Villa Javier: 100 años

Las puertas abiertas de la memoria

 

Apertura-de-la-antigua-puerta-del-barrio

 

El pasado sábado 7 de septiembre decenas de personas se reunieron para celebrar los cien años de vida del barrio Villa Javier, ubicado en la localidad de San Cristóbal, en Bogotá. La primera obra de vivienda social construida en la capital fue también la precursora de toda acción a este nivel en el país.

A las ocho de la mañana una caminata dio inicio a las acciones conmemorativas del día. La ruta cultural llevó a los asistentes a través de diversos sitios con relevancia histórica en el proceso de consolidación del barrio: el colegio de San Bartolomé; la primera sede de la Caja de Ahorros del Círculo de Obreros; el Archivo General de la Nación, donde hoy se conservan las escrituras de más de cien casas que se construyeron a inicios del siglo pasado, para favorecer a un amplio número de familias pobres y a la antigua imprenta donde vieron la luz muchas de las publicaciones que actualmente ofrecen una visión de primera mano acerca de la historia de Villa Javier.

Los participantes de la ruta cultural llegaron a su destino en compañía de bandas musicales y de una comparsa. Vestidos con camisetas para la ocasión, llevaban consigo ampliaciones de antiguas fotografías y afiches alusivos al centenario. Las calles del barrio fueron decoradas con bombas, banderas y festones para recibir a los caminantes. En el parque central se construyó un obelisco y una parte de la antigua verja, que hasta 1978 separó al sector del resto de la ciudad, fue restaurada para convertirse en parte del templo. En un gesto sugerente, la estructura metálica abrió nuevamente sus puertas. Llegado el medio día se celebró una eucaristía. Luego de ella, algunas agrupaciones musicales amenizaron la reunión. Durante toda la tarde, los congregados disfrutaron conversando acerca de sus recuerdos y de las expectativas que tienen con relación al futuro del barrio.

Avatares de la “Ciudad de Dios”

Plano-conmemorativo-realizado-por-Rubén-HernándezEl jesuita español José María Campoamor debía su vasta experiencia en el campo social al contacto que entabló con distintas organizaciones católicas en Europa. Llegó a Bogotá el 30 de agosto de 1910. Pronto conoció las condiciones en que vivían cientos de familias pobres. Según Rocío Londoño, las principales preocupaciones de Campoamor tenían que ver con la carencia de habitaciones higiénicas, el alcoholismo, la ausencia de una adecuada instrucción escolar, la promiscuidad y la corrupción de las denominadas “buenas costumbres” que, según algunos, se debía al avance de la modernidad.

Como una manera de dar respuesta a sus preocupaciones, el primero de enero de 1911 el jesuita creó el Círculo de Obreros, una institución destinada a promover la “redención moral” de los sectores menos favorecidos. Ese mismo día Campoamor inauguró la Caja de Ahorros, “una empresa que, de acuerdo con Londoño, concibió como el dispositivo económico apropiado para llevar a cabo el conjunto de obras sociales del Círculo de Obreros”.

Desde un comienzo, su iniciativa contó con el apoyo de sectores influyentes de la sociedad. Un grupo de “damas católicas”, entre ellas María Teresa Vargas, se hicieron asiduas benefactoras del trabajo del español. Gracias al liderazgo de Campoamor y al apoyo que recibió de la sociedad de inicios de siglo, el 7 de septiembre de 1913 nació el barrio del Círculo de Obreros en Bogotá, posteriormente llevaría los nombres de barrio San Francisco Javier y Villa Javier, como se le conoce hoy en día.

Estatua-en-honor-del-PEn su cronología sobre la historia del barrio, Alberto Saldarriaga recupera datos de gran relevancia. El 3 de diciembre de 1913 se entregaron las dos primeras casas; el 27 de septiembre de 1914, 14 casas más; y el 3 de septiembre de 1916 se habían construido ya veinte casas en lo que podría considerarse la primera etapa en la construcción del barrio. Para ese entonces los beneficiarios pagaban cuotas de arriendo sumamente económicas: dos pesos, un peso sesenta centavos y ochenta centavos, según el tamaño de las casas. Entre 1918 y 1919 se emprendieron diligencias dirigidas a mejorar el aspecto físico del barrio y a dotarlo de algunos servicios públicos como energía eléctrica y acueducto. Si bien el ritmo de crecimiento del barrio varió, el proyecto de Campoamor y del Círculo de Obreros nunca dejó de ser ejecutado con eficacia. Debido a ello, en 1933 Villa Javier contaba con ciento veinte casas habitadas por familias obreras, escuelas, semi-internados, sala-cuna, talleres, jardines, huertas, campo de juegos, salón de teatro al aire libre, hospedería e, incluso, una piscina. Existía entonces un grupo de mujeres conocidas como “Las Marías”. Su trabajo fue determinante en la realización de los diversos proyectos del Círculo de Obreros. Fueron las principales colaboradoras del padre Campoamor en la dinámica cotidiana tanto del barrio como de las cajas de ahorros.

Campoamor se propuso crear una comunidad de clase obrera que se constituyera en modelo de vida cristiana. Para tal fin, la vida cotidiana estaba regulada por un exigente conjunto de normatividades. Puesto que la solución al problema de vivienda no fue considerada por el jesuita como una estrategia de movilidad social en sí misma, sino como un medio de “redención moral”, se quiso hacer del barrio un microcosmos donde las influencias capaces de corromper el ideal se mantuvieran al margen. Hasta cierto punto, la verja que durante más de 50 años rodeó al barrio expresaba esta pretensión de levantar la “Ciudad de Dios” en el centro de una ciudad en proceso de secularización.

La muerte de Campoamor en 1946, las inevitables transformaciones históricas de la sociedad colombiana, así como las necesidades legítimas de los habitantes del barrio, sumadas a las exigencias económicas del Círculo de Obreros produjeron lo inevitable: el muro que separaba a la ciudad idealizada y a la real fue demolido; progresivamente muchas casas empezaron a ser vendidas; el estilo de vida de los vecinos se fue modificando y Villa Javier finalmente se integró a la dinámica de Bogotá, con sus limitaciones y posibilidades.

La historia continuó con su ritmo enigmático. Y los años se sucedieron unos tras otros para demostrarnos que la audacia de muchos habitantes del barrio no ha sido menor que la de Campoamor. En la década de 1970, por ejemplo, con un nuevo panorama social y eclesial, un grupo de jesuitas y de laicos del sector quisieron materializar de manera creativa su respuesta a las urgencias de la promoción integral de la fe y de la justicia. Las acciones que un grupo de líderes del sector vienen desarrollando actualmente para celebrar el centenario de Villa Javier parecen encarnar una vez más la audacia que supone abrir las puertas de la memoria.

TEXTO: Miguel Estupiñán. FOTOS: PARROQUIA SAN FRANCISCO JAVIER, M.E.

Compartir