Mucho más que un plato de comida

Comedor de Jesús, iniciativa de una familia de Vitoria

Una familia crea un comedor en Vitoria que ya ha acogido a 4.000 personas

Comedor de Jesús, iniciativa de una familia de Vitoria

Mucho más que un plato de comida [extracto]

Texto y fotos: VICENTE L. GARCÍA | Érase una ciudad en la que mucha gente pasaba hambre… Había quienes protestaban por la situación y por la falta de medidas institucionales; la mayoría de esas personas, y otras muchas más, hacían lo imposible para paliar la necesidad de sus prójimos. En ese marco, real como la vida misma, aparece en Vitoria, “nuestra ciudad”, la historia del Comedor de Jesús. Una “utopía sin cabeza”, como reconoce quien lo puso en marcha.

Javier, junto a Silvia, su mujer, y Paula, una de sus hijas, decidieron hace algo menos de un año “liarse la manta” y responder, desde su fe, a la invitación de Jesús de Nazaret: “Dadles vosotros de comer”. Silvia recuerda cómo empezó todo: “Javi y yo siempre hemos sido de ayudar. Pero todo cobró una nueva dimensión el día en que él propuso montar un comedor. ‘Pues adelante’, nos dijimos rápidamente”. Durante los dos primeros meses, el servicio se sostenía, prácticamente, con la labor de Silvia y Paula, pero, como apunta la madre de familia, “enseguida empezaron a sumarse otras personas”.

El sostenimiento del comedor no solo comprometía el tiempo de esta familia, sino también su dinero. Aunque pronto el Banco de Alimentos de Álava se prestó a proporcionarles la comida; “además de que siempre hay alguien que colabora”, explica Silvia. También ha sido muy útil su relación de amistad con las religiosas del convento de las salesas, ubicado en el Paseo de las Universidades de la capital alavesa, que les proporcionó el local, unos paquetes de arroz y unas patatas. Básicamente, ese fue el menú de la primera comida.

Han pasado casi doce meses y, como expone orgulloso Javier, las cifras se acercan al milagro de los panes y los peces: “Hemos atendido a más de 4.000 personas, procedentes de más de 30 nacionalidades diferentes. Y contamos con 50 voluntarios”. Una avalancha de solidaridad que hace que el promotor insista en la sensación de “estar viviendo un milagro; o muchos, quizá”.

Comedor de Jesús, iniciativa de una familia de Vitoria

Javier, en la puerta del comedor, con uno de los beneficiarios

Así, para paliar las consecuencias de esta inacabable crisis, se ofrece el Comedor de Jesús, llamado así como seña de identidad de quienes lo han promovido: “Somos cristianos, católicos y no lo ocultamos. A nadie le pedimos razón de su credo, pero tampoco ocultamos de dónde surgimos”, reflexiona Javier. Ejemplo de este carácter abierto e integrador es que varios de los voluntarios son árabes musulmanes, que cocinan alimentos que luego no comerán.

Como suele decir el iniciador del proyecto, él descubrió desde el primer día que, tan importante como el plato de sopa, era el entrante de la acogida y la sobremesa de la escucha: “Con un plato de comida es sencillo y seguro que cambias durante un rato la situación de una persona. Pero, con una conversación, con una palabra, es posible que cambies su vida”.

El Comedor de Jesús recibe cada miércoles y cada viernes en torno a 60 personas. Gente como Aitor Zuazo, a quien cuando salió de prisión, la que hoy es su compañera le orientó “al comedor de las salesas”. Este vitoriano, que vio vio sumarse a su pena el rechazo de su familia, hoy está esperanzado: “Mi compañera y su hija son mi razón de vivir”. Pero a ello también contribuye su relación con el comedor: “Vengo a este lugar y echo una mano en la huerta [en el patio cuentan con un espacio para el esparcimiento en el que todos los que quieren contribuyen con su granito de arena]; eso me hace bien. No obstante, que nadie piense que quien viene aquí lo hace por gusto. Es el último recurso”.

Desde Hungría ha llegado Jacinto: “Aquí por lo menos me tratan como una persona. Ni siquiera puedo entrar en un supermercado, pues los de seguridad me miran como un delincuente… Y yo no puedo robar”. Cuestionado sobre por qué no puede robar, responde desde la pura sencillez: “Porque no me lo permite la educación que me dio mi madre”. Jacinto duerme en la calle desde hace tres años. Y tendrá en torno a los 25…

Muchos de los que acuden al Comedor de Jesús han pasado por las estaciones de la droga o la delincuencia, pero a otros, como María Jesús, fue la crisis la que los derribó. Quedando toda la familia en el paro, mendigar fue la única salida que vio: “Lo hice por los míos; si hubiese sido solo por mí, quizá no lo hubiese hecho”. Pero el orgullo y el corazón de esta mujer no le permitió recibir a cambio de nada: “Soy cocinera –trabajó en dos restaurantes de prestigio en la ciudad– y la comida la preparo yo también”.

Comedor de Jesús, iniciativa de una familia de Vitoria

María Jesús ayuda en la cocina

Solidaridad contagiosa

La solidaridad se manifiesta en anécdotas como las que recuerdan María Jesús y Elisa, una de las voluntarias, originaria de Vitoria: “Un día estábamos a la puerta del comedor charlando de la labor que se hacía aquí y una mujer, que pasaba con una bandeja de pasteles para sus compañeros de oficina, se volvió al escucharnos y dijo: ‘Tomad, a mis compañeros no les hace falta’”.

En estas llega Ahmed (uno de los voluntarios árabes), con un carro de la compra lleno de tesoros: “Traigo ropa y zapatos para compartir”. Todo se deposita en un pequeño cuarto para que lo coja quien lo necesite, aunque no puedan llevarse más de dos prendas por persona. Además, la semana pasada se hicieron con dos máquinas de coser con la idea de ofrecer un servicio de remiendo de ropa. Junto con la huerta, es otro de los servicios y espacios por los que va creciendo el proyecto.

El Comedor de Jesús es un referente de trato humano. Compartiendo un plato de arroz con tomate, que junto a la ensalada de pasta y una carne con patatas conforma el menú del día en el que se elabora este reportaje, se observa un cierto clima “familiar”: unos sirven, otros recogen, otros acogen a los recién llegados. Siempre hay un sitio para alguien.

Entre bromas y alguna bravuconada, discurre la comida. Un café y un cigarrito en la puerta ayudan a soltar las confidencias y problemas que cada uno lleva en su petate. Los desequilibrios emocionales, patológicos o circunstanciales se liman con un trato respetuoso. Como constata Javier: “La mayoría son muy celosos de su intimidad, algo lógico por otra parte. Pero en el tú a tú descargan con facilidad sus historias, a veces mezcladas con mentiras que ellos mismos han llegado a creerse para hacer más llevadera su verdadera historia”.

Comedor de Jesús, iniciativa de una familia de Vitoria

Aitor colabora en la huerta del comedor

Hablando de testimonios íntimos, el propio Javier confiesa la importancia del papel de una mujer a la que visita cada día antes de ir al comedor y que le ofrece la paz necesaria para afrontar lo que venga. Por la conversación, descubrimos veladamente que Ella habita en el altar mayor de la iglesia del Carmen de Vitoria…

La fraternidad como vocación

A las 10 de la mañana, algunas de estas personas que “tienen todo el tiempo del mundo” para regalarlo a los demás, se acercan a la casita anexa al convento de las salesas, frente a las vías del tren, y se convierten en el ejército de 50 voluntarios que han hecho suyo el proyecto.

Elisa, de Vitoria, y Manuel, de Portugal, son de los primeros que se acercaron a esta casa para echar una mano: “La primera vez nos dieron la comida a repartir en un tupper. Ahora ya les pedimos a todos que lo traigan, pues sabemos que también damos comidas a gente que no se atreve a venir y se las llevan algunos de los que acuden”.

La solidaridad circula de mil maneras, en el recorrido que muchos han institucionalizado y que pasa por las parroquias de Santa María, la Coronación y Desamparados, además de por el Comedor de Jesús. Pero también circula por las manos de los que menos tienen cuando llevan el tupper de comida a quien les espera en un banco del parque.

En el nº 2.854 de Vida Nueva.

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