Río se desbordó al paso de Francisco

papa Francisco con Dilma Rousseff a su llegada al aeropuerto internacional de Río de Janeiro

El Papa es aclamado en las calles de la ciudad brasileña el lunes 22 de julio

recorrido en jeep por las calles de Río de Janeiro

Multitudes de peregrinos esperaban a Francisco en las calles de Río

ANTONIO PELAYO, enviado especial a RÍO DE JANEIRO | Como si tuviera prisa en llegar a Brasil, el avión de Alitalia con el Papa y su séquito a bordo aterrizó en el aeropuerto internacional de Río con media hora de antelación sobre el horario previsto, las cuatro de la tarde del día 22. Casi por los pelos habían llegado poco antes al Pabellón de Honor la presidenta Dilma Rousseff, el gobernador del Estado de Río de Janeiro, Sergio Cabral Filho, y el alcalde de la ciudad carioca, Eduardo Paes. Con ellos, el arzobispo, monseñor Orani João Tempesta, el presidente de la Conferencia Nacional de Obispos de Brasil (CNBB), cardenal Raymundo Damasceno Assis, y el nuncio apostólico Giovanni d’Aniello.

No hubo ceremonia oficial: ni himnos, ni guardia de honor, ni formalidades protocolarias. Francisco y la señora presidenta se saludaron con efusión y conversaron animadamente mientras se dirigían a la Sala Presidencial del aeropuerto en compañía del séquito papal, del que formaban parte el secretario de Estado, cardenal Tarcisio Bertone, el Sustituto de la Secretaría de Estado, monseñor Giovanni Angelo Becciu, el cardenal brasileño João Braz de Aviz, y otros responsables vaticanos, como el portavoz Federico Lombardi o el director de L’Osservatore Romano, Gian Maria Vian. Esta vez no ha acompañado al Santo Padre el prefecto de la Casa Pontificia, monseñor Georg Gänswein, “retenido” en Roma junto al papa emérito Benedicto XVI.

Momentos de pánico

A la salida del aeropuerto se formó la caravana, en la que destacaba por su modestia el monovolumen donde viajaba Bergoglio con su secretario, monseñor Alfred Xuereb. El plan inicial era dirigirse al Palacio de Guanabara, sede del Gobierno del Estado de Río de Janeiro, pero el Papa decidió dar un rodeo para dirigirse en primer lugar a la catedral metropolitana de San Sebastián, imponente construcción en forma de pirámide maya erigida en pleno centro de la ciudad.

Este cambio de itinerario se transformó en un auténtico vía crucis para los responsables de la seguridad del ilustre huésped, que perdieron completamente el control de la situación. En numerosas ocasiones la caravana se vio bloqueada en unas calles donde no existía ninguna estructura protectora ni vallas ni cordón policial.

recorrido en jeep por las calles de Río de Janeiro

El Papa detuvo el coche varias veces para saludar y bendecir a los más pequeños

La multitud se agolpaba en torno al coche donde viajaba el Papa intentando tocarle, hablarle, sin que los titánicos esfuerzos de los guardias suizos, de los gendarmes vaticanos y de los policías brasileños lograsen evitarlo. En la Avenida Presidente Vargas se produjo un atasco que impedía al cortejo papal avanzar: a la derecha estaban aparcados en doble fila decenas de autobuses; y a la izquierda, centenares de gentes delirantes que no cejaban en su intento de acercarse al Papa, fotografiarle, hacerle llegar mensajes verbales o escritos. Fueron esos unos momentos de verdadero pánico en los que, por fortuna, ningún exaltado intentó aprovechar la confusión reinante para insultar o agredir al Papa.

Esas imágenes dieron la vuelta al mundo y pusieron en tela de juicio la eficacia de las autoridades brasileñas para garantizar el orden. El alcalde de la ciudad, veinticuatro horas después, reconoció que se habían registrado “graves fallos” en la organización del recorrido. “El Papa –dijo Lombardi en rueda de prensa– no tuvo miedo en ningún momento y mantuvo abierta la ventanilla del coche”.

Gracias a la Providencia, Bergoglio llegó incólume a las inmediaciones de la catedral, donde se habían congregado varias decenas de miles de fieles que no dejaban de ovacionarlo. El Papa, sin entrar en el templo como hubiera deseado, cambió de coche subiéndose a uno de los papamóviles llegados de Roma y fue conducido a un cercano helipuerto militar, desde el que voló hasta el Palacio de Guanabara.

Dentro de esta residencia (construida en el siglo XIX para uso de la familia imperial) también reinaba un cierto caos dado el alto número de personas invitadas: ministros y altos cargos del Gobierno, las máximas autoridades del Estado federal así como el cuerpo diplomático y consular, con numerosas personalidades de todo tipo.

En su discurso, la presidenta Rousseff no podía no aludir a las manifestaciones que en las semanas anteriores a la llegada del Pontífice proliferaron en muchas ciudades del inmenso país: “Nosotros, los brasileños –dijo–, somos hombres y mujeres de fe. Hablo de fe religiosa y también de la creencia que todos nosotros tenemos en nuestra capacidad de mejorar la vida. La creencia de que el mañana puede ser mejor que el hoy. Ese fue el sentimiento que movió, por ejemplo, en las últimas semanas a centenares de miles de jóvenes a salir a las calles. Los jóvenes exigen respeto, ética y transparencia. Quieren que la política atienda sus intereses, los intereses de la población, y que no sea territorio de privilegios y de regalías. Desean participar en la construcción de soluciones para los problemas que nos afectan”.

papa Francisco con Dilma Rousseff a su llegada al aeropuerto internacional de Río de Janeiro

La presidenta Dilma Rousseff tuvo cálidas palabras para el Papa

El Papa inició sus palabras con una cita bíblica del apóstol Pedro: “He aprendido que para tener acceso al pueblo brasileño hay que entrar por el portal de su inmenso corazón; permítanme, pues, que llame suavemente a esa puerta. Pido permiso para entrar y pasar esta semana con ustedes. No tengo oro ni plata, pero traigo conmigo lo más valioso que se me ha dado: Jesucristo”.

El ventanal del futuro

El párrafo fundamental, sin embargo, llegó casi al final del discurso: “La juventud –enfatizó– es el ventanal por el que entra el futuro en el mundo y, por tanto, nos impone grandes retos. Nuestra generación se mostrará a la altura de la promesa que hay en cada joven cuando sepa ofrecerle espacio; tutelar las condiciones materiales y espirituales para su pleno desarrollo; darle una base sólida sobre la que pueda construir su vida; garantizarle la seguridad y la educación para que llegue a ser lo que puede ser; transmitirle valores duraderos por los que valga la pena vivir; asegurarle un horizonte trascendente para su sed de auténtica felicidad y su creatividad para el bien; dejarle en herencia un mundo que corresponda a la medida de la vida humana; despertar en él las mejores potencialidades para ser protagonista de su propio porvenir y corresponsable del destino de todos”.

Mientras se desarrollaba esta ceremonia, no lejos del palacio, la policía tuvo que intervenir con cierta energía para hacer frente a un grupo no muy numeroso de manifestantes hostiles al Papa: unos quinientos black blocks mezclados con feministas pertenecientes a movimientos extremistas y representantes de colectivos gays. Una algarada que no tuvo mayores consecuencias.

La primera jornada marcó el clima que ha dominado todo el viaje: ausencia total de polémicas o de posiciones extremas. Así lo reconocían al día siguiente los dos periódicos con mayor influencia en Brasil: O Globo, que titulaba: “El Papa arrastra multitudes en las calles y evita tonos políticos en el palacio”; y la Folha de São Paulo, que hizo este comentario sobre el encuentro Bergoglio-Dilma: “Valió por la foto, no por lo que se dijo”.

En el nº 2.859 de Vida Nueva

 

Número especial JMJ de Vida Nueva

 

ESPECIAL WEB: JMJ RÍO 2013

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