Temporeros, una vendimia amarga

temporeros trabajadores inmigrantes en la vendimia

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Temporeros, una vendimia amarga [extracto]

JOSÉ LUIS PALACIOS | Durante años, la vendimia fue un balón de oxígeno para las economías de los inmigrantes. Ahora, con la crisis, la competencia por un jornal se ha recrudecido debido a la vuelta de los españoles al campo. Ya no les importan las condiciones de trabajo ni el sueldo que reciban. Solo buscan un asidero que les permita sobrevivir.

Muchas personas de fuera de nuestras fronteras –también españoles de la emigración interna– que acuden a la vendimia de este año se han encontrando con grandes dificultades para ganarse el ansiado jornal. Las bodegas y los agricultores prefieren contratar mano de obra local o recurrir a familiares, ahora disponibles para las labores del campo. La cola de demandantes de empleo agrario se alarga y los últimos en llegar apenas tienen posibilidad de conseguir alivio pasajero en la recolección de la uva. El servicio humanitario organizado dentro de la comunidad eclesial a través de Cáritas suele ser, en muchos casos, la única ayuda institucional que reciben aquellos con menos oportunidades de emplearse.

En Castilla-La Mancha, la región con más hectáreas dedicadas a la viticultura de nuestro país, los jornaleros de origen extranjero verán reducida su participación en un 15% con respecto a 2012, siguiendo la tendencia registrada en años anteriores, según los cálculos de los propios agricultores. El año pasado, 8.900 personas de otras nacionalidades encontraron trabajo en la vendimia, cuando en 2011 fueron más de 10.000. De poco les han servido las buenas perspectivas de la campaña de este año.

El delegado del Gobierno en Castilla-La Mancha, Jesús Labrador, sentenció que “la vendimia viene bien”, ante la previsión de que fuera un 20% mayor que la de 2012, y un 10% mejor que la media de otras campañas. El año pasado, el Régimen Especial Agrario registró por estas fechas unas 62.000 afiliaciones, un máximo histórico. Para esta campaña, las organizaciones profesionales agrarias calcularon que se generarían entre 50.000 y 60.000 contratos, de los que casi la mitad se tramitarán en las oficinas de la Asociación Agraria de Jóvenes Agricultores (ASAJA). temporeros trabajadores inmigrantes en el campo

Con la Gran Recesión que estamos atravesando y el hundimiento de sectores intensivos en mano de obra como la construcción, la competencia por un jornal en el campo se ha recrudecido por la vuelta de los ciudadanos españoles al mundo rural. Lo saben los trabajadores extranjeros, que cada vez acuden en menor número a la vendimia, como viene ocurriendo desde hace cinco años. Algunos extranjeros han preferido volver a sus países de origen; otros, sencillamente, se han convencido de que ya no les miran igual que antes, cuando eran los únicos dispuestos a doblar la espalda para recoger los frutos de la tierra.

Ayuntamientos, agricultores y entidades sociales, además, lanzan el mensaje de que las oportunidades para los de fuera cada vez son menos, con el fin de ahorrarles viajes en balde y, de paso, evitar la saturación de los escasos dispositivos y reducir los posibles problemas de convivencia. Por ejemplo, el alcalde de La Solana, Luis Díaz-Cacho, anunció en la presentación del operativo especial para la campaña de la vendimia, organizado en la Mesa de Agricultura, que bastaba el personal autóctono para recoger la uva. Desde hace años, las cuadrillas están ya hechas y son estables.

El alcalde también se refirió a la mecanización del campo, como otra de las razones por la que la demanda de temporeros viene descendiendo. “Casi la mitad de las hectáreas de viña son espalderas”, detalló, en relación al sistema de empalizamientos de las vides para ganar altura y, así, facilitar la introducción de maquinaria para cortar los racimos de uva.

Con las restricciones presupuestarias, muchos ayuntamientos que han visto mermados los presupuestos para gastos sociales han optado por reducir la atención a estos trabajadores, que después de todo no tienen derecho al voto. Lo que se ha traducido en albergues que no se han llegado a construir, que abren menos tiempo durante las campañas o que atienden a menos personas que antes.

El Ayuntamiento de Valdepeñas, por boca de su concejala de Servicios Sociales, Antonia Sánchez, se quejaba públicamente de la escasa comprensión mostrada por la Junta de Castilla-La Mancha al haber denegado la ayuda económica anual para mantener el albergue municipal en la época de la vendimia.

La cola de demandantes de empleo agrario se alarga
y los últimos en llegar apenas tienen posibilidades.
El servicio humanitario organizado a través de Cáritas
suele ser la única ayuda institucional que reciben
aquellos con menos oportunidades de emplearse.

No obstante, en Valdepeñas se ha seguido atendiendo a los trabajadores en tránsito, mayoritariamente saharauis y marroquíes, junto con algún que otro rumano, a través del convenio anual que el ayuntamiento mantiene con Cáritas, con lo que se consigue atender a los más necesitados a través de servicios de alimentación, farmacia, alojamiento, ropa, calzado o desplazamientos. En 2012, gracias a este programa, fueron atendidas 280 personas, se realizaron 331 intervenciones directas, se dieron 10.383 comidas y se tramitaron 92 casos de alojamiento.

Economía sumergida

El secretario general de CC.OO. de Ciudad Real, la provincia con más hectáreas dedicadas a las vides de Castilla-La Mancha, Demetrio Muñoz, confirma la masiva presencia de españoles en la vendimia y da por residual los casos de empleadores dispuestos a contratar a personas inmigrantes sin papeles. No obstante, afirma, “de todo hay en la viña del Señor; también agricultores que se atreven a pagar menos de lo que el convenio impone en cada provincia, aunque esperamos que sean los menos”.

Además, tiene sospechas de que se está produciendo “un aumento muy importante de la economía sumergida: los jornaleros echan una semana, pero solo se declaran uno o dos días”. Tanto es así que asegura que si se puede demostrar esta ilegalidad, cruzando los datos entre el volumen de la cosecha y las altas al Régimen Especial Agrario de la Seguridad Social, su sindicato pedirá a la Administración que “tome cartas en el asunto”.

En La Rioja, otro de los territorios que al llegar esta época del año vive pendiente de la uva, también han percibido un incremento significativo de la proporción de españoles que acuden a vendimiar. Por dar un dato, en la localidad de Rincón de Soto, entre julio y agosto, de los 45 temporeros que han acudido a Cáritas a buscar atención, 21 eran españoles.

En la localidad riojana de Rincón de Soto,
entre julio y agosto, de los 45 temporeros que
han acudido a Cáritas a buscar atención,
21 eran españoles.

La técnico del programa de Movilidad y Cooperación de Cáritas La Rioja, Marta Hernández, afirma, además, que entre los que atienden, “cada vez vemos a más personas normalizadas y menos a personas sin hogar que aprovechan las campañas para sacarse algo de dinero durante ese período”.

Menos oportunidades

Miguel Ángel García, cura en Rincón del Soto, pueblo agrícola con más campos de perales que de viñedos, aunque lugar de paso hacia otras poblaciones riojanas eminentemente vitícolas, se lamenta de que “no hay trabajo para todos; además, con la mecanización del campo hay menos oportunidades, por lo que la gente está constantemente moviéndose. Pasan un día por aquí y marchan a otro sitio”.temporeros trabajadores inmigrantes en la fresa

Por su parroquia pasaron entre julio y agosto, además de españoles y portugueses, marroquíes, rumanos y hasta un paraguayo y un tunecino. En la localidad rinconera se les ofrece una contraprestación remunerada (seis euros) a cambio de realizar alguna tarea de utilidad. Los temporeros en situación administrativa irregular casi no aparecen por el despacho de Cáritas de la parroquia del Rincón. “La mayoría de los agricultores cumple el convenio y no se arriesgan a contratarles; prefieren emplear a gente que ya conocen de otras campañas”, matiza García.

Este sacerdote del Movimiento Rural Cristiano señala que es en las poblaciones grandes donde mejor les atienden, ya que tienen infraestructuras para ellos. Solo el Ayuntamiento de Logroño ofrece alojamiento a los temporeros. El albergue municipal refuerza sus instalaciones para aumentar en 40 su número de plazas, mientras que se habilita un polideportivo durante dos semanas para acoger por las noches a cerca de 120 personas.

Ante la actitud de vecinos y entidades sociales que se movilizaron espontáneamente para dar alimento y algo de calor a las personas extranjeras que pasaban la noche en las cercanías de la estación de autobuses, el consistorio logroñés optó hace un par de años por sumarse a la corriente de solidaridad, abriendo por las noches unas instalaciones deportivas que, por el día, mantienen su actividad ordinaria. El polideportivo se queda pequeño una vez que se corre la voz de que ya está en funcionamiento. Este año, la campaña se ha retrasado y puede prolongarse hasta mediados de octubre, con lo que puede que vengan noches frías.

La organización caritativa de la Iglesia no hace distingos: ofrece su ayuda de emergencia sin pedir papeles. Su servicio es el mismo que para las personas sin techo que van de unas ciudades a otras, aunque complementadas por las orientaciones dirigidas a encontrar trabajo en la vendimia y a darles a conocer, por lo menos, los derechos que como trabajadores les asisten. En Alfaro, por ejemplo, les ofrecen ayuda en comida, medicamentos y ropa. Aunque el presbítero Miguel Ángel García es partidario de abrir las comunidades cristianas a los inmigrantes para ofrecerles vínculos afectivos y prestar los servicios religiosos que puedan demandar, reconoce que “vienen a trabajar y no les interesa otra cosa”.

“Si les miramos con los ojos de un mendigo o un invasor,
nos equivocamos. La voluntad de un municipio debería ser
acogerles y tratar de disponer de medios
para que puedan dormir bajo techo”.

Marta Hernández, Cáritas La Rioja.

Con todo, el compromiso de Cáritas con los últimos de la cola del paro es innegable. Marta Hernández explica que “si les miramos con los ojos de un mendigo o un invasor, nos equivocamos”. Para ella, “la voluntad de un municipio debería ser la de acogerles y tratar de disponer de medios en estas fechas para que puedan dormir bajo techo. Se les puede dar un plazo de una semana como estancia y no hay que procurarles grandes medios, porque con una colchoneta en el suelo ya se dan por satisfechos”.

 

Defendiendo los derechos y dignidad de los más débiles

Cada año, días antes de la vendimia, se pone en marcha el Servicio de Información y Orientación en el que colaboran el Ayuntamiento de Valdepeñas, La Mancha Acoge y Cruz Roja, además de Cáritas, y donde se indica a las personas inmigrantes los dispositivos abiertos para su atención, los puntos donde más posibilidades hay de encontrar empleo, como son las grandes bodegas, las sedes de las organizaciones profesionales agrarias y la propia plaza de la localidad, pero también las normas del convenio que deberían respetar sus empleadores.

En esta población manchega, Cáritas ha reforzado –como ya es habitual durante la vendimia– la plantilla de voluntarios, hasta llegar a más de 30 personas para atender el comedor social para transeúntes. Como explica Lourdes Arcos, de la red interparroquial de Valdepeñas, “la gran mayoría son gente de Iglesia, mayores, más o menos vinculada a las parroquias, aunque también hay algunos jóvenes y otras personas con motivaciones distintas a las religiosas”.

Participan en el servicio de alimentación a los recién llegados en busca del trabajo, porque el objetivo es que, “una vez que hayan conseguido trabajo, sean los propios agricultores y las empresas las que se encarguen de facilitarles alojamiento”, como dispone el convenio. La red de atención social de la Iglesia completa los dispositivos para inmigrantes con un servicio de ropero y otro de higiene y salud.

“Nunca ha habido conflicto entre la población autóctona y los que llegan de fuera. Será porque es algo ya habitual en esta época del año y todo el mundo sabe que es necesario que sea así. Es verdad que los que llegan lo hacen en plan tranquilo, en busca de un trabajo”, comenta la trabajadora social.temporeros trabajadores inmigrantes en la vendimia

A la buena convivencia quiere contribuir Cáritas, que desde hace mas de 10 años impulsa una campaña de difusión en defensa de la dignidad de los inmigrantes y el respeto de los derechos humanos. Por eso, asegura: “Hay conciencia, y cada año ha ido aumentando. Cáritas sale en los medios de comunicación todos los años, hace llegar su mensaje a las parroquias para fomentar la convivencia, la igualdad, la integración y pedir que se cumpla la ley y que se dé un trato justo a estas personas”.

Lo cual no quiere decir que no haya problemas. “Sigue habiendo resistencia a ofrecer el alojamiento o a adelantar dinero para que puedan aguantar en condiciones durante la faena”, denuncia Arcos. Añade esta vecina de Valdepeñas que “hay quien se quiere aprovechar de la situación, ya sea porque paga menos de lo establecido o cobra a sus compatriotas por encontrarles trabajo o llevarles de aquí para allá…”. Aunque cada vez menos, ya que “la verdad es que apenas nadie se atreve ya a contratar a ninguna persona sin papeles, después de las fuertes multas que algunos casos ha impuesto la Inspección de Trabajo”.

 

Atrapados en un callejón sin salida

Omar Cámara, nacido en Guinea-Conakry, viajó hace tres meses a Lérida para trabajar en la campaña de la fruta. Con sus papeles en regla, ha conseguido emplearse en los campos y vivir de alquiler junto con un amigo. Ha tenido mucha suerte, aunque asegura que le pagan “cada vez una cosa”. Conoce a compatriotas que han tenido que vivir en la calle, en la Plaza del Seminari, porque “no tienen trabajo ni dinero”.temporeros trabajadores inmigrantes en la vendimia

Dice que gracias a Cáritas consiguen algo de comida y de ropa, pero no es suficiente para todos y no pueden estar así muchos días. Por eso, admite que de vez en cuando les deja ir a su casa a comer o a ducharse. “No hay mucho trabajo para nosotros; los que tienen pocas tierras se apañan con sus familiares. Es normal: si tus hijos están sin trabajo, no contratas a otros; yo lo entiendo”, explica, aunque se pregunta cómo van a seguir viviendo así.

Conoce a algunos africanos que se han ido a Logroño, a ver si allí podían trabajar. Si no les sale bien, se irán a Valencia, y de ahí a Murcia… “No se puede estar sin trabajar; además, si pasas un tiempo sin pagar la Seguridad Social, primero te quedas sin médico, y luego te quitan el permiso de residencia”, comenta. Por eso, admite que “nos tenemos que mover, ir a buscar trabajo, porque no hay nada fijo para nosotros”.

A Birahim, de origen senegalés, con ocho años de estancia en España, no le va mejor. No ha podido regularizar su situación. La última vez que lo intentó fue víctima de un timo que se llevó sus pocos ahorros y esperanzas. Ha trabajado en la fresa en Huelva, en la fruta en Lérida, y ahora se encuentra en la provincia de Tarragona, a la espera de que se generalice la vendimia y de que algún pequeño agricultor no encuentre otros brazos que los suyos para recoger la uva.

Acaba de hacerse casi mil kilómetros, sin mucha convicción, obligado por la necesidad de contar con algún ingreso para seguir tirando y no depender más de la solidaridad de sus compatriotas y de gente de Iglesia que ha ido conociendo en su peripecia por nuestras tierras.

“Sin papeles es difícil que te contraten. Ahora ponen multas de 10.000 euros. Antes era más fácil”, dice desesperanzado, porque ya lleva meses sin ganar dinero. No se hace ilusiones. “Ahora contratan a familiares o meten las máquinas y, como mucho, trabajas siete días”, reconoce. Va tirando gracias a la ayuda de amigos, algunos de ellos sacerdotes, que le alojan en sus casas. Fía su suerte a que no haya mucha presencia de la inspección de trabajo y a que haya agricultores con prisas capaces de ofrecerle un empleo, aunque sea durante los fines de semana, cuando se supone que es más difícil encontrar personal.

No se queja de las condiciones de trabajo, es lo que hay y siente que no puede aspirar a nada mejor. Por sus compatriotas con papeles sabe que están pagando seis o siete euros la hora. Sueña con volver a su país para estar con su familia, pero confiesa que, cuando vaya, quiere “salir con papeles, para luego poder volver a entrar”. “Se hace duro no ver a la familia. Hace ocho años que no estoy con ellos”, lamenta.

Hoy por hoy no puede poner fecha a este deseo, no al menos mientras no consiga un trabajo que tal vez le esté esperando entre las viñas del Priorato tarraconense. Vive atrapado en un callejón sin salida, con miedo a ser detenido y expulsado del país. Aunque no quiere pensar mucho en ello, prefiere mirar los viñedos y aguardar a que haya tanta demanda de empleo que alguno de los propietarios de la tierra no tenga más remedio ni mejor idea que ofrecerle un jornal.

En el nº 2.864 de Vida Nueva.

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