Editorial

Una Iglesia que se pone a la escucha

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EDITORIAL VIDA NUEVA | En estos días de regreso de las vacaciones, es frecuente oír el sonsonete de algunos ante la vuelta a la “rutina” diaria del trabajo. Parecen olvidar que en estos tiempos desabridos, siguen siendo millones de prójimos en nuestro país los que estarían dispuestos a cualquier cosa –las medidas legislativas ayudan mucho a agarrarse a cualquier clavo laboral ardiente– con tal de zambullirse en esa rutina.

No ha habido vacaciones para ellos desde hace años y cada día se convierte en una auténtica lucha por la vida, por sobrevivir con dignidad, por devanarse los sesos para que, otra jornada más, no falte lo indispensable, sobre todo en esas más de 600.000 familias que han de ingeniárselas para vivir sin ningún tipo de ingreso económico.

En esa situación, la desesperación es una compañía demasiado frecuente que acaba por minar la resistencia de la persona. ¿Qué hacer ante ello?

La Iglesia, que sabemos que no tiene soluciones ténicas para afrontar la crisis económica que está carcomiendo el tejido social de este país, es una de las instituciones que más se está implicando para paliar, al menos, sus consecuencias.

Conocida –y social y políticamente alabada– es la labor de Cáritas, ya sea en su tarea de inserción laboral (un 16%, muy por encima de los servicios públicos de empleo) o en el reparto de comida y material de primera necesidad a miles de familias.

Lo mismo se hace desde congregaciones religiosas y movimientos apostólicos, que no escatiman esfuerzos para responder a tantos mandatos evangélicos a los que nos urge la situación actual. Y eso, aun cuando los recursoso propios y los derivados de la generosidad de los fieles comienzan a flaquear.

A pesar de ello, estamos asistiendo a una nueva forma de ayuda, que no tiene tanto que ver con saciar las necesidades inmediatas de los cuerpos, sino de atender también al sufrimiento de los espíritus.

La prolongada situación de desempleo de tantos acaba por pasar factura anímica que, inevitablemente, trasciende a la persona para afectar a toda la familia. Y ahí está apareciendo, en palabras del papa Francisco, “la creatividad del amor”, esa que no se basa en la riqueza de recursos con la que se cuenta, sino en saberse parte de una Iglesia que tiene que acompañar y escuchar.

Por ello, como se narra en el A fondo de este número, empiezan a proliferar iniciativas pastorales para hacer precisamente eso: escuchar. Se trata de ofrecer un lugar de acogida, donde personas que comparten la misma situación de desempleo y desesperación, puedan encontrarse y, entre otras cosas, combatir la sensación de culpabilidad por oo hallar trabajo, y que suele derivar en procesos autodestructivos.

No se trata tanto de asistencia psicológica como de un servicio de escucha activa –como el que los religiosos camilos han desarrollado con éxito a través de sus Centros de Escucha–, donde la persona sea capaz de reparar su andamiaje existencial, ir al fondo de la situación en la que se encuentra para volver a emerger y tomar, de nuevo, las riendas de su propia vida.

Estas iniciativas pastorales, muy de agradecer, nos hablan de una Iglesia “que vuelva a traer calor”, como nos pide insistentemente el Papa.

En el nº 2.861 de Vida Nueva. Del 7 a 13 de septiembre de 2013.

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