Carencias

Fernando Sebastián, arzobispo eméritoFERNANDO SEBASTIÁN | Arzobispo emérito

“Hoy quiero comentar una que afecta tanto a la Iglesia como a la sociedad, y es la falta de influencia de la fe cristiana en la vida publica española…”.

Me refiero a las carencias de nuestra vida social y pública. Hay muchas. Hoy quiero comentar una que afecta tanto a la Iglesia como a la sociedad, y es la falta de influencia de la fe cristiana en la vida publica española.

Los españoles, católicos y no católicos, no estamos en condiciones de pensar esta cuestión con serenidad y clarividencia. Apelamos enseguida a las experiencias históricas. No nos liberamos del pasado. La estabilidad y la prosperidad de España dependen en buena parte de que resolvamos bien esta cuestión.

La influencia del cristianismo en la vida social y política no tiene que venir por la vía de la injerencia de las instituciones religiosas en la vida política, sino por la vía de la claridad de conciencia y la consecuente coherencia de los cristianos que actúan directamente en la vida pública y política. Influencia cristiana no significa clericalismo, sino claridad y coherencia de los cristianos que están en la política.

No hay una política cristiana que se pueda considerar única y obligatoria, pero sí hay una visión antropológica y unos principios morales que pueden y deben influir en las ideas y en las decisiones políticas de todos los cristianos, sean de derechas o de izquierdas.

En una sociedad libre no hay por qué ocultar las convicciones religiosas de cada uno. La comunión de fe entre los políticos acortaría distancias entre ellos, facilitaría el diálogo y la colaboración entre políticos de diferentes familias a favor de los mismos objetivos, clarificaría las mentes y movilizaría las voluntades para evitar lo que es objetivamente malo y fomentar el bien integral de todos los ciudadanos, con una mentalidad abierta y solidaria.

La fe cristiana purifica y humaniza la política. Es posible, necesitamos líderes y un poco más de confianza en nosotros mismos.

En el nº 2.862 de Vida Nueva.

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