Emocionante Vía Crucia en la JMJ de Río, el viernes 26 de julio
ÓSCAR ELIZALDE. RÍO DE JANEIRO | En su quinto día en Río de Janeiro, ni el cansancio ni la fatiga avizoraban en Francisco. Se le veía revitalizado, confirmado por el entusiasmo de los jóvenes con los que compartió este día, bien en el sacramento de la penitencia, bien en su situación de reclusión o bien en el almuerzo que tuvo con un grupo representativo de diversas latitudes. El Vía Crucis en Copacabana marcó la experiencia de fe de quienes allí estuvieron con el Papa.
Al igual que el día anterior, celebró la eucaristía en la Residencia de Sumaré a las 7:30 horas. Luego, hacia las 9:30, emprendió su peregrinar rumbo al parque de la Quinta de Boa Vista, donde se desarrolló la Feria Vocacional, un espacio de exposiciones dispuesto para que 150 movimientos y comunidades religiosas compartieran sus carismas con los jóvenes.
Quienes buscaban un espacio de encuentro personal con Dios, encontraron su sitio en la tienda de adoración al Santísimo Sacramento, acompañada permanentemente por las hermanas de la Madre Teresa de Calcuta. Hasta allí llegó Francisco a orar antes de confesar a cinco jóvenes: tres brasileños, una italiana y una venezolana, elegidos por sorteo.
Los confesó en el Bosque del Perdón, un espacio al aire libre dispuesto con 50 confesionarios blancos, que habían sido diseñados con sobriedad y belleza por el arquitecto español Ignacio Íñiguez de Onzono, emulando la silueta del Corcovado. En uno de ellos se sentó Francisco, como lo hiciera su predecesor en Madrid, por un espacio de 25 minutos.
Por la privacidad que supone una experiencia tan íntima, no se dio a conocer la identidad de los chicos, ni se ofrecieron detalles. Lo mismo ocurrió con el encuentro que el Papa tuvo con un grupo de jóvenes reclusos, un gesto que no es extraño en Jorge Mario Bergoglio, quien –según Federico Lombardi– cada dos semanas llama a un grupo de jóvenes detenidos en una cárcel de Buenos Aires, con quienes mantiene una estrecha amistad. Su sensibilidad por los jóvenes que viven en esta condición también se había hecho patente el pasado Jueves Santo, cuando lavó los pies de algunos de ellos en Casal del Marmo, en Roma.
El encuentro tuvo lugar en el palacio arzobispal de San Joaquín y duró cerca de una hora, antes del rezo del Angelus. Ocho jóvenes se sentaron alrededor del Papa “en un clima muy sereno y normal”. Todos eran menores de edad y tenían tantas expectativas como el mismo Bergoglio, quien había solicitado que este diálogo se incluyera en la agenda de la Jornada Mundial.
Durante el compartir, “una de las chicas fue muy elocuente, estaba muy conmovida”, dijo Lombardi. Había compuesto una canción para el Papa y se la cantó. También le leyeron una extensa carta que habían preparado entre todos y le pidieron su autógrafo sobre una foto que cada uno deseaba conservar como recuerdo.
En este ambiente fraterno y cercano, Lombardi comentó que uno de los momentos más bonitos e impresionantes fue cuando los jóvenes entregaron a Francisco una camándula de grandes dimensiones. Sobre la cruz se leía la inscripción: “Candelaria nunca más”, que recordaba el triste episodio de los ocho jóvenes que fueron masacrados por la policía militar en la madrugada del 23 de julio de 1993 –20 años atrás– en los alrededores de la iglesia de la Candelaria. Eran jóvenes que deambulaban por las calles del centro de Río.
Francisco no tuvo discurso para ellos, solo gestos de cercanía. Los invitó a rezar por las víctimas de la violencia, y juntos repitieron: “No más violencia, solo amor”. Les recomendó pensar en el futuro y les pidió que rezaran por él.
Vía Crucis solidario
Con este encuentro, el Papa estaba listo para compartir el Vía Crucis en Copacabana, sin excluir a ninguno de los que había visitado el miércoles en el Hospital San Francisco, el jueves en la favela de Varginha y ahora en el Palacio de San Joaquín. ¡Ellos también eran parte de la JMJ! Mostró con hechos que Mateo 25 –el texto que había recomendado a los jóvenes argentinos– sí era posible: “Tuve hambre, y me diste de comer; tuve sed, y me diste de beber; era forastero, y me acogiste; estaba desnudo, y me vestiste; enfermo, y me visitaste; en la cárcel, y acudiste a mí” (Mt 25, 35-36).
Un millón y medio de jóvenes recibieron a Francisco en Copacabana por segunda vez, con el mismo entusiasmo que el día anterior. En esta oportunidad, el papamóvil se llenó de banderas, camisetas y coloridos recuerdos que los peregrinos fueron depositando a su paso por la avenida Atlántica, donde también estaban ubicadas las 14 estaciones del Vía Crucis, a lo largo de casi un kilómetro, entre las calles Prado Junior y Paula Freitas.
Escrito por los padres José Fernandes de Oliveira (Padre Zezinho) y João Carlos Almeida (Padre Joãozinho), los textos del Vía Crucis –en cada estación– pusieron en diálogo el sufrimiento de Jesús con las realidades de los jóvenes misioneros, convertidos, rehabilitados, seminaristas, madres de familia, religiosas, casados, presos, enfermos terminales, con deficiencia auditiva, en silla de ruedas y de las redes sociales, entre otros.
En el palco principal, desde donde Francisco presidió este acto central y característico de las JMJ, estaba presente un grupo de cartoneros de Buenos Aires, amigos suyos. Algunos de ellos también lo habían acompañado en la misa de inicio de su pontificado.
El Vía Crucis del joven solidario comenzó a las seis de la tarde. Veinte jóvenes vestidos de blanco cargaron la cruz a lo largo de todas las estaciones. También hicieron parte del cortejo un grupo de monaguillos con incensarios, un bloque de oficiales de la marina y 178 jóvenes que representaron con sus banderas a cada uno de los países participantes de la Jornada.
Con estética y creatividad, 300 actores dieron vida a la pasión de Jesús, a través de representaciones escénicas y coreografías contemporáneas, que armonizaron con la liturgia y con las interpretaciones de la orquesta sinfónica de Barra Mansa. Esta experiencia de arte y fe contó con un cualificado equipo artístico: Ulisses Cruz (idea y dirección general), Ravel Cabral (dirección), Roger Henri (dirección musical), Abel Gomes (escenografía) y Janice Botelho (coreografía).
“Y tú, ¿como quién eres?”
Al concluir el recorrido, Bergoglio tomó la palabra para reflexionar sobre el sentido de la cruz en la vida de los jóvenes: “Nadie puede tocar la cruz de Jesús sin dejar en ella algo de sí mismo y sin llevarse consigo algo de la cruz de Jesús a la propia vida”.
Recordando a los 242 jóvenes que fallecieron seis meses atrás, víctimas del incendio de una discoteca en la ciudad de Santa María (Brasil), dijo que “Jesús con su cruz recorre nuestras calles para cargar con nuestros miedos, nuestros problemas, nuestros sufrimientos, también los más profundos”. Con Cristo, el mal, el sufrimiento y la muerte no tienen la última palabra: “Él nos da esperanza y vida: ha transformado la cruz de instrumento de odio, de derrota de muerte, en signo de amor, de triunfo y de vida”.
El camino de la Cruz que los jóvenes recorrieron en Copacabana, concluyó con una interpelación directa y desafiante: “Y tú, ¿como quién eres? ¿Como Pilato, como el Cireneo, como María?”.
Almorzando con Francisco
Nueva Zelanda, Australia, México, Sri Lanka, Rusia, Portugal, Francia, Argentina, Colombia, los Estados Unidos y Brasil tuvieron un lugar en la mesa con Francisco, representados por un reducido grupo de jóvenes voluntarios y peregrinos.
Almorzaron con él y dialogaron con la mediación de Paula García, quien fue la intérprete. Hablaron de cada uno y de su realidad, le hicieron preguntas al Papa y recibieron sabios consejos: “Este mundo le da más importancia a una visión economista, hay que recuperar la visión humanista”; “debemos salir de nosotros mismos para encontrarnos con el otro”; “no somos islas, somos comunidad”; “lo más importante es tener esperanza”… Muchos aprendizajes en un solo almuerzo. ¡Buen provecho!
En el nº 2.859 de Vida Nueva
Número especial JMJ de Vida Nueva