La revolución de Francisco toma forma

papa Francisco habla al Colegio de Cardenales Sala Clementina 15 de marzo 2013

papa Francisco y cardenales en misa en la Capilla Paulina del Palacio Apostólico, 23 abril 2013

La revolución de Francisco toma forma [extracto]

DARÍO MENOR (ROMA) | Dar más poder a las diócesis, redimensionar la Secretaría de Estado, fusionar dicasterios, reducir el número de trabajadores de la Curia romana… Son algunos de los principales cambios que plantea el Papa en la reforma de la Iglesia mientras comienzan a escucharse las primeras voces en su contra.

Del 1 al 3 de octubre, el futuro de la Iglesia se decide en Roma. Esos tres días se reúnen con el papa Francisco los ocho cardenales que forman parte de la comisión creada por el Pontífice para que le ayude en el gobierno de la comunidad eclesiástica y le aconseje en la reorganización de la Santa Sede. Son tan grandes las expectativas puestas en estos encuentros como inciertas las decisiones que pueden tomarse tras él.

Seis meses después de que Jorge Mario Bergoglio llegara desde el “fin del mundo” para hacerse por sorpresa con el timón de la barca de Pedro, en el Vaticano hay más especulaciones que seguridades sobre cómo va a concretarse la esperada reforma de la Iglesia. De forma paralela, empiezan a escucharse, aunque con sordina, las primeras críticas a la novedosa forma de ejercer el poder por parte de Francisco, marcada por sus gestos y espontaneidad.

“Es todo tan imprevisible que estamos observando a ver qué pasa. No se sabe si hay un proyecto claro de hacer las cosas o si todo depende de lo que en ese momento se le ocurre al Santo Padre. Nadie sabe a dónde vamos con estos actos y discursos ni qué modalidad quiere seguir en el ejercicio de gobierno”, cuenta un eclesiástico que trabaja en la Secretaría de Estado y prefiere mantener el anonimato.

papa Francisco se reúne con los jefes de dicasterio de la Curia romana, 10 septiembre 2013

Reunión del Papa con los jefes de dicasterio, el pasado 10 de septiembre

Un cardenal que tampoco quiere ver su nombre publicado reconoce que hay quien no está de acuerdo con los cambios que plantea el Papa, pues suponen “darle la vuelta a muchas cosas”. “Siempre va a haber gente a quien no le gusta lo que haces, pero por eso no hay que dejar de hacerlas”, apunta.

En su opinión, la “potente” reforma que Francisco tiene en mente supondrá una profunda reestructuración de la Curia romana y, en particular, de todo lo que tiene que ver con los aspectos económicos. “La gran idea detrás de la reorganización es el relanzamiento de la misión de la Iglesia. Pero el mayor reto no está en fusionar dicasterios o lograr más transparencia, sino en conseguir un cambio profundo en la mentalidad. Eso llevará años”, dice el cardenal.

En cuanto a las reformas organizativas, todas las fuentes consultadas coinciden en la necesidad de redimensionar la Secretaría de Estado para que deje de ser el cuello de botella por el que han de pasar todas las decisiones. Hay varias teorías sobre qué hacer con el arquitrabe de la Curia vaticana. Algunos piensan que lo mejor sería separar las dos secciones diferentes con las que cuenta el organismo, una dedicada a los asuntos internos de la Iglesia, y otra a las relaciones con los Estados, y crear así dos “ministerios” diferentes. “Esto mejoraría la comprensión exterior de lo que es el Vaticano y nos daría más peso en las relaciones internacionales”, apunta otra fuente de la Santa Sede. “Tendríamos así un ministro de Exteriores claro”.

“Siempre va a haber gente
a quien no le gusta lo que haces,
pero por eso no hay que dejar de hacerlas”,
apunta un cardenal que prefiere el anonimato.

Manlio Graziano, profesor de Geopolítica de las religiones en la Universidad la Sorbona de París y autor de El siglo católico (RBA), apunta no obstante que “el verdadero titular de los asuntos exteriores” es el Papa. En la labor diplomática de la Iglesia destaca, en su opinión, la red de parroquias, una realidad que “todas las otras potencias de la Tierra envidian” por su “amplia difusión y radicación” en el territorio.

Más subsidiariedad

Las parroquias, y con ellas las diócesis, parecen llamadas a tener más autonomía con la reforma que se prepara. Massimo Faggioli, profesor de Historia del cristianismo en la Universidad St. Thomas de Minneapolis (EE.UU.), considera que para proclamar mejor el Evangelio y frenar así la caída en el número de fieles que se da en muchos de los países de antigua tradición cristiana, sería una buena idea aplicar la subsidiariedad.

“La Iglesia funciona todavía según el modelo postridentino, por el que gran parte de las decisiones se toman en Roma. El Concilio Vaticano II trató de intervenir en este tema, pero el posconcilio invirtió la tendencia y recentralizó”, dice Faggioli.

Graziano, quien sostiene que en algunas naciones como Italia, los Estados Unidos o Inglaterra están aumentando los católicos practicantes, advierte por su parte de los riesgos que suponen para la Iglesia la descentralización y la democracia interna. “Se trata del añejo problema de la relación entre centro y periferia”, sostiene, añadiendo que hay que “impedir la tentación de los obispos de actuar de manera autónoma y de conformarse con las exigencias locales”.

Es unánime la petición de
más autonomía e independencia para
las congregaciones y los pontificios consejos
con respecto a la Secretaría de Estado,
y también piden más coordinación y conciencia de que
se rema en un mismo sentido.

Del principio de subsidiariedad podrían beneficiarse las conferencias episcopales, como explicó el cardenal indio Oswald Gracias, miembro de la comisión de purpurados, a la publicación canadiense The Catholic Register: “Pero debe ser en los dos sentidos. Si vamos a tomar más responsabilidad, tenemos que ser más capaces y conscientes. Ahora mismo es muy cómodo porque sabemos que todo se controla dos veces”.

ocho cardenales nombrados por papa Francisco para ayudarse a reformar la Curia

Los ocho cardenales que forman la comisión asesora de Francisco

Con la asunción de más poder habría una mayor implicación en la resolución de los problemas, sostiene Gracias, para quien existen unas expectativas excesivas en los resultados que podría dar la reforma administrativa. “Lo que recomendemos hoy tal vez sea irrelevante dentro de cinco o diez años”, advierte. Apuesta, pues, por tener presente el célebre lema Ecclesia semper reformanda.

Entre los que trabajan en el Vaticano, es unánime la petición de más autonomía e independencia para las congregaciones y los pontificios consejos, pues con la organización actual hace falta la autorización de la Secretaría de Estado incluso cuando un dicasterio quiere contar con la colaboración de un voluntario.

También piden más coordinación y conciencia de que se rema en un mismo sentido, lo que ayudaría a evitar que los dicasterios cobraran sus servicios los unos a los otros a precio de mercado, como ocurre ahora. Así pasa, por ejemplo, cuando se quiere utilizar una imagen tomada por el servicio fotográfico de L’Osservatore Romano u organizar un acto en alguna de las instalaciones regidas por el Governatorato.

Otro purpurado que también prefiere mantenerse en el anonimato apunta que hay que pergeñar un modelo nuevo de Secretaría de Estado. “Hay que evitar que quien dirija esa institución quiera volver a convertirse en un vicepapa, como ha ocurrido con Tarcisio Bertone en estos años”. [Francisco ya tiene a su mano derecha: Pietro Parolin]

Una posibilidad para el redimensionamiento estaría en la creación de un nuevo cargo, el del moderator curiae (moderador de la Curia), siguiendo el ejemplo de la Archidiócesis de Milán. Esta figura, que según algunos rumores podría recaer en el cardenal italiano Francesco Coccopalmerio, actual presidente del Pontificio Consejo para los Textos Legislativos, estaría encargada de mejorar la coordinación entre los dicasterios y de convocar los “consejos de ministros” que quieren celebrarse habitualmente entre el Papa y los jefes de las congregaciones y pontificios consejos. El primero de estos encuentros tuvo lugar el 10 de septiembre.

El moderator curiae podría, además, hacerse cargo de la coordinación de los temas económicos. El Vaticano cuenta con numerosos organismos dedicados a estos asuntos, algunos de los cuales gozan de amplia autonomía y escapan a los controles, dando lugar a abusos. Otra alternativa en este sentido sería dotar de más poder a la Prefectura para los Asuntos Económicos de la Santa Sede, encargada de vigilar las cuentas de las instituciones vaticanas.

papa Francisco habla al Colegio de Cardenales Sala Clementina 15 de marzo 2013

Palabras al Colegio de Cardenales, el 15 de marzo de 2013

Dentro de los temas financieros, en Roma se da por seguro el cierre del Instituto para las Obras de Religión (IOR), la banca vaticana, y su sustitución por un organismo financiero que cumpla con los estándares de transparencia internacional y que, incluso, podría satisfacer los principios de la banca ética. Esa sería la mejor solución para el IOR, según el cardenal Óscar Andrés Rodríguez Maradiaga, arzobispo de Tegucigalpa y coordinador de la comisión de purpurados.

Fusión de dicasterios

Otro de los cambios que parecen ciertos es la reorganización de los dicasterios. Algunos serán eliminados, otros se fusionarán y muchos se reagruparán por áreas de interés común.

Parece lógica la unión entre la Congregación para la Evangelización de los Pueblos y el Pontificio Consejo para la Promoción de la Nueva Evangelización. Tampoco sería extraño que bajo el paraguas del Pontificio Consejo para los Laicos se ubicara al dicasterio de la Familia, al de la Pastoral para la Salud y a la Academia para la Vida. Un caso similar ocurriría con Justicia y Paz y ‘Cor Unum’, por un lado, y con el dicasterio para la Cultura, la Biblioteca Vaticana, el Archivo Secreto y otras instituciones de este campo, por el otro.

Está sobre la mesa la reorganización de los medios de comunicación de la Santa Sede para reducir gastos, lograr mayores sinergias y colocarlos a todos bajo el control del Pontificio Consejo para las Comunicaciones Sociales. El responsable de este dicasterio, el arzobispo Claudio M. Celli, tiene una excelente relación personal con Francisco y parece llamado a asumir más responsabilidades.

Las nueve congregaciones de la Santa Sede, instauradas por Pío X en la gran reforma de la Curia de 1908, están, en cambio, destinadas a sobrevivir, aunque podrían alterar su función. Una fuente vaticana espera que se conviertan en una especie de think tank (laboratorio de ideas), como ya exponía en el año 2000 André Zünd, profesor de la Universidad San Gallo de Suiza, en un artículo ahora republicado por Il Regno.

Con la reforma, unas 4.000 personas perderán su trabajo,
pero, a la vez, el Vaticano está llamado
a aumentar en los cargos de responsabilidad
el número de seglares y de mujeres.

Zünd proponía que en lugar de “reducir al silencio a los teólogos incómodos”, la Congregación para la Doctrina de la Fe debía innovar e investigar para que la fe pudiera dar respuesta a los problemas que presenta la modernidad. El profesor pedía, además, que la Iglesia cambiara la “dominante manía del secreto” por la transparencia, pues “no hay mejor desinfectante que la luz del sol”.

La reorganización de la Curia, en la línea de mayor sencillez que desea el Papa, acarreará una consecuencia inmediata: una parte de las 4.000 personas que hoy tiene empleada la Santa Sede perderá su trabajo. Para los eclesiásticos no supone mayor dificultad que las reticencias de algunos por volver a sus diócesis o congregaciones religiosas. Las Iglesias locales e institutos de Vida Consagrada a buen seguro que recibirían con los brazos abiertos a estos hermanos, muchos con una alta formación y amplia experiencia tras su paso por Roma.

El gran problema es el de los empleados laicos. La mayoría, funcionarios, desempeñan puestos de poca responsabilidad. Más allá del drama humano, aplicar una especie de expediente de regulación de empleo tendría efectos devastadores para la imagen de la Santa Sede. Como solución intermedia se baraja utilizar las prejubilaciones.

Al tiempo que reduce su masa de asalariados, el Vaticano está llamado, según muchos observadores, a aumentar en los cargos de responsabilidad el número de seglares y, en especial, de mujeres. “Ha llegado el momento de reconocer a un nivel teológico y jurídico lo que hacen los laicos desde hace tiempo en las Iglesias locales, especialmente fuera de Europa. La Iglesia lo ha asumido desde el punto de vista práctico, pero tiene miedo de codificar estas experiencias”, opina Faggioli.

A su juicio, la Curia debería plantearse que no es necesario que todos sus dirigentes sean obispos. Zünd sostiene en este sentido que habría que hacer una separación entre la función curial y el ministerio eclesial. Los “obispos con olor a oveja” y alejados de la burocracia que desea Francisco concuerdan con estas ideas.

En esta época de cambios tendrá un papel protagonista el nuevo secretario de Estado, el arzobispo Pietro Parolin, de quien todo el mundo habla bien en la Santa Sede. Parolin tomará posesión de su cargo el 15 de octubre, tras la importante reunión de la comisión cardenalicia con el Papa.

Son pocos todavía los católicos que se atreven a
alzar la voz en público contra Francisco,
pero existe una facción dentro de la Iglesia
al que no le gusta el Papa,
a la que llaman, de forma despectiva, “el argentinito”.

“No se entiende que el Santo Padre nombrase a Parolin antes de verse de forma conjunta con los cardenales y que no vaya a estar en los encuentros de octubre”, se queja el eclesiástico de la Secretaría de Estado antes citado, a quien no le gustó la misiva que Francisco envió al diario La Repubblica. “La carta, a muchos, nos dejó perplejos. Ese periódico siempre ha sido muy agresivo con la Iglesia. La parte en la que el Papa habla de la conciencia me parece arriesgada: hay que intentar que el no creyente se plantee la cuestión para lograr su conversión”.

Primeras zancadillas

Aunque son pocos todavía los católicos que se atreven a alzar la voz en público contra Francisco (en Internet, gracias al anonimato, es otra historia), esa carta y el encuentro con el impulsor de la Teología de la Liberación, Gustavo Gutiérrez, han soltado algunas lenguas. “¿No es sospechoso que hable con los comunistas?”, se preguntaba una oyente de la emisora italiana Radio 24.

Más amenazantes parecen las palabras del cardenal arzobispo de Lima, Juan Luis Cipriani, del Opus Dei, quien aunque no disparó contra el Papa, sí que le hirió como daño colateral. Ciprini tachó de “ingenuo” al prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, el arzobispo Gerhard Müller, por promover el encuentro con Gutiérrez.

Uno de los purpurados antes citados que prefiere mantener el anonimato confirma que existe una facción dentro de la Iglesia al que no le gusta Francisco. Sus miembros le denominan, de forma despectiva, “el argentinito”. “La información de los escándalos sexuales de monseñor Ricca aparecida poco después de que Francisco lo eligiera su delegado en el IOR o el nombramiento de la joven de origen egipcio que luego se supo que criticaba a Bertone son las dos primeras zancadillas”, dice el cardenal.cardenales en la basílica de San Pedro

También hay quien critica su querencia por descolgar el teléfono y llamar a quien le apetece. Alberto Melloni, profesor de Historia del cristianismo en la Universidad de Módena y Reggio Emilia, advertía en el Corriere della Sera de los riesgos de esta actitud, pues todo el que tenga ahora un problema pensará que si le escribe es probable que le llame para consolarle. “Está claro que no puede responder a todos”.

Para que una reforma tan profunda como la que se plantea la Iglesia supere las reticencias inmovilistas de la burocracia, con miedo a perder poder, hace falta, para Zünd, que los cambios se pongan en marcha “inmediatamente después de la elección de un nuevo papa”. Francisco, pues, debe aprovechar el impulso del momento y la luna de miel que mantiene con los fieles y la prensa para superar las resistencias.

“Ha de ser muy enérgico para tener éxito. Tal vez es esa la razón por la que fue elegido un jesuita”, comenta Graziano, quien piensa que la Iglesia seguirá creciendo solo si se mantiene firme en cuatro principios esenciales: certeza, autoridad, identidad y fuerza. En conclusión, la estrategia de fondo de la reforma actual parece ser aumentar el poder del Papa y de las diócesis y conseguir que la Curia esté más sometida a las órdenes del Pontífice.

En el nº 2.863 de Vida Nueva.

 

LEA TAMBIÉN:

Compartir