¿Una Iglesia “acartonada” o una Iglesia renovada y llena de esperanza?

Cómo quisiera una Iglesia pobre y para los pobres, mensaje en una bandera de jóvenes argentinos participantes en la JMJ Río 2013

Una reflexión a la luz de algunos gestos y pronunciamientos del papa Francisco

papa Francisco saluda a un niño enfermo en la favela de Varginha Río de Janeiro JMJ 2013

EUSEBIO HERNÁNDEZ SOLA, OAR, obispo de Tarazona | Me he animado a escribir y enviar estas páginas a Vida Nueva con la intención y el deseo de colaborar activamente, de forma responsable, en el proyecto de renovación que el Papa está indicando e impulsando para toda la Iglesia, y no solo para la Curia romana. La alternativa es clara. Son dos realidades bien diferentes y dos proyectos, dos actitudes, dos resultados. No es lo mismo tomar partido por un pasado estático que apostar por un futuro lleno de vida, aunque arriesgado.

Todos nosotros tenemos la palabra. Podemos elegir entre las dos opciones. El papa Francisco ya nos ha mostrado cuál es su elección. Desde el momento en que fue elegido obispo de Roma, el día 13 de marzo del año en curso, no ha dejado de sorprendernos con hechos y palabras que, en línea de humildad, pobreza y transparencia, apuestan claramente por una renovación a fondo de toda la Iglesia; y todo ello, en la línea de seguir más de cerca a Jesucristo, el “autor y perfeccionador de la fe” (Heb 12, 2), y el único y definitivo Maestro (Mt 23, 8).

Nos sorprendió al elegir el nombre de Francisco y su modo de presentarse en público, poniendo a toda la Plaza de San Pedro en oración; nos sigue sorprendiendo con su exquisita sencillez en su forma de vivir y con mil gestos, bien conocidos por todos. Más aún, a lo largo de este medio año de servicio como obispo de Roma, ha seguido sorprendiéndonos con cada uno de sus pasos y confirmando en la fe a todos sus hermanos.

El peligro está en acostumbrarnos a sus admirables detalles –totalmente naturales y espontáneos para él– y no saber leer el significado y el hondo calado de los mismos. Otro peligro no menor, que nos amenaza gravemente, consiste en cruzarnos de brazos, esperando pasivamente a que el Papa prodigue gestos, tome iniciativas y adopte decisiones, mientras nosotros dejamos que él se arriesgue sin que seamos capaces de dar ni un solo paso.

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Los ojos y el corazón, hacia los pobres

En la isla de Lampedusa, al denunciar lo que él llamó “la globalización de la indiferencia”, dejó marcada una innovadora hoja de ruta, no solo para la Iglesia, sino para la humanidad entera. Allí nos dijo que es necesario y urgente volver los ojos y el corazón hacia los más desfavorecidos, aunque hayan sido ya clasificados como “descartables” por el sistema económico vigente.

Y, en el encuentro con los jóvenes argentinos en la catedral de Río de Janeiro, fue mucho más lejos y no dudó en hacer el siguiente diagnóstico: “Miren, yo pienso que, en este momento, esta civilización mundial se pasó de ‘rosca’; se pasó de ‘rosca’ porque es tal el culto que ha hecho al dios dinero que estamos presenciando una filosofía y una praxis de exclusión de los dos polos de la vida que son las promesas de los pueblos. Exclusión de los ancianos, por supuesto, porque uno podría pensar que podría haber una especie de eutanasia escondida, es decir, no se cuida a los ancianos; pero también está presente una eutanasia cultural. No se los deja hablar, no se los deja actuar. Exclusión de los jóvenes; el porcentaje que hay de jóvenes sin trabajo y sin empleo es muy alto; y es una generación que no tiene la experiencia de la dignidad ganada por el trabajo; o sea, esta civilización nos ha llevado a excluir dos puntas que son el futuro nuestro”.

Para quien no esté ciego, y quiera realmente ver, resulta evidente que el Papa analiza la realidad con perspectivas que van más allá de los muros de la Iglesia; él piensa en clave de la entera familia humana, aunque las iniciativas que proponga sean concretas y locales, moviéndose en el ámbito de la fe.

mujer sostiene un cartel Nuestra esperanza está en vos, Papa

Cambios significativos

Yo quisiera ayudar a descubrir el significado profundo de este viaje, y contribuir a que todos, sin excepción, sintamos que el papa Francisco ha puesto ya en marcha un nuevo modo de entender y vivir la pertenencia a la Iglesia.

La situación actual está pidiendo a gritos cambios significativos en muchas de las estructuras que están funcionando en la Iglesia. El papa Francisco ya ha recogido el eco y se ha hecho portavoz de esas aspiraciones.

Sería lamentable que los de dentro, los de casa, no cayéramos en la cuenta de este extraordinario kairós o regalo de Dios para la Iglesia, y tuvieran que venir los de fuera a recordarlo…
de la sociedad”.

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En el nº 2.865 de Vida Nueva.

 

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