Editorial

Después de Madrid, la esperanza se cita en Río

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jóvenes brasileños con la cruz de la JMJ en Río de Janeiro en el Cristo de Corcovado

EDITORIAL VIDA NUEVA | Hace ahora dos años, muchas diócesis españolas comenzaban a bullir de juventud. De todos los continentes llegaban grupos de chicos y chicas para vivir una intensa experiencia de eclesialidad, de saberse parte de una Iglesia universal que se reconoce en cualquier latitud por sus afanes diarios por ser testigos creíbles de Jesucristo.

Aquellos llamados Días en las Diócesis –especialmente disfrutados por quienes los vivieron, ya fuesen los que llegaban de fuera, como aquellos otros que habían estado trabajando durante meses para la acogida en sus ciudades– estuvieron presididos por la fraternidad cristiana.

Fueron momentos intensos de intercambio de experiencias, de establecer redes de contactos facilitadas ahora por los grandes avances en el campo de las nuevas tecnologías, pero también de conocer a jóvenes que afrontan en su rutina diaria las graves dificultades de confesarse creyentes en unos países en donde la libertad religiosa deja realmente mucho que desear.

Esos días dejaron sus almas ensanchadas y sirvieron –gracias a una cuidada programación desarrollada a través de numerosas iniciativas de pastoral juvenil– de “calentamiento espiritual” para la “semana grande” que les esperaba en Madrid, al encuentro entrañable con Benedicto XVI que dejó para la posteridad imágenes electrizantes (también en el sentido meteorológico), sobre todo en la vigilia de Cuatro Vientos o durante el espectacular vía crucis por las calles de Madrid.

Dos años después, Río de Janeiro ultima los preparativos para acoger una nueva cita de la Jornada Mundial de la Juventud y a un nuevo Papa. Sus organizadores –que han realizado un extraordinario esfuerzo, pues han tenido un año menos para organizar este evento– esperan, al igual que pretendían los responsables españoles, que el mismo traiga “muchos frutos”.

A Río llegarán nuevas oleadas de ilusión juvenil
para rejuvenecer a una Iglesia
que necesita de su calor y candor.
Y se encontrarán con un Papa nuevo
nacido en aquel continente
que está llamado y empeñado en
aportar nuevas energías y creatividad apostólica.

Hemos visto que en España, en una Iglesia que participa de las mismas dificultades que todas las de este Viejo Continente, de aquella experiencia de comunión y trabajo en equipo, hoy se mantiene intacta la ilusión de quienes más se esforzaron y prepararon –tanto entre los jóvenes como entre los responsables de pastoral juvenil– por hacer de la cita un encuentro de hermanos alrededor de la mesa y la Palabra.

Otras metas –quizás demasiado fantasiosas– no se han alcanzado, y hoy, aquella colaboración entre entidades que trabajaban en la pastoral juvenil se ha ido diluyendo. En el recuerdo y en el ánimo, sin embargo, permanece intacta la experiencia de haber expresado abiertamente la fe y de haberla compartido con alegría con otros. Y, probablemente, esto ya no sea poca cosa…

A Río llegarán nuevas oleadas de ilusión juvenil para rejuvenecer a una Iglesia que necesita de su calor y candor. Y se encontrarán con un Papa nuevo, Francisco, nacido en aquel continente que está llamado –y empeñado a través de la misión continental– a aportar nuevas energías y creatividad apostólica para la nueva evangelización.

Seguro que esos días de fe, esperanza y caridad dejarán otras imágenes inolvidables para una juventud que, fundamentalmente en estos tiempos de inmediatez y cierto autismo autoinducido, cree a través de lo que ve.

En el nº 2.857 de Vida Nueva. Del 20 al 26 de julio de 2013.

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