Rómulo Emiliani: “Honduras necesitará dos generaciones para que la cultura de la paz se haga realidad”

Rómulo Emiliani, obispo auxiliar de San Pedro Sula, Honduras

Obispo auxiliar de San Pedro Sula

Rómulo Emiliani, obispo de San Pedro Sula, Honduras

Entrevista con Rómulo Emiliani [extracto]

JOSÉ LUIS CELADA. Fotos: LA PRENSA | Lleva años trabajando con los miembros de las pandillas hondureñas, un empeño pastoral en el que ha tenido “muchos más fracasos que éxitos”, pero Rómulo Emiliani acaba de ver cómo su paciencia, su oración y sus diálogos han empezado a dar frutos: pandilleros de los dos principales grupos del país han alcanzado una tregua y “han decidido emprender un proceso de reconciliación”. Aun con todo, este prelado claretiano de origen panameño sabe que el camino es “complejo y muy frágil”. Tanto que “Honduras –dice– necesitará dos generaciones para que la cultura de la paz se haga realidad”.

PREGUNTA.- Que las maras anuncien una tregua en su actividad delictiva, ¿es el primer paso para que Honduras viva en paz?

RESPUESTA.- Honduras no vivirá en paz mientras sea un lugar de paso obligado de más del 70% de la droga que va para los Estados Unidos. El crimen organizado ocasiona gran parte de las muertes violentas que hay. Lógicamente, las pandillas colaboran con estas cifras, ya que hay miembros que se prestan como sicarios de carteles, así como otros cuidan territorios y corredores de drogas. Pero sí es cierto que el proceso de paz iniciado contribuirá a que baje la violencia en el país. Ha sido impactante el hecho de que las dos principales pandillas, con más de 14.000 miembros en todo el país con sus simpatizantes y colaboradores, hayan decidido emprender un camino de reconciliación, búsqueda de paz, cambio de comportamiento delictivo por trabajo y colaboración en la búsqueda de soluciones a la violencia.Rómulo Emiliani, obispo de San Pedro Sula, Honduras

P.- ¿Qué papel ha jugado y está jugando la Iglesia hondureña, y usted en concreto, en todo este proceso?

R.- La Iglesia ha jugado un papel importante en esto. Yo llevo muchos años trabajando con estos muchachos, en un camino donde he tenido muchas frustraciones, muchos más fracasos que éxitos. He visto la muerte de muchos jóvenes que iban saliendo de las pandillas y otros que, siendo activos, estaban demostrando interés en dejar las mismas. He contactado el cambio de dirigencia, normalmente por muerte por asesinato de sus integrantes, pasando de grupos más radicales a menos, y viceversa. He conocido a familiares de pandilleros temerosos por la suerte de sus hijos, sus esposos, sus papás. Ellos han sufrido mucho. Lo que se ha conseguido hace pocos días ha implicado mucha paciencia de mi parte, oración, diálogos, gestos de compasión y llamadas de atención; momentos donde he estado más cerca de ellos; otras veces, lejano. Pero las declaraciones de ambas pandillas han sido fruto de su propia libertad, consenso entre ellos y maduración de ideas. Han pasado muchos años para llegar a esa decisión.

P.- ¿Cuál ha sido el protagonismo del Gobierno actual en esta tregua? ¿Cuál es su nivel de compromiso?

R.- El Gobierno nacional ha actuado muy tímidamente en esto. Casi sin presencia en todo esto. El presidente, Porfirio Lobo, me llamó hace un par de días diciéndome que me daría todo el apoyo que pudiera. Cuento con el apoyo de la OEA (Organización de Estados Americanos), a través de su secretario de Seguridad y Paz, el embajador Adam Blackwell, que ha acompañado el proceso de paz de El Salvador.

“Yo llevo muchos años trabajando con
estos muchachos que están en las pandillas,
en un camino donde he tenido
muchos más fracasos que éxitos”.

P.- Justamente, sus hermanos salvadoreños han reconocido semanas atrás que la tregua entre pandillas alcanzada en el país vecino hace ya más de un año no había producido los beneficios esperados. ¿Qué espera Honduras de esta tregua?

R.- ¿Qué espero? Un camino de pacificación, eso sí, complejo, difícil y muy frágil. Cualquier cosa puede dar al traste con todo el esfuerzo de años. Desde la fe, tengo la certeza de que la paz llegará poco a poco. Honduras necesitará dos generaciones para que la cultura de la paz se haga realidad. Estamos sembrando, otros cosecharán. Pero, en el caso de las pandillas, todo este proceso puede consolidarse en medio de las dificultades si logramos apoyos de recursos, tanto del Estado como de la empresa privada y otros actores positivos de la sociedad. Y, por tanto, también la misericordia y apertura del pueblo, para ir aceptando a los pandilleros que quieran rehabilitarse y darles acogida social, sobre todo empleo. En cuanto al proceso de paz de El Salvador, ellos han empezado por una tregua de no agresión entre las dos principales pandillas. Acá, una reconciliación con la sociedad y, en su momento, paz entre las pandillas. No se ha podido hacer más.

Esperanza en el dolor

P.- ¿Cómo ha acogido el conjunto de la sociedad hondureña esta iniciativa? ¿Con esperanza?, ¿con recelo?…

R.- La sociedad hondureña ha acogido este anuncio con esperanza y cierta alegría, en medio de tanto llanto y dolor. Lógicamente, hay personas muy resentidas por los males que han hecho estos muchachos, para los que siguen clamando su exterminio, y no creen que puedan cambiar.

“Se llega a semejantes índices de violencia y criminalidad
por la extrema pobreza, la falta de educación formal,
la débil estructuración de la familia, el crimen organizado
y por ser lugar de paso de la droga a EE.UU.”.

P.- Los integrantes de las maras piden que la sociedad les perdone, y se muestran dispuestos a dialogar con el Gobierno, pero ¿qué ofrecen ellos a cambio?

R.- Ellos ofrecen “cero crímenes”, “no más violencia organizada” y –una pandilla más que la otra– eliminar las extorsiones o “impuestos de guerra”. La pandilla que no elimina esto último, dice que lo hará en su momento. Estamos en un proceso de paz, y no creo que la violencia baje sustancialmente en estos días. Además, hay otros actores en la sociedad que contribuyen con muchas muertes. Este es un “camino que se hace al andar”, y tendremos que ser muy creativos y actuar en conjunto muchas “fuerzas vivas” de la sociedad para ayudar a que las cosas cambien.Rómulo Emiliani, obispo de San Pedro Sula, Honduras

P.- ¿Por qué llega un país a semejantes índices de violencia y criminalidad?

R.- Se llega a esta situación por la extrema pobreza, la falta de educación formal, la débil estructuración de la familia, con la combinación de la presencia del crimen organizado, localización geográfica del país como lugar de paso de la droga a los Estados Unidos, consumo de drogas y alcohol y casi medio millón de armas “ilegales” en el país, fruto del fin de las guerras civiles de los países vecinos. El país, en los últimos 20 años, ha ido cambiando negativamente. Hay mucha más violencia ahora.

P.- ¿Hasta qué punto la sensación de impunidad, la lentitud del sistema judicial o la situación de las cárceles han contribuido a convertir a Honduras en uno de los países más violentos del mundo?

R.- Ciertamente, la impunidad tan grande contribuye a que muchas personas busquen aplicar la “justicia” por medios ilegales y violentos. Hay mucho resentimiento y agresividad en la gente, buscando vengarse por cualquier medio. El hacinamiento carcelario, la falta de programas de rehabilitación y la mora judicial contribuyen también a crear más condiciones de violencia.

P.- En noviembre tendrán elecciones generales, ¿qué le pediría a su pueblo en esta nueva coyuntura?

R.- Ante la proximidad de las elecciones políticas, pediría evitar el lenguaje agresivo con sus consiguientes insultos y calumnias, la intolerancia fanática a las ideas contrarias y que, en la campaña, los partidos presenten soluciones viables al problema de las pandillas.

En el nº 2.851 de Vida Nueva.

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