Francisco dibuja una Curia al servicio del mundo

El consejo de cardenales estudia un modelo de gobierno más “horizontal”

 

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El mismo día –1 de octubre– en que se reunía por primera vez con el grupo de ocho cardenales que le “aconsejarán” en el gobierno de la Iglesia universal y en la reforma de la Curia romana, el papa Francisco se descolgaba con una enjundiosa entrevista en el diario italiano La Repubblica. Como se recordará, Bergoglio había mantenido, hace pocas semanas, un intercambio epistolar con el fundador de este periódico, Eugenio Scalfari, sobre fe y conciencia, increencia y religión.

Para agradecerle en persona su disposición al diálogo, Scalfari le escribió una carta pidiendo ser recibido por el Santo Padre. Este, como suele hacer, agarró el teléfono y le llamó, invitándole a que fuera a verle a la Casa Santa Marta, el martes 24 de septiembre a las tres de la tarde. Conversaron sin prisas y, fruto de esa conversación, es la entrevista de tres páginas que el periódico tituló de esta manera: “El Papa: ‘Así cambiaré la Iglesia’”.

Para que nadie piense que eso es lo que más le preocupa a Francisco, este afirma tajantemente desde el principio: “Los más graves de los males que afligen al mundo en estos años son el paro juvenil y la soledad en que son dejados los viejos. Los viejos tienen necesidad de cuidados y de compañía; los jóvenes, de trabajo y esperanza, pero no tienen ni lo uno ni lo otro. Están aplastados por el presente”. Y, cuando su interlocutor le arguye que esos problemas deben resolverlos los gobiernos y los partidos, y no la Iglesia, Bergoglio le responde: “Este no es el único problema que tenemos ante nosotros, pero sí es el más urgente y el más dramático”.

La “lepra” cortesana

A la necesidad de la reforma de la Iglesia, el Papa llega hablando del narcisismo de los jefes: “Los jefes de la Iglesia han sido narcisistas, halagados y malamente excitados por sus cortesanos. La corte es la lepra del papado. En la Curia hay a veces cortesanos, pero la Curia en su conjunto es otra cosa. Es lo que en el ejército se denomina la intendencia; gestiona los servicios que sirven a la Santa Sede. Pero tiene un defecto: es vaticano-centrista. Ve y se ocupa de los intereses del Vaticano, que, todavía hoy, son en gran parte intereses temporales. Esta visión vaticano-centrista descuida al mundo que nos rodea. No comparto esta visión y haré todo lo posible por cambiarla. La Iglesia tiene que volver a ser una comunidad del pueblo de Dios y los presbíteros, los párrocos y los obispos que tienen a su cargo muchas almas, están al servicio del pueblo de Dios. La Iglesia es esto, una palabra que no por casualidad es diferente de la Santa Sede, que tiene una función importante, pero que está al servicio de la Iglesia”.

Vaticano_SILUETACuando Scalfari afirma que los cristianos en el mundo son una minoría, esta es la respuesta papal: “Personalmente, pienso que ser una minoría es incluso una fuerza. Debemos ser una levadura de vida y de amor, y la levadura es una cantidad infinitamente más pequeña que la masa de frutas, flores y árboles que nacen de la levadura. Creo haber dicho antes que nuestro objetivo no es el proselitismo, sino la escucha de las necesidades, los deseos, las desilusiones, las desesperaciones, la esperanza. Tenemos que dar esperanza a los jóvenes, ayudar a los viejos, abrir puertas al futuro, difundir el amor. Pobres entre los pobres. Tenemos que incluir a los excluidos y predicar la paz. El Vaticano II, inspirado por el papa Juan y por Pablo VI, decidió mirar al futuro con espíritu moderno y de abrirse a la cultura moderna. Los padres conciliares sabían que abrirse a la cultura moderna significaba ecumenismo religioso y diálogo con los no creyentes. Desde entonces, se ha hecho poco en esa dirección. Yo tengo la humildad y la ambición de querer hacerlo”.

Entre otras confesiones biográficas, Jorge Mario Bergoglio revela cómo vivió los minutos posteriores a su elección papal: “Antes de la aceptación, pedí retirarme algunos minutos a una habitación contigua; mi cabeza estaba completamente vacía y me había invadido una gran ansiedad. Para hacerla pasar y relajarme, cerré los ojos y desaparecieron todos los pensamientos, también el de rechazar aceptar el cargo, como por otra parte consiente la praxis litúrgica. Cerré los ojos y ya no tuve ninguna ansiedad o emotividad. En un momento dado, me invadió una gran luz; duró un instante, pero a mí me pareció larguísimo. Después, la luz se disipó, yo de un salto me puse de pie y me dirigí a la estancia donde me esperaban los cardenales y a la mesa en la que estaba el acta de aceptación. La firmé, el cardenal camarlengo la firmó y después, en el balcón, fue el ¡Habemus Papam!”.

No podemos recoger más pasajes de la entrevista, pero es imposible renunciar a lo que el Papa afirma sobre el consejo de los ocho cardenales, reunidos por primera vez del 1 al 3 de octubre: “Soy el obispo de Roma y el papa de la catolicidad. He decidido como primera cosa nombrar un grupo de ocho cardenales que sean mi consejo. No cortesanos, sino personas sabias y animadas por sentimientos como los míos. Este es el comienzo de una Iglesia con una organización no verticalista, sino horizontal. Cuando el cardenal Martini hablaba de esto poniendo el acento en los Concilios y los Sínodos, sabía muy bien qué largo y difícil es el camino que hay que recorrer en esa dirección. Con prudencia, pero con firmeza y tenacidad”.

El “G-8 cardenalicio”

Sobre la reunión en sí del llamado “G-8 cardenalicio”, sabemos que los trabajos dieron comienzo a las nueve y media de la mañana del 1 de octubre en la biblioteca del apartamento papal (tercera loggia del palacio apostólico) y que a ella asistieron el Pontífice, los ocho purpurados que representan a las Iglesias de los cinco continentes y el obispo secretario, monseñor Semeraro. Y nadie más.

V_canonizacionesLa víspera se dio a conocer un quirógrafo (texto manuscrito), fechado y firmado el 28 de septiembre por el Papa, mediante el cual este transforma oficialmente en consejo lo que hasta ahora era solo un grupo de trabajo. Es un documento muy breve en el que se subraya que el consejo de cardenales “tiene como tarea ayudarme en el gobierno de la Iglesia universal y estudiar un proyecto de revisión de la Constitución Apostólica Pastor Bonus sobre la Curia romana. Estará compuesto por las mismas personas, que podrán ser interpeladas ya sea como consejo o individualmente, sobre las cuestiones que de cuando en cuando consideraré dignas de atención”.

Según el padre Lombardi, portavoz vaticano, esta “institucionalización” pretende “enriquecer el gobierno de la Iglesia con un nuevo tipo de consultas que se añaden a las ya existentes y facilitar de este modo un gobierno menos romano de la misma”. El director de la Sala de Prensa de la Santa Sede informó igualmente de que los cardenales y el Papa habían recibido unos ochenta documentos procedentes de las conferencias episcopales, organismos curiales, obispos y personalidades individuales, con sugerencias y propuestas renovadoras. Antes de encontrarse con el Papa, el grupo ya había celebrado más de una reunión informal, cuyo objetivo era racionalizar el trabajo y evitar la dispersión, procediendo a una “lista de prioridades” que merecen especial atención. Como es sabido, del consejo intercontinental forman parte el arzobispo emérito de Santiago de Chile, el cardenal Francisco Javier Errázuriz, que representa a América Latina; y como coordinador, el arzobispo de Tegucigalpa, Óscar Rodríguez Maradiaga. Han sido reuniones de intenso trabajo, mañana y tarde, a puerta cerrada y de las que, por desgracia, hemos tenido una información muy escasa, limitada a unos comunicados leídos por el portavoz, Federico Lombardi. Ya era conocido que no habría documentos conclusivos ni que se tomaran decisiones ya en esta primera convocatoria, que se repetirá dentro de algunas semanas, antes de fin de año, con toda seguridad. Hemos podido saber que, entre las prioridades, está la reforma del Sínodo de los Obispos, al que se le quiere dar mayor flexibilidad, una representatividad más auténtica y una menor sujeción a la Secretaría General, que era la “mano ejecutora”, hasta ahora, de la centralista Curia romana.

Papas santos

Por otro lado, la víspera, el lunes 30 de septiembre, Francisco presidió un Consistorio Ordinario público, en el curso del cual decretó que los beatos Juan XXIII y Juan Pablo II serán canonizados en Roma el 27 de abril de 2014, segundo domingo de Pascua, que Karol Wojtyla quiso que estuviera especialmente consagrado a la Divina Misericordia. Coincide además que, en esa misma fecha, el actual arzobispo de Cracovia, el cardenal Stanislaw Dziwisz, cumplirá 75 años. El padre Lombardi recordó que la canonización de Angelo Giuseppe Roncalli se producirá sin que desde su beatificación, el 3 de septiembre del 2000, hasta hoy, se haya constatado ningún nuevo milagro; pero el Papa ha querido asociarla al quinto aniversario de la apertura del Concilio Vaticano II. A  la pregunta de un informador, que quiso saber si el papa emérito, Benedicto XVI, estaría o no presente en la solemne ceremonia, el portavoz jesuita respondió que no podía ni afirmarlo ni excluirlo.

Antonio Pelayo. Roma

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