El desarme voluntario triunfa en México

policía supervisa la entrega voluntaria de armas en México

El apoyo de la Iglesia a una iniciativa política ha conseguido ya la entrega de 6.000 armas

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ROBERTO ALCÁNTARA. CIUDAD DE MÉXICO | El atrio de la catedral de Ciudad de México está tomado por el ejército y la policía capitalina. No existe conflicto ni tensión, sino que forma parte de las medidas de seguridad que se han establecido en torno al programa Por tu familia, desarme voluntario, implementado por el Gobierno del Distrito Federal y en el que participan activamente la Iglesia y distintas instituciones de la sociedad civil.

Junto a la puerta de acceso al templo se halla una carpa en la que un grupo de militares examina cuidadosamente las armas que la gente ofrece a cambio de dinero, minicomputadoras, tabletas electrónicas, bicicletas, electrodomésticos o despensas. Es muy fácil: quien quiere desprenderse de un arma puede hacerlo, sin ser preguntado por ella y recibiendo una contraprestación material.

Aunque el actual programa de desarme voluntario se lleva a cabo desde hace algunos años, ha sido en los últimos seis meses cuando ha adquirido una gran relevancia, de tal forma que, en este lapso, se ha superado el número de armas que se recabaron en el período 2008-2011.

La secretaria de Desarrollo Social, Rosa Icela Rodríguez, recuerda a Vida Nueva que en años anteriores se recibían de una a tres armas diarias de promedio, y cinco en los mejores días. Sin embargo, ahora, “en una sola jornada recibimos de media 119 armas, lo cual es una cifra de ensueño”. La funcionaria es clara al señalar que el éxito del programa se debe a dos factores: la campaña de información se hace “puerta por puerta” y la activa participación de la Iglesia al promover la iniciativa y facilitar los atrios de algunos templos, 20 hasta el momento.

Concluida la primera fase del programa en esta edición, el saldo es de casi 6.000 armas de diferentes calibres y más de 44.000 cartuchos. Pese a todo, Icela reconoce que, en un principio, algunos funcionarios mostraron un cierto rechazo a que los atrios de las iglesias sirvieran como centros de canje.

Pero en cuanto se les explicó “que la Iglesia podía generar una mayor confianza en la sociedad, así como la importancia de que los sacerdotes colaboraran en la difusión del programa, a la mayoría se les hizo lógico y, más bien, comenzaron a preguntarse por qué no se había hecho esto antes”.

Como apunta la secretaria, fue fundamental también la implicación del arzobispo local, Norberto Rivera Carrera, quien alentó a los sacerdotes para que asumieran con seriedad la tarea de motivar a sus feligreses a participar en esta iniciativa.

Por otro lado, Icela considera que algo que debe quedar claro es el hecho de que no se investiga la procedencia de las armas ni se detiene a nadie: “Es una amnistía social… Saber esto les da mucha confianza a las personas”, explica.

Finalmente, la secretaria no duda en ensalzar lo extraordinario de esta alianza entre distintas instituciones y la sociedad civil, que ha tenido unos sorprendentes resultados. De ahí que, según asegura, “vamos a seguir trabajando en otros programas de acción social con la Iglesia”. Simplemente basta, a su juicio, con “hacer las cosas de buena fe y tener confianza”.

Anécdotas ilustrativas

Rosa Icela Rodríguez comenta que son las mujeres y los adultos mayores quienes más acuden a entregar las armas. Lo que ha dejado anécdotas, como aquella ocasión en la que llegó a un centro de caje una anciana.

Tras bajarse del autobús, se sentó junto a otras personas que hacían cola en el atrio del templo. Cuando llegó su turno, sacó una granada de su bolsa y la puso sobre la mesa, al tiempo que gritaba: “¡Aquí está la granada!”. Provocó el pánico entre los presentes y hasta efectivos militares, que advirtieron el peligro, se colocaron trajes especiales y tuvieron que desactivar el artefacto.

En otra ocasión, en una parroquia de Iztapalapa, llegó al templo un adulto mayor y se formó en la fila. Cuando iba a ser atendido, le pidió a un joven que le apartara de su lugar y regresó con una camioneta, que colocó justo al lado de la carpa. De pronto, las puertas de la camioneta se abrieron y, ante la sorpresa de todos, bajó 19 armas.

En el nº 2.857 de Vida Nueva

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