En un mensaje a la FAO, Francisco demanda “soluciones justas y duraderas”
ANTONIO PELAYO (ROMA) | Han pasado ya más de siete días desde que se conociera que el nuevo secretario de Estado vaticano ha sido sometido a una “pequeña intervención quirúrgica”, como la definió Bergoglio. Esa fue la razón por la que Pietro Parolin no pudo estar presente, el 15 de octubre, en la ceremonia en la que relevaba en tan alto cargo al cardenal Tarcisio Bertone. Como ya informamos en nuestra anterior crónica, el director de la Sala de Prensa de la Santa Sede, Federico Lombardi, insistió en que, por “expresa voluntad” del Papa, se mantendría la máxima discreción sobre el carácter y las circunstancias de la operación, y, por lo tanto, la primera noticia que se daría sobre el asunto sería su incorporación definitiva a su despacho, en la primera loggia del Palacio Apostólico.
Resulta una novedad sin precedentes que este secreto (que algunos han criticado como contrario a la anunciada política de trasparencia) haya sido respetado y que los medios de comunicación italianos y extranjeros no hayan intentado descubrir más detalles. La única noticia la ha dado Il Mattino di Padova, que, el jueves 17, escribió que Parolin estaba hospitalizado en el hospital de dicha ciudad véneta.
Añadía que se encontraba en la división de cirugía hepatobiliar, a cuyo frente está el profesor Umberto Cillo. Este es un cirujano especializado en trasplantes de hígado y especialista en enfermedades hepáticas o ligadas a la vesícula. El periódico de Padua basa su información “en fuentes bien informadas”.
Como confirmación de que Parolin ejerce ya sus funciones como secretario de Estado, el Servicio Informativo Vaticano publicaba, el lunes 21, la noticia de que, en nombre del Papa, había enviado a la Conferencia Episcopal de Australia un mensaje de solidaridad con las víctimas de los devastadores incendios que afligen la inmensa isla de las antípodas.
Se da ya por seguro, por otra parte, que será elevado a la dignidad cardenalicia en el primer consistorio que celebre Francisco. Este, según los especialistas, podría ya tener lugar antes de finales de este año o en los primeros meses de 2014, cuando las vacantes en el número de cardenales electores se elevarán a 16.
Por otro lado, aunque no sea el aspecto más noticioso de su actividad como pontífice, Bergoglio no desatiende sus obligaciones en el campo de las relaciones con los estados y con las organizaciones multilaterales. Entre ellas, la FAO (organización de la ONU para la agricultura y la alimentación), que tiene su sede en Roma. El día 16, cuando se celebraba la Jornada Mundial de la Alimentación, su director general, el brasileño José Graziano da Silva, recibió un mensaje papal que fue leído en una solemne ceremonia por el observador permanente de la Santa Sede, el nuncio Luigi Travaglino.
“Es un escándalo que todavía haya hambre y malnutrición en el mundo –escribe el Santo Padre–. No se trata solo de responder a las emergencias inmediatas, sino de afrontar juntos, en todos los ámbitos, un problema que interpela nuestra conciencia personal y social, para lograr una solución justa y duradera. Que nadie se vea obligado a abandonar su tierra y su propio entorno cultural por la falta de los medios esenciales de subsistencia. Paradójicamente, en un momento en que la globalización permite conocer las situaciones de necesidad en el mundo y multiplicar los intercambios y las relaciones humanas, parece crecer la tendencia al individualismo y al encerrarse en sí mismos, lo que lleva a una cierta actitud de indiferencia (a nivel personal, de las instituciones y de los estados) respecto a quien muere de hambre o padece desnutrición, casi como si se tratara de un hecho ineluctable”.
“Pero el hambre y la desnutrición –añade el texto– nunca pueden ser considerados un hecho normal al que hay que acostumbrarse, como si formara parte del sistema. (…) Pienso que es necesario, hoy más que nunca, educarnos en la solidaridad, redescubrir el valor y el significado de esta palabra tan incómoda y muy frecuentemente dejada de lado, y hacer que se convierta en actitud de fondo en las decisiones en el plano político, económico y financiero, en las relaciones entre las personas, entre los pueblos, entre las naciones”.
Encuentro con Mahmud Abbas
Del mismo modo que el Papa no se resigna a la aceptación del hambre, tampoco acepta que la guerra forme parte de los espectros con los que la humanidad tiene que convivir a la fuerza. Se lo dijo claramente al presidente de la Autoridad Nacional Palestina, Mahmud Abbas, a quien recibió en audiencia privada el 17 de octubre.
En el coloquio que mantuvieron, salió a flote el deseo de que el proceso de paz entre israelíes y palestinos “produzca los frutos deseados para encontrar una solución justa y duradera a un conflicto cuyo fin se revela siempre más necesario y urgente”. Cuando, a continuación, Francisco le regaló al mandatario palestino una pluma como recuerdo de la visita, este comentó, a modo de guiño histórico: “Espero poder firmar con ella la paz con Israel”; a lo cual Bergoglio respondió: “¡Pronto, pronto!”.
Pero, por desgracia, las cosas no son nada simples en esa región del mundo que el sucesor de Pedro se propone visitar el próximo año, respondiendo a las numerosas invitaciones que se le han hecho en ese sentido. Prueba de la complejidad de la situación, ha sido la noticia de que el primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, había suspendido su encuentro con el Papa, anunciado para este 23 de octubre. Lombardi, sin embargo, precisó que la Santa Sede no había confirmado nunca esa fecha y que, por el contrario, había sugerido a las autoridades de Israel que retrasasen la petición de audiencia.
Un 22 de octubre, pero de 1983, Juan Pablo II firmaba un decreto por el que instituía el Centro Televisivo Vaticano (CTV), que, después de la publicación de la Pastor Bonus, se convertiría en uno de los organismos vinculados a la Santa Sede, como Radio Vaticano o L’Osservatore Romano. Lo dirige actualmente Dario Edoardo Viganò, a quien pasó el testigo el padre Lombardi.
Hoy, el CTV es el autor de todas las transmisiones que se hacen sobre la actividad del Santo Padre como jefe de Estado y como pastor de la Iglesia universal. Es, por ejemplo, responsable de emisiones tan acreditadas como las bendiciones urbi et orbi en las fiestas de Navidad y Pascua, por no hablar de todas las ceremonias ligadas a la elección del pontífice. Es de justicia resaltar que, en estos años, ha alcanzado una madurez técnica y estética muy notable.
Bergoglio ha escrito, con esta ocasión, un mensaje al que se dio lectura durante el encuentro celebrado en la sede de la Asociación de la Prensa Extranjera de Roma, el 18 de octubre. “En estas décadas –afirma el Santo Padre–, la tecnología ha viajado a gran velocidad, creando inesperadas redes internacionales. Es necesario mantener la perspectiva evangélica en esta especie de ‘autopista global de la comunicación’ y tener siempre presente la finalidad que quiso establecer el beato Juan Pablo II dando vida al CTV: favorecer una acción más eficaz de la Iglesia en lo que mira a las comunicaciones sociales, con el fin de ofrecer nuevos instrumentos para desarrollar en el mundo la misión universal de la Iglesia”.
Finalmente, el Papa advierte a los responsables del CTV de que no desarrollan “una función puramente documental, ‘neutra’, de los acontecimientos, sino que contribuís a acercar la Iglesia al mundo, reduciendo a cero las distancias, haciendo llegar la palabra del Papa a millones de católicos, incluso allí donde, con frecuencia, profesar la propia fe es una valiente opción”.
- OPINIÓN: Poco queda esperar ya de los lefebvristas, por Antonio Pelayo
En el nº 2.868 de Vida Nueva