‘Jobs’: oro que no reluce

Jobs, fotograma de la película

Jobs, fotograma de la película

J. L. CELADA | Apenas dos años después de su muerte, Steve Jobs ya cuenta con el obligado biopic, esas dramatizaciones biográficas tan del gusto de Hollywood destinadas a engrandecer la leyenda de no pocos compatriotas “hechos a sí mismos”.Y aunque el padre de Apple (“la fruta de la Creación”) reunió todos los ingredientes –luces y sombras– para alcanzar tal condición, Joshua Michael Stern se extravía en su intento de recrear los logros y las decepciones del reconocido empresario informático, al proponer una narración intermitente, con pretensiones de documental y estética de videoclip.

Jobs arranca en la sede de Apple allá por 2001, coincidiendo con el lanzamiento de un producto “absurdamente genial”: el iPod, una “herramienta para tocar el corazón”… y el bolsillo. El mismo donde caben las mil canciones que permite almacenar ese dispositivo musical. De inmediato, en una elipsis que se convertirá en habitual (¿será porque “la vida es un viaje”, como aprendió el protagonista en la India?), la acción se traslada a los años 70, cuando fabrica la primera placa base en compañía de varios colegas en el garaje familiar. Ya por entonces, el joven Jobs empezaba a dejar claro quién era: un tipo inquieto, audaz, perfeccionista…, pero también despótico, aprovechado, incapaz de trabajar con gente e incluso alérgico al agua y el jabón.

Entre ferias, reuniones y nuevos proyectos, la cinta nos permite ir descubriendo el implacable perfil laboral del genio sin escrúpulos (“mi trabajo –solía decir– no es ser bueno con los empleados, sino hacer que mejoren”) y, en menor medida, su lado más personal, un universo tan pequeño, triste y solitario que empieza y acaba en él mismo. Como contrapartida a esta ausencia de sentimientos, su tecnología (Apple II, Macintosh…) vende poder, belleza, estatus social… ‘Extras’ que acabarían poniendo en el disparadero cualquier posible amistad y hasta la marcha del negocio.Jobs, fotograma de la película

Una trayectoria de altibajos (salida a Bolsa, choques con la competencia, crisis abierta…) que el director recoge a su manera, a base de pinceladas sueltas que buscan tocar la fibra sensible, y que culmina con la vuelta como mesías del héroe destronado. Sin dejar escapar la oportunidad de paso, como ocurre a lo largo de las dos horas que dura la cinta, de seguir lanzando mensajes made in Apple sobre la necesidad de innovar, el elogio de la sencillez o la devoción por la calidad. Traducción técnica de una filosofía que invitaba a nuestro hombre a abrazar la vida, a cambiarla, a mejorarla, a dejar huella.

No parece que sea este el caso de Jobs, una película donde no es oro todo lo que reluce (más de uno ya lo intuíamos, dada la oscura personalidad del biografiado). Sin embargo, hay algo peor: pese a los esfuerzos de Ashton Kutcher y de todo el reparto, el realizador desaprovecha el extraordinario potencial de una historia muy cinematográfica. Oro… que aquí no reluce como debiera.

FICHA TÉCNICA

TÍTULO ORIGINAL: Jobs.

DIRECCIÓN: Joshua Michael Stern.

GUIÓN: Matt Whiteley.

FOTOGRAFÍA: Russell Carpenter.

MÚSICA: John Debney.

PRODUCCIÓN: Mark Hulme · INTÉRPRETES: Ashton Kutcher, Dermont Mulroney, Josh Gad, Matthew Modine, John Getz, Lukas Haas, J. K. Simmons, Lesley Ann Warren, Ron Eldard, Ahna O’Reilly, Victor Rasuk, Nelson Franklin.

En el nº 2.864 de Vida Nueva

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