Editorial

La Iglesia en España y los discursos del Papa

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jóvenes bailan el flashmob de la misa final de la JMJ Río 2013

EDITORIAL VIDA NUEVA | En sus discursos durante la JMJ de Río de Janeiro, el Papa ha dejado unos mensajes excepcionales para los jóvenes, no solo por su plasticidad, sino también por su nivel interpelador y, a la vez, esperanzado en lo que ellos suponen para la Iglesia.

Pero no solo aquella juventud entusiasta fue enviada al mundo “sin miedo, para servir”. En aquellas alocuciones, fundamentalmente las que dirigió al CELAM y a los obispos brasileños, se encierran claves ineludibles para seguir trabajando en la línea de profunda renovación de toda la Iglesia, la misma que impulsó el Concilio Vaticano II, y que, debido a no pocas resistencias, quedaron inconclusas.

En nuestro Pliego, Eusebio Hernández Sola, obispo de Tarazona, ha querido rescatar de esos mensajes las líneas maestras que puedan ayudar, con la contribución de todo el Pueblo de Dios, a sacar del marasmo institucional a las viejas Iglesias particulares que caminan en España, muchas veces ancladas en esquemas acartonados, con gestos y lenguajes ampulosos que las han convertido en instituciones frías y con una pastoral de supermercado, donde se dispensan sacramentos pero no siempre ternura y misericordia.

En una encrucijada histórica para el conjunto de la Iglesia española, cuando en pocos meses toda su Conferencia Episcopal será renovada en sus cargos directivos tras su visita ad limina al Papa, las palabras de Francisco tendrían que ponerla en camino para revertir esa imagen y, centrada en Jesucristo, ser una Iglesia cercana y acogedora.

la Iglesia en España tendría que revisar
si su pastoral responde a
una actitud de Iglesia misionera,
que quiere salir al encuentro,
o, por el contrario, se ha replegado sobre sí misma,
con esquemas caducos impregnados de añoranza.

Para ello, la Iglesia en España tendría que preguntarse cuál es la calidad de la acogida que cultiva en sus comunidades, parroquias y grupos cristianos, revisarla en conciencia y, si fuese necesario, convertirla en campo de conversión.

Analizar también si en sus instituciones todavía se mantiene mucho del lastre que durante siglos han generado los mecanismos del poder, y que en tantas ocasiones se ha convertido en un obstáculo para la fe de muchos, que no encuentran en esos comportamientos aquellos que habrían de corresponderse con los de esa Iglesia sencilla y pobre que se predica.

Asimismo, habría que revisar si su pastoral responde a una actitud de Iglesia misionera, que quiere salir al encuentro, a compartir lo que se le ha dado, a acompañar y dialogar “con aquellos discípulos que, huyendo de Jerusalén, vagan sin una meta”, o, por el contrario, se ha replegado sobre sí misma, paralizada ante una realidad social de la que desconfía, a la que trata de responder con esquemas caducos impregnados de añoranza.

En los discursos de Francisco está marcado el camino para la Iglesia del siglo XXI. Evidentemente, sería ridículo pensar que solo los obispos necesitan “volver a nacer” para recorrerlo. Todos (pastores, sacerdotes, religiosos, religiosas y laicos) han sido llamados a la conversión personal y pastoral y, desde ahí, a poner en marcha las iniciativas que reflejen a esa Iglesia que hace nuevo cada día el Evangelio y anuncia el Reino de Dios.

Cuando muchos alejados se están dejando interpelar por este Papa, sería lamentable que “los de casa” no cayeran en la cuenta del extraordinario kairós que estamos viviendo.

En el nº 2.865 de Vida Nueva. Del 5 al 11 de octubre de 2013.

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