Gerardo Rodríguez

“Educar en medio de la adversidad es más que trasmitir conceptos”

 

GERARDO-RODRIGUEZ

De niño, Gerardo Rodríguez cursó la primaria en la escuela Brasil, que por aquellos años dirigía su tía Georgina, en Zipaquirá (Cundinamarca). Él y otros tres niños tuvieron el privilegio de ser los únicos admitidos en una escuela pública para niñas. En ese contexto se forjó su llamado al mundo de la educación. “Valorar la labor de mi tía, que ahora tiene 85 años, me sirvió para pensar que mi vocación estaba por ahí”. Sin embargo, su llegada al magisterio estuvo precedida por un itinerario que, visto desde el presente, tiene el valor de lo inédito y de la “meritocracia”.

Una vez que obtuvo su título de bachiller en el colegio San Juan Bautista de La Salle en Zipaquirá, donde conoció al actual alcalde de Bogotá, Gustavo Petro Urrego, comenzó a trabajar para costearse la licenciatura en química y biología en la Universidad Libre, donde estudiaba en las noches. Cuenta que “Petro iba dos cursos adelante, siempre era el primero en la terna de su curso, y como yo era el segundo o tercero de mi clase, nos llamaban a los dos en la entrega de notas. En el patio del colegio hablaba de la igualdad social. Luego, cuando comencé a trabajar me lo encontraba en la séptima, entre las calles 22 y 23, y me contaba sobre sus estudios en economía en el Externado”.

Cuando se inició como mensajero en Distral S.A. tenía 17 años. Al poco tiempo le encargaron la coordinación del grupo de mensajeros. Siete años después, cuando concluyó su pregrado, asumió la administración de Truchas de los Andes, que llegó a ser la principal planta de cultivo de truchas en el país. Hoy, Gerardo reconoce que estas fueron sus escuelas de administración: “allí conocí la planeación estratégica”.

Del negocio de las truchas saltó al escenario educativo. Hace casi 20 años se re-encontró con su vocación primera y, con su liderazgo carismático, avanzó a ritmo vertiginoso. Fue nombrado docente en el municipio de Soacha (Cundinamarca), en muy poco tiempo ocupó la coordinación y después, tras presentarse a concurso, fue nombrado rector de la Institución Educativa General Santander primero, y después de la I.E. San Mateo. Su prototipo de educador es El maestro ciruela de Fernando Almena, “un maestro que se preocupe por una enseñanza exitosa y se salga de lo cotidiano, sin dejar de ser tierno con todos”. También considera que “para educar a las nuevas generaciones es necesario que los educadores nos apropiemos de las TIC y que acompañemos a los estudiantes en el aula abierta, en el patio del recreo, e intentemos conocer sus historias de vida”.

Creer en la juventud

Básicamente Gerardo es un educador que cree en las nuevas generaciones: “los jóvenes son los únicos capaces de llevar a nuestro país a competir en el mundo globalizado. Tenemos el deber ético y moral de darles lo mejor en la escuela, la sociedad y la familia”. Por eso, estimula su participación en diversos espacios de la vida escolar. Además, sabe que en un contexto tan convulsionado como el de Soacha, “educar en medio de la adversidad es más que trasmitir conceptos, es contribuir en el fortalecimiento de las competencias ciudadanas”. Formar en la responsabilidad, enseñar a pensar y estimular la construcción del proyecto de vida, no son acciones ajenas a sus quehaceres como rector.

Como directivo ha logrado concertar diferencias, aprendiendo y des-aprendiendo cada día, con sencillez y humildad. No obstante, considera que “no es posible negociar la responsabilidad, pues cada uno debe hacer lo que le corresponde y siempre puede ayudar al otro”. Su carácter y su tesón le merecieron el respeto y el aprecio de muchos, aunque no en todos los casos. Hace unos meses, cuando lo nombraron rector de la Institución Educativa Julio César Turbay, recibió amenazas contra su vida en formato de sufragio. Aunque reconoce que al principio sintió temor, un plantón y 800 cartas de estudiantes y padres de familia, a favor de su permanencia, lo convencieron de que “ser un educador comprometido trae dificultades, envidias y ataques que desestabilizan, y sin embargo, es necesario contribuir, de la mejor manera, para que los niños y los jóvenes tengan una educación de calidad”. Además, se siente apoyado por su hijo médico, de 24 años, estudiante de especialización en medicina física y rehabilitación, así como por su mamá y sus hermanos.

De los jóvenes ha aprendido que es posible leer “desordenadamente” novelas, noticias y temas apasionantes (pedagogía, administración, economía, medio ambiente…). A los jóvenes les ha enseñado el principio del “aprendizaje autónomo” que aprendió de su profesor César Bejarano, en la universidad. “El primer día de clases hizo una evaluación escrita. Yo no sabía qué responder y me saqué 0,5. Aprendí que es necesario leer antes de llegar a clase”.

Texto: ÓSCAR ELIZALDE PRADA Foto: Archivo Particular

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