América Latina en los discursos del Papa en Brasil

ilustración de Jaime Díz para artículo de Juan Rubio América Latina en los discursos del Papa JMJ Río 2013 2859

JUAN RUBIO, director de Vida Nueva | El verano en la Iglesia ha estado marcado por la celebración en Brasil de laJornada Mundial de la Juventud, evento que tuvo su origen cuando Pablo VI reunió en 1975, en Roma, a miles de jóvenes que recorrieron el camino de san Francisco entre Asís y Roma. Un simbólico camino que, quizás, algún día el Papa actual retome, alejando el formato y factura actuales (por cierto, habrá que estar atentos a cuanto pueda el Papa anunciar el 4 de octubre en su visita a Asís).

Juan Pablo II, en 1984, recordando los encuentros juveniles comunistas de los años duros del Telón de Acero, cambió la fórmula por la que hoy conocemos; y sus sucesores la han seguido. La próxima celebración en Cracovia puede suponer un punto y aparte destacado en este evento juvenil.

Sin embargo, en las jornadas de Brasil ha habido algo más que una concentración juvenil. No podemos ser ajenos al mensaje y al subrayado del periplo brasileño. Es el país con más católicos del mundo; el país en donde la sangría de fieles es considerable; el país en el que la Teología de la Liberación tomó una importante carta de naturaleza; el país en el que la pobreza y la miseria contrastan de forma escandalosa con la riqueza; el país en el que la Iglesia tiene una presencia destacada y significativa; el país con grandes posibilidades de futuro, un continente dentro de otro continente. Un país que no es ajeno a las preocupaciones de la Iglesia.

Fue allí, en el Santuario de Aparecida, en donde, en 2007, se redactó el documento que es, hoy por hoy, base y guía de aquellas Iglesias de América Latina y el Caribe. Refrendado por el papa Ratzinger en su visita apostólica, se ha convertido en un documento guía que el Papa, en este viaje, ha vuelto a poner en valor. Un documento que hizo un guiño al espíritu de Medellín, corregido en Puebla por la influencia de cardenales latinos con el corazón en Roma.

Este Documento de Aparecida, que hay quien considera el programa de gobierno del Papa, es clave. Muchas de sus grandes ideas han sido expresadas en los discursos del papa Francisco en Brasil. El entonces cardenal Bergoglio luchó denodadamente, incluso con cierta oposición romana, para sacar adelante el documento y hay quienes dicen que, incluso de madrugada, en largas discusiones, junto a un grupo de obispos, se negó al maquillaje que en algunos aspectos le pedían desde el Vaticano.

No podemos ser ajenos al mensaje
y al subrayado del periplo brasileño.
Es el país con más católicos del mundo, el país en donde
la sangría de fieles es considerable,
el país en el que la Teología de la Liberación
tomó una importante carta de naturaleza,
el país en el que la pobreza y la miseria
contrastan de forma escandalosa con la riqueza.

Y es que aquellas Iglesias se sentían muy alejadas, y olvidadas, por Roma. No es un documento que prime la acción política para luchar contar la injusticia, ni apuesta por algunos de los instrumentos que habían marcado la Teología de la Liberación. Es un documento en el que la “conversión pastoral” prima sobre todo para seguir luchando por la justicia desde la fuerza de la Palabra de Dios y la conversión personal. Mensajes al mundo, pero especialmente a las Iglesias hermanas de América Latina.

En el nº 2.860 de Vida Nueva.

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