Ana López Castaño: “Los misioneros laicos rompemos esquemas”

Ana López Castaño, misionera laica vicenciana

Misionera laica vicenciana

Ana López Castaño, misionera laica vicenciana

F. OTERO | Ana López Castaño lleva seis años en Sacaba (Bolivia) como misionera laica, enviada por Juventudes Marianas Vicencianas (JMV). Vive en comunidad con un matrimonio misionero y sus dos hijos, y dedica todo su tiempo a mejorar las condiciones de vida de los que la rodean, sea en la Parroquia de San Pedro de Sacaba y en todas su obras, en la Pastoral Penitenciaria de la Diócesis de Cochabamba o en la promoción de la mujer.

PREGUNTA.- ¿Cómo surge tu vocación misionera?

RESPUESTA.- Siempre que venían los misioneros al colegio, o conocía a alguno, tenía la certeza de que aquella gente era feliz. No recuerdo sus nombres, pero sí una mirada diferente, una presencia que indicaba que era gente realizada, luchadora, soñadora y feliz. Llegó un momento en que ser misionera empezó a ser una posibilidad real.

P.- ¿Qué te ayudó a ver esa posibilidad?

R.- La familia y la educación que he recibido de mis padres; estudiar en un colegio de las Hijas de la Caridad, que me acercó a los pobres y al carisma vicenciano; mi pertenencia a JMV, pues me permitió conocer la misión más de cerca y tener experiencias misioneras con una comunidad de laicos. Después de esta experiencia regresé a España, encontré trabajo, me asenté, pero la idea de irme seguía ahí, así que, después de dar muchas vueltas, decidí arriesgarme y probar dos años. Fue una decisión complicada, pero recuerdo que me dio mucha paz interior. Eso fue hace más de seis años y pude comprobar aquello que realmente me hace feliz, y que es mi vocación.

P.- ¿Cómo es tu tarea en Bolivia?

R.- Dentro de la parroquia, el trabajo se divide en pastoral profética y pastoral social. La primera es la que se ocupa de la catequesis, pastoral juvenil, Movimiento Familiar Cristiano, grupo de adoración al Santísimo… En la social, me encargo de coordinar la Pastoral Penitenciaria en Sacaba y también me toca acompañar a un grupo de artesanía que trabaja por la promoción de la mujer. También disfruto con las clases de pintura, y con los proyectos ‘Sigamos’, de niños con distintas capacidades, e ‘Imaynalla Kasanki’, con niños en situación de riesgo social.

P.- ¿Cómo es la situación social en Sacaba?

R.- Es una realidad compleja. Todos los proyectos surgen de una manera parecida, cuando la gente vine a ti con el mismo problema –discapacidad, desnutrición, educación, paro, presos…– y tratas de dar una respuesta organizada. Cada uno tiene una situación, pero la mayoría de la gente con la que compartimos la vida tienen características comunes: falta de recursos y oportunidades, dolor, sufrimiento…

“Me sostiene la fe”

P.- Viviendo realidades tan duras, ¿no has tenido ganas de tirar la toalla?

R.- Una vez, en una escuela de catequistas, nos dijeron algo que se me quedó grabado: “Cuando la vida te pone en una situación complicada y ya no puedes hacer más, es hora de levantar las manos al cielo y decirle a Dios que ahora le toca a Él”. Fue un buen consejo; desde que vivo en Bolivia lo practico con cierta frecuencia, sobre todo, cuando llegan esos días en que tienes ganas de tirar la toalla. Son muchas cosas las que te mantienen en el día a día porque consiguen llenar tu vida y corazón, pero lo que me sostiene es la fe. Esto es obra de Dios, no de Ana.

“Cuando cuento que soy misionera,
la gente se sorprende, les cuesta creerlo,
pues la imagen del misionero sigue siendo la de
un sacerdote o una monja. Rompemos esquemas y moldes”.

P.- Cuando cuentas a los jóvenes tu opción de vida, ¿cómo reaccionan?

R.- Se sorprenden; les cuesta creer que eres misionera, pues la imagen del misionero sigue siendo la de un sacerdote o una monja. Rompemos esquemas y moldes. A veces manifiestan preocupación por tu futuro, curiosidad por tu forma de vida, admiración por tu trabajo, respeto, y supongo que la certeza de que estás un poco loco.

P.- ¿Hay algo que aporte un misionero laico que no lo haga uno religioso?

R.- Todos aportamos desde el ser, con todas las cualidades y defectos que Dios nos da. Como laicos, podemos aportar cosas distintas; no mejores ni peores: distintas.

P.- Comparte vida con otros misioneros laicos. ¿Cómo es esta vida en comunidad?

R.- La comunidad es para nosotros un tesoro, es el lugar donde compartimos la vida, la vocación y la misión. Son mi familia, mis amigos, mis compañeros… Juntos le damos forma al proyecto de Dios, con nuestras equivocaciones y nuestros logros.

P.- ¿Os afecta la crisis de España?

R.- Sí. Cada vez es más difícil llamar a algunas puertas para pedir ayuda, pero hay mucha gente generosa que apuesta por la misión. En Sacaba, muchos no pueden entender la crisis porque no tienen elementos para hacerlo. La mayoría de las personas con las que trabajamos vive en crisis desde que nació, y no por una opción personal.

En el nº 2.853 de Vida Nueva.

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