Urge una solución humanitaria para los migrantes en México

Un grave accidente de tren pone de relieve su dramático periplo camino de EE.UU.

migrantes en México recuerdan a personas muertas en su huida hacia Estados Unidos

Cura Brochero, un beato a la medida de los nuevos tiempos [extracto]

GILBERTO HERNÁNDEZ GARCÍA (MÉXICO DF) | Uno de los hechos más tristes registrados en los últimos tiempos en México tuvo lugar el 25 de agosto, cuando, en La Tembladera, municipio de Tabasco, descarriló ‘La Bestia’, el tristemente célebre tren de carga que va del sur al centro del país, y donde los migrantes –en su gran mayoría centroamericanos– hacen su travesía para dirigirse a los Estados Unidos. El accidente, que se saldó con 12 muertos y 18 heridos, se debió al robo de una pieza metálica que unía dos rieles, así como los tornillos que fijan la vía.
Consciente de que la tragedia pudo haberse evitado, el sacerdote Alejandro Solalinde, director de la Casa del Migrante Hermanos en Camino, en Ixtepec, ha criticado la negligencia de las autoridades, que no han adoptado mecanismos de protección para los indocumentados centroamericanos: “Hay una negligencia, una omisión y una responsabilidad del Gobierno Federal. Varias veces lo hemos denunciado, pero parece que al Gobierno no le ha importado la situación de los migrantes”.
Solalinde va más allá y denuncia lo que considera como una prueba más de la vulnerabilidad que experimentan en su país los migrantes. Así, recuerda que, ya en 24 de febrero de 2011, unos legisladores pidieron que se expidiera un permiso de 180 días para que las personas migrantes pudieran atravesar el territorio mexicano sin arriesgarse a tomar las rutas clandestinas, controladas por grupos criminales o por servidores públicos corruptos.
Sin embargo, la iniciativa no prosperó y “todo volvió a quedarse en la misma situación; los pobres son los que terminan en el tren, exponiéndose a descarrilamientos y extorsiones”.
Tomás González Castillo, franciscano y director de la Casa del Migrante La 72, de Tenosique, cree que “cualquier accidente de tren no es una casualidad, sino parte del catálogo de tragedias que el migrante tiene que sufrir a su paso por México. Si hay tragedia tras tragedia es porque nuestro país se limita al cierre de fronteras y a la detención y la criminalización de migrantes”.
Al menos, parece que la sociedad civil mexicana ha despertado ante este drama. El 7 de septiembre, los voluntarios del albergue La 72 y algunas asociaciones civiles hicieron una caminata a La Tembladera para colocar una cruces con los nombres de los fallecidos y levantar la voz para exigir el cambio de política migratoria en México. “Ni una tragedia migrante más”, clamaban.
También los responsables de la Pastoral de Migrantes, reunidos por esos días en Monterrey, lamentaron que “el sistema sigue sordo y ciego ante esta realidad. Solo tiene una tibia reacción cuando llega el día de la tragedia”.
El obispo de Cuautitlán y responsable de la Dimensión Episcopal de Pastoral de Movilidad Humana, Guillermo Ortiz Mondragón, por su parte, propone una nueva política migratoria: “¿Qué impide que las naciones expulsoras y las naciones receptoras de migrantes dialoguen sobre el asunto con actitud de una legalidad humanitaria? Sabiendo que el migrante sale de su país con el deseo de superación, de búsqueda de refugio, ¿cuál debe ser la responsabilidad de los contratantes ante este asunto? ¿Por qué no ver la situación más desde la perspectiva laboral y de superación, que mueve a los migrantes, y no desde la de la ilegalidad y criminalidad, que preocupa a las autoridades en cada país?”.

Violencia contra la mano amiga

La situación de los migrantes en tránsito por México es cada vez más difícil. Si bien es cierto que existen más de 60 casas del migrante, operadas en su gran mayoría por la Iglesia católica, los peligros que entraña la travesía hasta los Estados Unidos han aumentado. De hecho, los defensores de los derechos de las personas migrantes son constantemente amenazados y atacados por el crimen organizado y por algunas autoridades que, en la sombra, cooperan con los maleantes.
Así ha pasado con el Comedor para Migrantes San José, en el Estado de México. Comenzó a funcionar a principios del mes de julio de 2012 como un esfuerzo conjunto de religiosos y de varias organizaciones de la sociedad civil, pero acaba de cerrar sus puertas, de manera indefinida, debido a los constantes hostigamientos de los que es objeto. Esta es la tercera ocasión, en poco más de un año de funcionamiento, en que el comedor debe cerrar por las agresiones del crimen organizado.

En el nº 2.863 de Vida Nueva.

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