Recordando a los otros mártires aún no beatificados

ceremonia de beatificación de mártires españoles en Roma, octubre 2007

ceremonia de beatificación de mártires españoles en Roma, octubre 2007

JUAN RUBIO, director de Vida Nueva | Tarragona, una de las ciudades señeras en los orígenes del cristianismo en España, será el escenario de la beatificación de numerosos mártires de la persecución religiosa en los años treinta del siglo pasado. Ya sabemos “quiénes son y de dónde han venido”. Lavaron su manto en la sangre del Cordero en años difíciles y convulsos, y en un país que embistió antes de pensar, usando el giro machadiano.

La España del garrotazo y la sangre vengadora, la España de mártires y de santos, la España católica se vio metida en esta vorágine de caos y vértigo que devoró a unos y a otros.

En esta masiva beatificación son todos los que están, pero no están todos los que son. Les llegará su turno. Hubo muchos que dejaron su sangre salpicando paredes de ambos bandos, tras perdonar y confesar su fe. Y no solo entonces, sino también después, cuando llegó la venganza y cuando la victoria arrebató el puesto a la paz.

Ahora tocan estos, como en ocasiones anteriores fueron otros tantos. Pero hubo muchos más, a cuyas muertes no se les abrió expediente, pero cuyas vidas fueron machacadas también.

Hay en muchas diócesis y congregaciones religiosas sacerdotes, religiosos y laicos que dieron su vida, o les fue arrebatada, por la fe. Son mártires en el pleno sentido de la palabra. Sus nombres están “inscritos en el cielo”. Su sangre servirá para la reconciliación de una España que no debe olvidar, pero que debe remontar al futuro con la lección bien aprendida.

Es importante no olvidar a tantos otros a los que también se les segó la vida por las mismas razones por las que estos serán beatificados. Una mención para ellos y para otros que, desde otras orillas, siendo también sacerdotes y ministros entregados, vieron sus vidas machacadas por el odio, aunque el hecho no sea suficientemente reconocido. El mismo Papa, en diciembre de 1936, tuvo que pedir a Franco explicaciones por el asesinato de un buen número de sacerdotes vascos. O tantos otros que sufrieron secuelas en un exilio forzado.

En el altar de este domingo día 13, en Tarragona,
la Iglesia pondrá en sus labios
las palabras de “paz, piedad y perdón”
que en aquellos momentos hizo falta oír
en las pocas iglesias que quedaron sin destruir.

Tiempos duros. Salvador de Madariaga dijo: “Al estallar la guerra civil, la Iglesia debió haber abierto los brazos como Jesucristo a derecha e izquierda; debió haber abierto el pecho y el corazón a ambos lados en ademán de paz y unión; debió haber luchado por la paz y la unión, y por ellas muerto”. Palabras conmovedoras de un gran pensador español desde su exilio londinense.

Hoy recuerdo las palabras de Benedicto XVI en el Angelus de octubre de 2007: “Con sus palabras y gestos de perdón hacia sus perseguidores, los mártires nos impulsan a trabajar incansablemente por la misericordia, la reconciliación y la convivencia pacífica”. La paz y el perdón.

En el altar de este domingo día 13, en Tarragona, la Iglesia pondrá en sus labios las palabras de “paz, piedad y perdón” que en aquellos momentos hizo falta oír en las pocas iglesias que quedaron sin destruir.

director.vidanueva@ppc-editorial.com

En el nº 2.866 de Vida Nueva.

 

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