En la ceremonia de despedida, el vicepresidente Temer le invita a que vuelva “sin pedir permiso”
MIGUEL ÁNGEL MORENO | No se había marchado, y el Papa ya decía sentir saudade, ese sentimiento tan particular de la cultura brasileña que podríamos traducir como nostalgia, aunque su significado sea más amplio. El Pontífice fue despedido por el vicepresidente de Brasil, Michael Temer, que le expresó su admiración y el deseo de todo el pueblo brasileño de que el sucesor de San Pedro vuelva a visitarlos.
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“La próxima vez que venga a Brasil no tendrá necesidad de llamar a más puertas, porque quedaron abiertas por la fuerza de su presencia. La próxima vez simplemente entre sin pedir permiso, porque en el corazón de los brasileños siempre habrá un lugar para usted”, le dijo el vicepresidente Temer, marcado por la expresión del Papa a su llegada a Río el pasado lunes, en la que pidió “llamar humildemente a la puerta del corazón de los brasileños”.
“Usted ha sido un verdadero evangelizador”
En representación de la presidenta Dilma Rousseff, el vicepresidente Temer se mostró entusiasmado con la visita del Papa Francisco y destacó su “delicadeza y santidad” y le describió como un “verdadero evangelizador”, en el discurso de despedida en el Aeropuerto Internacional Galeão/Antonio Carlos Jobim.
“Usted ha encantado a los jóvenes, pero ha vuelto a despertar la fe de todos los brasileños”, agregó el dirigente brasileño, que destacó la “paz y la armonía” que el Pontífice trajo con sus palabras.
La ‘saudade’ de Francisco
“En este momento ya comienzo a sentir ‘saudade’ (nostalgia)”, dijo el Santo Padre al iniciar su discurso de despedida. “Nostalgia de la sonrisa abierta y sincera que he visto en tantas personas, nostalgia del entusiasmo de los voluntarios. Nostalgia de la esperanza en los ojos de los jóvenes del Hospital San Francisco. Nostalgia de la fe y de la alegría en medio de la adversidad de los residentes en Varghina”, dijo el Papa, que agradeció la acogida y la amistad de los brasileños.
No pudo marcharse sin hablar de nuevo de los jóvenes, de los que el Papa no tiene ninguna duda que, aunque llegaron “como discípulos” ahora marchan a sus lugares de origen “como misioneros”. “Con su testimonio de alegría y de servicio, ustedes hacen florecer la civilización del amor”, aseguró.
“Yo seguiré alimentando una esperanza inmensa en los jóvenes de Brasil y del mundo entero: por medio de ellos, Cristo está preparando una nueva primavera en todo el mundo. Yo he visto los primeros resultados de esta siembra, otros gozarán con la abundante cosecha”, dijo Francisco de los jóvenes brasileños, a los que pidió que buscaran a Cristo, ya que Él los había buscado primero.
Con el recuerdo a la Virgen de Aparecida, cuya imagen tantas veces besara durante su visita, el Pontífice se despidió de Brasil, diciendo un “hasta pronto muy nostálgico” y pidiendo, como no podía ser de otra forma, que tuvieran una oración por él.
Arropado hasta la escalera del avión
La multitud acompañó al Papa hasta prácticamente su ascenso por las escaleras del avión de Alitalia con banderas vaticana y brasileña que le dejará en Roma. En esa maraña de gente, además de miembros de seguridad estuvieron un gran grupo de obispos, que saludaron afectuosamente al Papa justo antes de subir a la aeronave.
Especialmente significativo fue el abrazo con el arzobispo de Río, Orani João Tempesta, su introductor durante todos los actos de la JMJ, como responsable de la archidiócesis organizadora.
Entre las autoridades civiles, tanto el vicepresidente Michael Temer como el alcalde de Río, Eduardo Paes, acompañaron al Papa hasta su avión, en el que despegó pasadas las 19:30 horas de Río de Janeiro, las 00.30 españolas.