Transparencia

Carlos Amigo, cardenal arzobispo emérito de SevillaCARLOS AMIGO VALLEJO | Cardenal arzobispo emérito de Sevilla

Todo este tema de la transparencia tiene una motivación más profunda y noble, que no es otra que la de la lealtad y la coherencia…”.

Acaban de conocerse algunos datos sobre las cuentas del Vaticano. Se desea la máxima transparencia. La Conferencia Episcopal Española publica anualmente los balances y presupuestos de su economía. Otro tanto hacen las diócesis y casi todas las parroquias. Se quiere ofrecer una información clara y objetiva.

Con motivo de la presentación del Proyecto de Ley de Transparencia, Acceso a la Información Pública y Buen Gobierno no han faltado voces que, de una manera rápida y acusatoria, piden que también a la Iglesia se le exija transparencia respecto a los dineros que recibe a través de las declaraciones sobre la renta.

Petición lógica y justa, pero con el pecado original del anticlericalismo obtuso, que no es capaz de ver lo que ya está haciendo la Iglesia desde hace tiempo. Es obligado que, si se reciben unos dineros públicos, de ellos se dé cuenta a la Administración y a los ciudadanos.

La desinformación acerca de la vida, organización y actividades de la Iglesia es notoria. Pero no por la ausencia de las fuentes de donde se pueden sacar los datos que se necesitan, sino por la falta de interés o por el prejuicio de suponer que la Iglesia tiene interés en ocultar lo que hace con el dinero que recibe.

A poco interés que se tenga, enseguida se puede descubrir la desproporción entre aquello que proviene de la administración pública y de lo que llega a través de las aportaciones de los fieles y de otras personas que quieren ayudar a la Iglesia en la eficaz labor que desarrolla en favor de los necesitados. También de todos estos ingresos se da cumplida información.

Como sucede en tantas otras cosas y ámbitos, siempre cabe la excepción y que no se aporte la información suficiente con la claridad deseada. Pero eso no ha de ser motivo para elevarlo a la categoría de comportamiento habitual de la Iglesia, a la que se acusa de ocultar la información.

Todo este tema de la transparencia tiene una motivación más profunda y noble, que no es otra que la de la lealtad y la coherencia. La primera se refiere a la relación entre quien ofrece la ayuda y aquellos que han sido encargados para distribuirla. La coherencia está dentro de esa unidad que debe haber entre el mensaje en el que uno cree y trata de vivir, y las acciones y comportamientos con los que se expresa.

Una transparencia, por otra parte, que no solo es exigible en temas de economía y administración, sino en la diafanidad que debe ofrecer la conducta cristiana, en la que debe reflejarse, continuamente y sin ambigüedades, la identificación con el pensamiento y la conducta de Cristo.

En el nº 2.853 de Vida Nueva.

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