Ante un Teatro Municipal abarrotado, el Papa pide avanzar en la “cultura del encuentro”
MIGUEL ÁNGEL MORENO | En el discurso más denso de cuantos ha ofrecido en lo que lleva de estancia en Brasil, Francisco pidió a los líderes políticos, sociales y religiosos del país sudamericano que busquen el diálogo para avanzar en la “humildad social”. En el acto también tomó la palabra un joven, Walmyr Júnior, como portavoz de la sociedad civil.
“Cuando los líderes de los diferentes sectores me piden un consejo, mi respuesta es siempre la misma: Diálogo, diálogo, diálogo. El único modo de que una persona, una familia, una sociedad, crezca; la única manera de que la vida de los pueblos avance, es la cultura del encuentro, una cultura en la que todo el mundo tiene algo bueno que aportar, y todos pueden recibir algo bueno a cambio”, fue el mensaje principal de un Francisco especialmente serio en el Teatro Municipal de Río de Janeiro, lleno a rebosar.
Un escenario majestuoso
El precioso escenario del Teatro Municipal de Río fue el lugar desde el cual Francisco se dirigió a los representantes de la sociedad civil brasileña, precedido por varias piezas musicales interpretadas por una orquesta y un coro, que dieron la entrada al Pontífice mientras versionaban Esperança do Amanhecer, el himno de la JMJ.
El joven Walmyr Júnior
En ese momento, se abrió el telón del Teatro y se pudieron ver las tres sillas preparadas y al Papa Francisco caminando entre los aplausos del público.
El primero en tomar la palabra fue el arzobispo de Río de Janeiro, Orani João Tempesta, que se ha convertido en el introductor habitual de Francisco durante todas sus intervenciones, como responsable pastoral de la ciudad organizadora de la JMJ.
Tempesta destacó la nutrida representación de todas las áreas de la sociedad brasileña “abiertas al diálogo” y en busca de una sociedad “más justa, fraterna y libre”. El purpurado también reconoció en sus palabras las recientes manifestaciones de jóvenes en contra de la corrupción política.
“Hemos visto manifestaciones pacíficas de ciudadanos brasileños, en su mayoría jóvenes, expresando su búsqueda de un país más justo y menos desigual”, aseguró el arzobispo, que se mostró convencido de que los jóvenes tienen que ser “protagonistas de un mundo nuevo”, así como pidió una “renovación de la política participativa”, dijo.
“Traigo los sueños de mis hermanos”
El siguiente en tomar la palabra fue un joven voluntario de la JMJ llamado Walmyr Júnior, participante habitual en la pastoral de Río de Janeiro, que se crio huérfano y en la favela carioca de Marcílio Días, circunstancias tan duras por las que, confesó el joven, pensaba que tenía “todas las posibilidades de formar parte de las estadísticas de la muerte y la violencia”.
“Probé drogas y sentí los dolores de la juventud marginada por la dependencia química [drogodependencia]. Superé esta debilidad cuando me invitó la parroquia a hacer voluntariado. Desde entonces, decidí redescubrir mi historia. Ahora me alegro de poder decir que me estoy formando como profesor de Historia”, dijo Walmyr, entre los aplausos del auditorio.
El joven, escuchado atentamente por Francisco, recordó los casos de jóvenes que mueren violentamente, los que sufren con las drogas o casos recientes de jóvenes fallecidos, como en la discoteca de Santa María, en la provincia sureña de Rio Grande do Sul.
“Pero Santo Padre, no solo traigo conmigo la tristeza y el recuerdo de mis hermanos perdidos por la violencia. Traigo también los sueños de mis hermanos (…). No obstante, les falta un punto de referencia donde apoyarse”, aseguró Walmyr, que se refirió también a los movimientos de protesta contra la corrupción política, las realidades de los jóvenes que “sueñan y comparten sus vidas” para que otros tengan “vida digna”.
“Me alegra el hecho de que en esta JMJ se está dejando un legado social, el nuevo pabellón del Hospital San Francisco [inaugurado por Francisco el miércoles]. Me alegro cuando pienso que este legado superará los lugares que usted ha visitado”, dijo el joven, que expresó su gratitud al Papa y le reclamó que bendiga “a toda la juventud”, para después fundirse al terminar de hablar en un largo abrazo con Francisco.
Originalidad, responsabilidad, diálogo
En un tono suave, y como de costumbre con unas palabras iniciales en portugués para después pasar al castellano (“para poder expresar mejor lo que llevo en el corazón prefiero hablar en español”, se disculpó Francisco), el Papa elogió la “originalidad dinámica” que hace especial a la sociedad brasileña, en su capacidad “extraordinaria” para “integrar elementos diversos”. Una identidad como nación que ha recibido “mucho de la savia del Evangelio”, según el Pontífice.
A continuación el Papa entró en el núcleo de su mensaje más social, reclamando “una visión humanista de la economía y la política”, en la cual los dirigentes deben tener “objetivos muy concretos” y buscar “medios específicos” para lograrlos.
“La dirigencia sabe elegir la más justa de las opciones después de haberlas considerado, a partir de la propia responsabilidad y el interés por el bien común; esta es la forma de ir al centro de los males de una sociedad y superarlos con la audacia de acciones valientes y libres”, expresó el Papa, que pidió un “sentido ético” para reflexionar acerca de esas acciones de la dirigencia política de un país, además de reclamar que a la racionalidad científica se añada una “vinculación moral con una responsabilidad social y profundamente solidaria”.
El diálogo constructivo fue la tercera pata del razonamiento del Papa, que reclamó este en la relación entre las distintas culturas de un país: “Un país crece cuando sus diversas riquezas culturales dialogan de manera constructiva: la cultura popular, universitaria, juvenil, la cultura artística y tecnológica, la cultura económica, de la familia y de los medios de comunicación”.
La invitación al “diálogo, diálogo, diálogo” fue el colofón de un alambicado discurso papal –al menos para lo que nos tiene acostumbrados habitualmente- en el que quiso terminar definiendo una “humildad social” como actitud ante el diálogo: “Hoy, o se apuesta por el diálogo y la cultura del encuentro todos perdemos. Todos perdemos”, recalcó Francisco.
Despedida musical y emotiva
A la conclusión de su discurso, el Papa se vio rodeado de un grupo de niñas, alumnas de danza de la escuela del Teatro Municipal de Río, que aparecieron por el fondo del escenario. Sorprendido, en los aplausos finales poco tardó en acercarse a saludarlas una por una, mientras la orquesta tocaba la pieza Cidade Maravilhosa, una de las más típicas de Río.
Durante sus compases se pudo ver al Papa más distendido, saludando y bendiciendo a todo el que se le acercaba, e incluso colocándose un penacho de plumas que le ofrecía un representante de un pueblo indígena brasileño.
Poco después, el Papa salía con el automóvil gris habitual para ir a la comida con los cardenales y obispos brasileños. Por la tarde, tendrá un tiempo de descanso hasta el gran acontecimiento con los jóvenes: la vigilia de oración a las 19:30 horas de Río (las 00:30 en España).
