Un encuentro que me hizo pensar

Fernando Sebastián, arzobispo eméritoFERNANDO SEBASTIÁN | Arzobispo emérito

“Pensé que eso tendría que ocurrir también en la Iglesia, que entren los que quieran, que nos pregunten…”.

Durante los meses de verano, a la puesta del sol, solía pasear un rato por los terrenos del seminario de Málaga. Un día, durante el paseo, me encontré con dos muchachos que andaban curioseando por allí.

Me acerqué a ellos y les pregunté; “¿Quiénes sois vosotros?”. Me respondieron con mucha tranquilidad que eran dos chicos del barrio, que habían visto las puertas abiertas y habían entrado para ver qué era y qué había “en este edificio tan grande”.

Eran dos amigos, Nicolás y Hassad. Este era ceutí y musulmán. Cambié de tono, les expliqué un poco lo que era un seminario y así entramos en una conversación tranquila y agradable. Los muchachos tomaron confianza y comenzaron a hacerme preguntas. Me preguntaron por las diferencias entre las dos religiones. Y hablamos un buen rato. Al despedirnos, Hassad me dijo “Ya nos veremos algún otro día”.

Aquella sencilla conversación me ha hecho pensar y hoy quiero compartir con ustedes mis cavilaciones. En primer lugar, tengo que arrepentirme de mi primer impulso, pues me acerqué a los chicos un poco en plan gendarme. Luego pensé: “¡Qué bien que estén las puertas abiertas, y que entre quien quiera, en buen plan, a enterarse, a preguntar! ¿Por qué los vamos a echar?”.

Pensé que eso tendría que ocurrir también en la Iglesia, que entren los que quieran, que nos pregunten. Tendríamos que acoger a todos con apertura y con confianza, recibirlos con amabilidad y responder lo mejor que podamos a sus preguntas.

Aquella pareja de amigos me ha ayudado a comprender que los cristianos podemos y debemos ser amigos de los musulmanes y les podemos hablar de Jesús, con normalidad, reconociendo todo lo bueno que tienen en su religión musulmana y haciéndoles ver cómo Jesús perfecciona y completa lo que ellos tienen y les ayuda a conocer y adorar mejor al Dios que ya adoran.

Curiosamente, Hassad conocía las enseñanzas del Corán mejor que Nicolás las de los Evangelios. Otra vez las deficiencias de nuestras catequesis.

En el nº 2.865 de Vida Nueva.

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