mitad de los ciudadanos de nuestros países del sur de África admite haber pagado un soborno, la mayoría a agentes de policía y funcionarios del Gobierno”. Lo que significa, a su juicio, que “el desafío de trabajar por la erradicación de esta enfermedad está dirigido a todos nosotros. Cada uno debe hacer algo a su alcance para hacer frente a la corrupción”.

Un “cambio de corazón” que debería darse en todos los estratos: “En la familia, en la sociedad y en la Iglesia”. Y es que el soborno también “se convierte en una forma de vida” para cierto “personal de la Iglesia”, que se aleja de su misión y cae “en la búsqueda de hacer dinero para sí mismo”.

En conversación con Vida Nueva, José Luis Ponce de León, obispo del Vicariato Apostólico de Ingwavuma (Sudáfrica) y administrador apostólico de Manzini (que ocupa todo el territorio nacional de Swazilandia), explica que esta es ya una vieja lucha para el episcopado del África meridional: “Unos diez años atrás, siendo yo sacerdote en Madadeni [el hoy prelado vino procedente de su Argentina natal en 1994], recuerdo haber dedicado un domingo a este tema. La Conferencia invitaba a cada católico a comprometerse personalmente. Leíamos un texto que decía más o menos así: ‘En nombre de mi fe en Jesucristo, me comprometo a no pagar ni recibir sobornos, a no comprar objetos robados…’. La lista seguía. Era muy clara y práctica. Tras leerla en la misa, invitábamos a los fieles a acercarse al altar y firmarla… ¡Pero la primera dificultad era que nosotros, los sacerdotes, teníamos que ser los primeros en firmarla! En esa misa, recuerdo que, de las 500 personas que había, se levantarían a firmar diez”.

Desesperanza ante el ‘poder’

Para este religioso de la Consolata, lo peor de la corrupción es que “genera falta de esperanza y la sensación de no poder hacer nada contra ella. Quien más necesita es quien más sufre, y quien tiene un trabajo cree tener ‘poder’ sobre el más pobre”.

Lo que ilustra con una anécdota personal: “Pienso en un maestro que necesita trabajo y al que el director de la escuela le pide un pago para considerar dárselo. Algunos, en esa situación, han llegado a pedirme plata prestada para poder pagar este soborno…”.

Ante esta situación, Ponce de León recuerda el país que conoció en 1994: “En esta ‘nueva Sudáfrica’, nacida con Nelson Mandela, nos arriesgamos a perder el sentido de la dignidad del otro. Arriesgamos estar reemplazando una historia de segregación racial, de negación de la dignidad del otro, por otra similar. La corrupción destruye la propia dignidad y la del otro”.

Tres propuestas de acción

La pastoral de la Conferencia de Obispos Católicos del Sur de África concluye con la propuesta de tres pequeñas y concretas acciones para hacer frente a la corrupción. La primera interpela a la reflexión personal: “Hagámonos todos la promesa a nosotros mismos de que no vamos a pagar un soborno, por muy grave o importante que pueda parecer en ese momento”.

La segunda llama a la denuncia: “Si usted experimenta la corrupción, dígalo. El soborno y todas las demás formas de corrupción prosperan en condiciones de secreto y ocultamiento, y persisten porque permitimos que continúen”.

La última medida es la que llama a la constancia diaria, cada uno en su ámbito: “Hay que comprometerse a una mayor transparencia y honestidad en el hogar, en la parroquia y el lugar de trabajo”.

Además, el Departamento de Justicia y Paz de la Conferencia organizó en las parroquias, del 13 al 21 de octubre, distintas actividades de concienciación sobre las consecuencias de la corrupción en el continente.

En el nº 2.868 de Vida Nueva

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